UN PRÍNCIPE DE LA IGLESIA AL QUE "HACER COLA" LE PARECÍA UNA VULGARIDAD
El temor a letalidad del coronavirus es tan poderoso que es capaz de acabar con la decencia de nuestros próceres.
Nada menos que el señor obispo de Mallorca, monseñor Sebastià Taltavull, la pilló al vuelo y no desaprovechó la ocasión para "colarse" y tratar de ser vacunado antes que el resto de sus amantísimos feligreses. Pero acabaron pescándolo...
POR ALFREDO MUTTI PARA CANARIAS SEMANAL
Hay que ver. Cosas - dicen algunos- de la naturaleza humana. La letalidad del maldito virus, que ha sido capaz de contagiar el pasado fin de semana a nada menos que a casi 100.000 españoles, es tan poderoso que llega aflojar los resortes de la moralidad y la decencia de nuestros más ejemplares próceres.
Nos estamos refiriendo, claro, a cómo decenas de cargos institucionales de nivel bajo, medio, alto y altísimo, han sido pillados in fragantis intentando burlar el orden preestablecido para la aplicación de la vacuna contra Covid19.
El último caso del que hemos tenido noticias hace apenas unas horas, ha llegado a alcanzar incluso la categoría de "metafísico". Y es que nada menos que el señor obispo de Mallorca, monseñor Sebastià Taltavull, la pilló al vuelo y no desaprovechó la ocasión para "colarse" y tratar de ser vacunado antes que el resto de sus amantísimos feligreses.
Ahora, casi un mes después del hecho, se ha sabido que obispo Taltavull se comportó como un simple y aprovechado "colón", tal y como se hubiera podido comportar cualquier mindundi.
El prelado malandrín se vacunó antes de que lo hicieran centenares de miles de ciudadanos que necesitan la vacuna. O sea, antes que los sanitarios, los ancianos con enfermedades de riesgo, los enseñantes, los servidores públicos etc. etc. Y para ello se valió de los intrincados recovecos de los atrios conventuales.
Desde principios del presente mes de enero, Sebastià Taltavull , que parece estar convencido de que las oportunidades las pintan calvas, no desaprovechó la ocasión que le brindaron sus conexiones eclesiales para gozar del privilegio de ser vacunado antes que el resto de los mortales. El pretexto utilizado por este digno jerarca de la Iglesia no ha podido resultar más infantil, pese a que tiene ya 72 primaveras. Arguye él, que dado que vive al lado de una Residencia para sacerdotes jubilados, sus coleguillas vecinos lo incluyeron, como quien no quiere la cosa, en la lista de vacunación de la mentada Residencia. Y él, que tampoco es de piedra, vio -nunca mejor dicho- los cielos abiertos.
Sin embargo, mi padre, que tiene algunos añitos más que el obispo Taltavull, no sólo no ha recibido vacuna alguna, sino que ni siquiera tiene pajolera idea de a qué altura del año 2021 se podrá sentir seguro de no ser contagiado . Pero se comprende. Mi padre ha sido tan sólo un simple currante, que no pudo alcanzar nunca la categoría de “príncipe de la Iglesia”.
Por un instante se me ocurre pensar que como ha sucedido con alcaldes, concejales e, inclusocomo el Jefe del Jemad, al obispo de Mallorca ahora le correspondería presentar la dimisión. Ingenuidades mías. Me había olvidado de que la Iglesia no se reconoce a sí misma como una institución democrática y que, por tanto, no está sometida a esas vulgares bagatelas mundanas.
¡Ay Taltavull, Taltavull...!
POR ALFREDO MUTTI PARA CANARIAS SEMANAL
Hay que ver. Cosas - dicen algunos- de la naturaleza humana. La letalidad del maldito virus, que ha sido capaz de contagiar el pasado fin de semana a nada menos que a casi 100.000 españoles, es tan poderoso que llega aflojar los resortes de la moralidad y la decencia de nuestros más ejemplares próceres.
Nos estamos refiriendo, claro, a cómo decenas de cargos institucionales de nivel bajo, medio, alto y altísimo, han sido pillados in fragantis intentando burlar el orden preestablecido para la aplicación de la vacuna contra Covid19.
El último caso del que hemos tenido noticias hace apenas unas horas, ha llegado a alcanzar incluso la categoría de "metafísico". Y es que nada menos que el señor obispo de Mallorca, monseñor Sebastià Taltavull, la pilló al vuelo y no desaprovechó la ocasión para "colarse" y tratar de ser vacunado antes que el resto de sus amantísimos feligreses.
Ahora, casi un mes después del hecho, se ha sabido que obispo Taltavull se comportó como un simple y aprovechado "colón", tal y como se hubiera podido comportar cualquier mindundi.
El prelado malandrín se vacunó antes de que lo hicieran centenares de miles de ciudadanos que necesitan la vacuna. O sea, antes que los sanitarios, los ancianos con enfermedades de riesgo, los enseñantes, los servidores públicos etc. etc. Y para ello se valió de los intrincados recovecos de los atrios conventuales.
Desde principios del presente mes de enero, Sebastià Taltavull , que parece estar convencido de que las oportunidades las pintan calvas, no desaprovechó la ocasión que le brindaron sus conexiones eclesiales para gozar del privilegio de ser vacunado antes que el resto de los mortales. El pretexto utilizado por este digno jerarca de la Iglesia no ha podido resultar más infantil, pese a que tiene ya 72 primaveras. Arguye él, que dado que vive al lado de una Residencia para sacerdotes jubilados, sus coleguillas vecinos lo incluyeron, como quien no quiere la cosa, en la lista de vacunación de la mentada Residencia. Y él, que tampoco es de piedra, vio -nunca mejor dicho- los cielos abiertos.
Sin embargo, mi padre, que tiene algunos añitos más que el obispo Taltavull, no sólo no ha recibido vacuna alguna, sino que ni siquiera tiene pajolera idea de a qué altura del año 2021 se podrá sentir seguro de no ser contagiado . Pero se comprende. Mi padre ha sido tan sólo un simple currante, que no pudo alcanzar nunca la categoría de “príncipe de la Iglesia”.
Por un instante se me ocurre pensar que como ha sucedido con alcaldes, concejales e, inclusocomo el Jefe del Jemad, al obispo de Mallorca ahora le correspondería presentar la dimisión. Ingenuidades mías. Me había olvidado de que la Iglesia no se reconoce a sí misma como una institución democrática y que, por tanto, no está sometida a esas vulgares bagatelas mundanas.
¡Ay Taltavull, Taltavull...!





























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