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Martes, 16 de Marzo de 2021 Tiempo de lectura:

MULTINACIONAL PFIZER: UNAS PRÁCTICAS QUE AMENAZAN LA VIDA DE MILES DE SERES HUMANOS

Los retrasos en la vacunación abren un incierto futuro para la humanidad, con las rápidas mutaciones que se están produciendo en el coronavirus

Mienten descaradamente los medios de comunicación cuando nos informan que no hay vacunas en el mundo porque el ritmo de producción que requieren las farmacológicas que las producen, resulta imposible. No es cierto, Según Pedro Miralles, autor de este artículo, las razones para que no hayan vacunas suficientes en el planeta residen justamente en lo que ha denunciado la Organización Mundial de la Salud: el negocio y la no liberación de las patentes. Si no se dieran esas condiciones, la pandemia podría estar ya en trance de ser vencida.

   

POR PEDRO MIRALLES PARA CANARIAS SEMANAL

 

    Según el periodista y escritor especializado en temas científicos Christophe Callewaert, la empresa farmacéutica Pfizer está actuando  como un  niño abusón en el patio del recreo con los países desesperados por conseguir suficientes vacunas para acabar con la pandemia.

 

     Pfizer ha sido una  de las empresas  ganadoras  en la carrera por una vacuna contra el coronavirus. Sin embargo, Pfizer es también otras cosas. Es una de las empresas más poderosas del mundo, una multinacional que el año pasado repartió la friolera  de 8.400 millones de dólares en suculentos dividendos a sus accionistas.  Podrá el lector imaginarse, sin hacer ningún esfuerzo, hasta donde ascenderán sus beneficios en el presente año contable del 2021.

 

   Como no podía ser de otra manera, Pfizer ya  ha realizado cálculos muy precisos. Espera que las ventas en el 2021 se sitúen entre 59.000 y 61.000 millones de dólares. ¿Se podrá apercibir el lector ahora de qué es lo que hay detrás de la "guerra de las vacunas" ?

 

Los cálculos estimativos realizados por la empresa suponen un aumento espectacular de más del 44% en relación con el pasado 2020. Y "su" vacuna  representará una cuarta parte de las ventas.  Con la venta exclusiva de esta vacuna obtendrá unos beneficios de 4.000 millones de dólares.  La multinacional Pfizer, que se ha erigido en las presentes circunstancias como un auténtico monopolio, podrá atrapar la voluntad de los gobiernos extraordinariamente interesados en vacunar a su población lo antes posible.

 

 

EL CASO ISRAEL

 

      En la mayoría de los medios de comunicación occidentales se han podido leer artículos realmente laudatorios en relación al contrato firmado entre esta firma multinacional y el gobierno de Israel. Sin embargo, en el contenido del mismo se evidencia  la  mezcla tóxica entre ganancias, geopolítica, salud y políticos que desean relumbrar. Un pequeño país como Israel   que se convirtió repentinamente en campeón de vacunas a una velocidad récord, con un  inusitado  celo que contrasta con  los vacilantes pasos de tortuga de las campañas de vacunación en la mayoría de los países de la Unión Europea… y no digamos del resto del mundo.

 

    Surge, no obstante,  una inevitable pregunta al respecto.  ¿Cuáles son las razones subyacentes  por las que una empresa como Pfizer  ha  concedido a un específico país  el privilegio de abastecerse  sin ningún tipo de problemas  de vacunas? ¿Cuál es la trastienda política y económica que se esconde  tras este llamativo privilegio? Y, por otra parte, en la lucha global contra la pandemia, ¿es realmente una buena idea la creación de diferentes velocidades, según se trate de un país u otro?

 

    El pasado mes de enero, el director de la Organización Mundial de la Salud no dudó en responder a esta tercera pregunta. “Dejen de hacer tratos bilaterales”- dijo  Tedros Adhanom Ghebreyesus. No dio nombres, pero claramente  estaba pensando  en Israel y Pfizer.

 

     En un mundo hiperconectado  carece de sentido el intendo de crear "islas" o "burbujas" en relación con los contagios de coronavirus.   Esta semana científicos de la Universidad estadounidense de Duke dieron la voz de alarma sobre la situación en Brasil, que no solo es desastrosa para los brasileños, sino también una amenaza para todo el mundo.“¿Qué sentido tiene luchar contra la pandemia en Europa o en Estados Unidos si Brasil sigue siendo un caldo de cultivo del virus?”, se preguntaba el neurocientífico Miguel Nicolelis:

 

   “Al permitir que el virus circule de esta manera, se abre la puerta a que surjan nuevas mutaciones y cepas aún más mortales”.

 

    Y eso, exactamente,  es lo que ha hecho Israel . El gobierno de ese país  vacuna a su propia población, pero no da la vacuna a los habitantes de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania. Es posible que usted haya leído aquí y allá sobre esta injusticia, pero hubo silencio sobre por qué una empresa como Pfizer concede a un país el privilegio de abastecerse sin problemas.

 

 

ARGENTINA, O LA OTRA CARA DE LA LUNA

 

     El acuerdo con Israel resultó ser para Pfizer solo una pequeña preparación piloto para las negociaciones con otros países. La Oficina Británica de Periodismo de Investigación  reveló esta misma semana cómo está operando Pfizer en los países de América Latina. Los periodistas  habían recabado información directa  de fuentes del Ministerio de Salud argentino.

 

    Pfizer deseaba suministrar la vacuna a Argentina, pero a cambio exigía que la empresa fuera inmune a posibles reclamaciones por daños. En octubre, en Argentina se votó una ley que lo hacía posible. Pero Pfizer consideró que esa ley no iba lo suficientemente lejos para sus intereses. La empresa seguiría siendo responsable de sus propios errores durante el despliegue de la campaña de vacunación. El gobierno modificó la ley, pero aun así Pfizer  no estuvo satisfecha y rompió las negociaciones.

 

    El pasado diciembre, Pfizer presentó una nueva exigencia adicional. Argentina tendría que empeñar sus  bases militares, embajadas y reservas del Banco Nacional, como garantía de la que podría disponer en caso de reclamaciones por daños y perjuicios.
 
  

   Según dicen los funcionarios argentinos, la metodología utilizada por Pfizer le recordaba, como si de un calco se tratara,  las  negociaciones que ese país tuvo en el  año 2001, en plena  bancarrota,   con el  Fondo Monetario Internacional (FMI) y con las grandes  financieras mundiales. En aquella ocasión, el FMI interrumpió  la ayuda financiera a ese país porque su gobierno  se negaba a cumplir unas condiciones tan leoninas que equivaldrían a venderles  la estructura del Estado  a precio de saldo. Pfizer quiso  utilizar  ahora los mismos procedimientos que el FMI 

 

 

    La verdad es desde un punto de vista racional y humano  esta encarnizada guerra de las vacunas carece de sentido. En realidad no debería de existir siquiera escasez en la producción vacunas. Pero, bajo ningún concepto, las grandes multinacionales desean aprovechar la infinita capacidad de producción potencial que tiene el conjunto  del planeta.  Los  países pobres están en perfectas condiciones de ponerse a producir vacunas, como ya está sucediendo en relación con alguna marca. Pero  no pueden hacerlo porque empresas como Pfizer se aferran obstinadamente a sus patentes. La producción de las vacunas es una operación relativamente sencilla, una vez que está despejada la clave de su composición.   Esta es una dimensión del problema que los medios de comunicación  evitan explicarnos. Pero la realidad es que no  hay vacunas porque  la propiedad de las patentes  impide su producción simultánea en múltiples países, como si la Ciencia y sus descubrimientos no fueran u  patrimonio histórico acumulado de toda la humanidad

 

    Pero resulta aún más irritante  cuando se descubre que todas las vacunas  que ya están en el mercado han podido  desarrollarse gracias al apoyo estatal recibido que, según aportan los datos, ha sido especialmente generoso.  Sin ir más lejos, la empresa BioNTech, socia de Pfizer, percibió una ayuda de 445 millones de dólares  del dinero de los  contribuyentes.

 

   Una práctica esta última nada nueva, por cierto. En los años más duros de la crisis económica de la que todavía no  acabamos de salir, el Estado español - o sea, los contribuyentes - salvó de una estrepitosa bancarrota a la gran banca de este país. Sin embargo,  esa misma banca  no sólo no ha satisfecho aquella deuda contraída con la sociedad, sino que además aplica operaciones duramente onerosas, sin que nadie sea capaz de decirle "¡hasta aquí hemos llegado!".

 

  ¿No le subleva, lector, que se produzcan hechos como estos, cuando diariamente están muriendo miles de personas?

 

 

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