
UNA LECTURA POLÍTICA DEL CASO DEL "BOBBY ESTRANGULADOR DE LONDRES"
El desenlace de la violación y asesinato una joven londinense destruye de un manotazo el supuesto esquema de valores construido por las clases dominantes británicas.
Faltó tiempo para que en las redes sociales inglesas se dispararan frenéticamente las especulaciones y conjeturas de todo tipo. ¿Quién podía haber sido el protagonista un crimen tan execrable? ¿Un negro? ¿Un hindú? ¿Un árabe? ¿Un terrorista? ¿O, quizá, un blanco, psicológicamente desquiciado? Nuestro colaborador Aday Quesada realiza una lectura política del asesinato de una joven británica a manos de un "simpático" bobby perteneciente a la policía de Scotland Yard
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
Por unas semanas, la sociedad londinense se convirtió en un auténtico hervidero. O por lo menos eso fue lo que se encargaron de reflejar sus medios de comunicación. Como siempre, la prensa amarilla británica hacía su agosto con la
repentina desaparición de Sarah Everard, una joven ejecutiva, de 33 años, rubia y bien parecida, perteneciente a lo que equívocamente en Gran Bretaña, al igual que en España, se denomina "middle class", la clase media.
Los medios contaron las incidencias que habían rodeado al caso con todos los ingredientes precisos no sólo para complacer a un sector del público, sediento de sucesos sangrientos, sino de paso alimentar el perenne racismo blanco y residualmente colonial, presente todavía en la sociedad británica.
Una semana después de detectarse la desaparición de Sarah Everard, el cadáver de esta fue encontrado en un bosque cercano del condado sureste de Kent, en las proximidades de Londres. Su autopsia puso de manifiesto que la causa de la muerte de la joven Sarah había sido el resultado de un estrangulamiento.
Faltó tiempo para que en las redes sociales se dispararan frenéticamente especulaciones y conjeturas de todo tipo. ¿Quién podía haber sido el protagonista de tan execrable crimen? ¿Un negro? ¿Un hindú? ¿Un árabe? ¿Un terrorista? ¿O un blanco, sin duda, psicológicamente desquiciado? Y es que cuando cuando hay un blanco capaz de realizar una acción de ese tipo, invariablemente está psicológicamente enfermo o tenido una infancia infeliz. Por razones que se ignoran, este tipo de circunstancias no se reproducen con la misma frecuencia en un negro, ni en un hindú, ni en un árabe…
Nuevamente ese clásico odio hacia lo distinto, hacia otras culturas incomprendidas e incomprensibles, que los británicos han sentido hacia lo extraño en el curso de los dos últimos siglos, fluyó espontáneamente a través de las millonarias conexiones internáuticas de Facebook, Twitter, etc. etc.
Sin embargo, en esta ocasión, el asesinato de Sarah Everard no sólo sirvió para sacar a flote el "racismo yacente" que pervive y sobrevive todavía en la sociedad británica. Tras conocerse la forma dramática en la que Sarah Everard había perdido la vida, se dispararon también los testimonios de millares de mujeres londinenses, que independientemente de su raza, relataron el terror que de forma sistemática sienten cada noche cuando por diferentes razones, se ven obligadas a circular las calles de la capital de Reino Unido. Muchas de ellas contaron sus reacciones ante los temores de sufrir agresiones o ataques verbales.
Aquella indignación espontáneamente mostrada a través de las redes sociales dio pie una auténtica ola de protestas que arrastró a miles de mujeres a manifestarse en Clapham Common, en el sur de Londres, el barrio donde había desaparecido Sarah Everard.
EL BOBBY ESTRANGULADOR DE LONDRES
Contraviniendo todo el esquema de valores que con esmerado cuidado han estado construyendo las clases dominantes británicas en la mente de sus 'súbditos", el sorpresivo desenlace del "caso de Sarah Everard" ha venido a destrozar de un manotazo todas las estampas estereotipadas acerca de la sociedad británica, de sus centuriones o de sus benévolas bondades.
A finales del pasada semana, para escarnio de lo más gazmoño de la sociedad británica, las autoridades policiales de ese país dieron cuenta de que Wayne Couzens, de 48 años, un probo agente de Scotland Yard, un un simpático "bobby", había sido el autor del secuestro, violación y posterior asesinato de la joven Sarah Everard.
Para qué contarles. Como si de un terremoto se tratara,, el clásico castillo de naipes turístico, levantado durante años en base a manoseados juicios y prejuicios, se vino escandalosamente al suelo.
Por si resultara insuficientemente escandaloso el que fuera un "bobby" quien estrangulara a Sarah Everard, vino a añadirse el hecho de que el perfil de Wayne Couzens correspondía como si fuera un clon, al que los mass medias británicos ha presentado siempre como un "agente del orden ideal", "seguro" y "confiable", capaz de responder con una sonrisa dibujada en la boca a las preguntas impertinentes de una recalcitrante ancianita del londinense barrio de Kensington.
Wayne Couzens era un hombre casado, padre de familia, con dos hermosos hijos, propietario de una casa posiblemente de estilo victoriano, valorada en más de 240.000 €, amable y que raramente perdía su amplía sonrisa. Y,además, el asesino era el vivo arquetipo étnico del ario que Himmler hubiera deseado tener en las filas de sus SS.
Por si fuera poco, sus jerarquías policiales habían depositado toda su confianza en él. Por esa razón fue destinado a una misión nada común entre los "bobbys" de Scotland Yard: formaba parte de una unidad de élite, armada hasta los dientes, responsabilizado de la custodia de áreas especialmente sensibles: protección de embajadas y otras representaciones diplomáticas.
Este lunes, el agente Wayne Couzens compareció ante el juez, y reconoció de plano haber sido el autor del secuestro, violación y asesinato de Sarah Everard, una operación que ejecutó el pasado 3 de marzo en el sur de Clapham, en Londres.
EPÍLOGO
¿Qué queda, pues, de aquellos simpáticos y cordiales "bobbys" que tan idílicamente nos describió la cinematografía británica o las postales del Londres tecnicolor, que a lo largo de décadas pervivieron en la mente amable de los turistas que visitaban la capital del antiguo imperio?
La verdad es que no queda nada, porque no hay donde nunca nada hubo. El "bobby amable" sólo fue una construcción deliberadamente creada para consumo interno -y, también, externo- de una sociedad a la que se pretendió hacer creer que las contradicciones entre las clases sociales no existían. Y que, por tanto, era posible la existencia de un cuerpo policial represivo que no ejerciera como tal. Fue la política conservadora Margaret Thatcher, la que asumió el cometido de desnudar la verdad ante los asombrados ojos del mundo, con el brutal aplastamiento de la famosa Huelga minera de la década de los 80 del siglo pasado. Algunos se empezaron a apercibir ya entonces que "bobby" bonachón que se encargaba de hacer retornar a sus hogares a los gatitos perdidos, no era más que un espejismo inducido.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
Por unas semanas, la sociedad londinense se convirtió en un auténtico hervidero. O por lo menos eso fue lo que se encargaron de reflejar sus medios de comunicación. Como siempre, la prensa amarilla británica hacía su agosto con la repentina desaparición de Sarah Everard, una joven ejecutiva, de 33 años, rubia y bien parecida, perteneciente a lo que equívocamente en Gran Bretaña, al igual que en España, se denomina "middle class", la clase media.
Los medios contaron las incidencias que habían rodeado al caso con todos los ingredientes precisos no sólo para complacer a un sector del público, sediento de sucesos sangrientos, sino de paso alimentar el perenne racismo blanco y residualmente colonial, presente todavía en la sociedad británica.
Una semana después de detectarse la desaparición de Sarah Everard, el cadáver de esta fue encontrado en un bosque cercano del condado sureste de Kent, en las proximidades de Londres. Su autopsia puso de manifiesto que la causa de la muerte de la joven Sarah había sido el resultado de un estrangulamiento.
Faltó tiempo para que en las redes sociales se dispararan frenéticamente especulaciones y conjeturas de todo tipo. ¿Quién podía haber sido el protagonista de tan execrable crimen? ¿Un negro? ¿Un hindú? ¿Un árabe? ¿Un terrorista? ¿O un blanco, sin duda, psicológicamente desquiciado? Y es que cuando cuando hay un blanco capaz de realizar una acción de ese tipo, invariablemente está psicológicamente enfermo o tenido una infancia infeliz. Por razones que se ignoran, este tipo de circunstancias no se reproducen con la misma frecuencia en un negro, ni en un hindú, ni en un árabe…
Nuevamente ese clásico odio hacia lo distinto, hacia otras culturas incomprendidas e incomprensibles, que los británicos han sentido hacia lo extraño en el curso de los dos últimos siglos, fluyó espontáneamente a través de las millonarias conexiones internáuticas de Facebook, Twitter, etc. etc.
Sin embargo, en esta ocasión, el asesinato de Sarah Everard no sólo sirvió para sacar a flote el "racismo yacente" que pervive y sobrevive todavía en la sociedad británica. Tras conocerse la forma dramática en la que Sarah Everard había perdido la vida, se dispararon también los testimonios de millares de mujeres londinenses, que independientemente de su raza, relataron el terror que de forma sistemática sienten cada noche cuando por diferentes razones, se ven obligadas a circular las calles de la capital de Reino Unido. Muchas de ellas contaron sus reacciones ante los temores de sufrir agresiones o ataques verbales.
Aquella indignación espontáneamente mostrada a través de las redes sociales dio pie una auténtica ola de protestas que arrastró a miles de mujeres a manifestarse en Clapham Common, en el sur de Londres, el barrio donde había desaparecido Sarah Everard.
EL BOBBY ESTRANGULADOR DE LONDRES
Contraviniendo todo el esquema de valores que con esmerado cuidado han estado construyendo las clases dominantes británicas en la mente de sus 'súbditos", el sorpresivo desenlace del "caso de Sarah Everard" ha venido a destrozar de un manotazo todas las estampas estereotipadas acerca de la sociedad británica, de sus centuriones o de sus benévolas bondades.
A finales del pasada semana, para escarnio de lo más gazmoño de la sociedad británica, las autoridades policiales de ese país dieron cuenta de que Wayne Couzens, de 48 años, un probo agente de Scotland Yard, un un simpático "bobby", había sido el autor del secuestro, violación y posterior asesinato de la joven Sarah Everard.
Para qué contarles. Como si de un terremoto se tratara,, el clásico castillo de naipes turístico, levantado durante años en base a manoseados juicios y prejuicios, se vino escandalosamente al suelo.
Por si resultara insuficientemente escandaloso el que fuera un "bobby" quien estrangulara a Sarah Everard, vino a añadirse el hecho de que el perfil de Wayne Couzens correspondía como si fuera un clon, al que los mass medias británicos ha presentado siempre como un "agente del orden ideal", "seguro" y "confiable", capaz de responder con una sonrisa dibujada en la boca a las preguntas impertinentes de una recalcitrante ancianita del londinense barrio de Kensington.
Wayne Couzens era un hombre casado, padre de familia, con dos hermosos hijos, propietario de una casa posiblemente de estilo victoriano, valorada en más de 240.000 €, amable y que raramente perdía su amplía sonrisa. Y,además, el asesino era el vivo arquetipo étnico del ario que Himmler hubiera deseado tener en las filas de sus SS.
Por si fuera poco, sus jerarquías policiales habían depositado toda su confianza en él. Por esa razón fue destinado a una misión nada común entre los "bobbys" de Scotland Yard: formaba parte de una unidad de élite, armada hasta los dientes, responsabilizado de la custodia de áreas especialmente sensibles: protección de embajadas y otras representaciones diplomáticas.
Este lunes, el agente Wayne Couzens compareció ante el juez, y reconoció de plano haber sido el autor del secuestro, violación y asesinato de Sarah Everard, una operación que ejecutó el pasado 3 de marzo en el sur de Clapham, en Londres.
EPÍLOGO
¿Qué queda, pues, de aquellos simpáticos y cordiales "bobbys" que tan idílicamente nos describió la cinematografía británica o las postales del Londres tecnicolor, que a lo largo de décadas pervivieron en la mente amable de los turistas que visitaban la capital del antiguo imperio?
La verdad es que no queda nada, porque no hay donde nunca nada hubo. El "bobby amable" sólo fue una construcción deliberadamente creada para consumo interno -y, también, externo- de una sociedad a la que se pretendió hacer creer que las contradicciones entre las clases sociales no existían. Y que, por tanto, era posible la existencia de un cuerpo policial represivo que no ejerciera como tal. Fue la política conservadora Margaret Thatcher, la que asumió el cometido de desnudar la verdad ante los asombrados ojos del mundo, con el brutal aplastamiento de la famosa Huelga minera de la década de los 80 del siglo pasado. Algunos se empezaron a apercibir ya entonces que "bobby" bonachón que se encargaba de hacer retornar a sus hogares a los gatitos perdidos, no era más que un espejismo inducido.
Maribel Santana | Sábado, 12 de Junio de 2021 a las 16:27:11 horas
Para las ventas de souvenirs en Inglaterra sirvieron los caretos de estos fascistas.
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