
EL PENAL DE BURGOS Y LOS “OLVIDOS HISTÓRICOS” DE LA IZQUIERDA
"Me ha sorprendido el olvido clamoroso de uno de los presos más imponentes de nuestra historia reciente"
Es una obligación - escribe Micaela Sagaseta - señalar los olvidos, yo diría que intencionados más que por puro desconocimiento, que se producen libros que andan por el mar de bibliografía con que contamos sobre el franquismo y la misma historia del PCE".
POR MICAELA SAGASETA (*) PARA CANARIAS SEMANAL
Es obligación histórica señalar los olvidos, yo diría que intencionados más que por puro desconocimiento, que se producen en libros que andan por el mar de bibliografía con que contamos sobre el franquismo y la misma historia del PCE.
He tenido oportunidad de leer el libro de Enric Juliana, de reciente aparición, “Aquí no hemos venido a estudiar”. También he cotejado el libro testimonio de Gervasio Puerta García, “Palomas tras las rejas” y he releído parte del libro de Sergio Millares Cantero, “Fernando Sagaseta, la vida de un luchador irremediable”.
El momento que nos ocupa son los años 60 del pasado siglo.
En España, las cárceles están llenas en ese entonces con presos políticos a la espera de juicio, presos comunes fruto de un país en la miseria donde la delincuencia común se trata con criterios fascistas y donde los homosexuales son considerados vagos y maleantes, como reza la “ley” y también engrosan la sociedad carcelaria. En fin, la España franquista, que tiene un “buenísimo” exponente en el odioso y odiado penal de Burgos.
Allí se concentra lo más “peligroso del izquierdismo español”. Muchos, pasaron del penal al paredón en años anteriores y otros, después de tener que someterse a “juicios de cartón”, con sentencias ya anunciadas antes de celebrarse, convirtieron el penal en su “lugar de encierro” para el cumplimiento de largas, larguisimas condenas, con penas de muerte incluidas (cada día esperando por el verdugo) o penas de hasta 30 años que fueron conmutadas, pero después de pasar una buena suma de años en ese presidio.
Existían otros centros de reclusión importantes como el de Jaén, Cádiz, Alcalá de Henares, Carabanchel, Segovia, el del Dueso, en Santander… pero siempre se da como referencia de penal infernal el de Burgos, donde se concentró mayor cantidad de presos políticos. Los considerados “más peligrosos”, fundamentalmente comunistas, aunque también había algunos socialistas, anarquistas e independentistas vascos, catalanes y algún canario.
En el libro de Enric Juliana me ha sorprendido el olvido clamoroso de uno de los presos más imponentes de nuestra historia reciente. Se trata del compañero JOSE SATUE MALO, un luchador empedernido, condenado a muerte y que pasó por varias prisiones: Salamanca, Burgos, llegando finalmente a cumplir condena por 20 años, ¡que se dice pronto!
![[Img #64785]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2020/8839_jose-satue.jpg)
Todo el que ha tenido oportunidad de conocer a Satué, el hombre que hizo marxista-leninista a Fernando Sagaseta en el penal de Burgos, puede afirmar, con plena certeza, que hombres de su talla, son casi impensables en la actualidad. Al menos en este país descalabrado en todos los órdenes. Su categoría humana, su profunda formación, su capacidad de análisis, sus inamovibles convicciones, su firmeza de espíritu, todo ello en él era monolítico y de una certeza de miras apabullante. Fue un hombre de principios, con una gran capacidad didáctica. Un comunista de palabras y obras.
Al salir de la prisión de Ocaña hacia la de Salamanca las palabras de despedida del Director del centro penitenciario para él fueron:
“te has escapado de ser fusilado, pero no te libras de pudrirte en prisión”.
Su liberación no llegará hasta mayo del 67. Él mismo decía que su caso no era más que la singularización del caso general. Es decir, el de los presos políticos de la dictadura. Es la misma generosidad y absoluta entrega que dieron millares de hombres y mujeres, donando sin reservas ni contrapartidas lo mejor de sus vidas. Todo por un porvenir más justo para las clases trabajadoras españolas, por el futuro de este país.
Es nuestro deber reivindicar estas figuras, porque estos tiempos son propicios para el olvido, el ocultamiento e incluso la tergiversación del aporte que hicieron con su ejemplo, su entrega desinteresada y muchos de ellos, con su propia vida. Así hicieron tantos hombres y mujeres antifascistas y honestos que el “nuevo orden mundial” pretende silenciar para siempre.
Este es un caso singular, por la envergadura de su testimonio, práctica y orientación política. Con él se crean las células que luego serían lo que es en la actualidad el PCPE (Partido Comunista de los pueblos de España).
Hasta su muerte en 1991, Satué se mantuvo activo politicamente, ejercitando su gran capacidad de trabajo, de estudio, de reflexión y siguió desplegando sus conocimientos al servicio de las clases trabajadoras. Satué había analizado muy bien los derroteros por donde nos llevaba la falsa democracia y veía con claridad meridiana el papel de los partidos comunistas en el final del siglo XX y los retos que tendrían que enfrentar en el nuevo siglo.
Pues ni Enric Juliana en su libro hace mención de SATUE, ni Gervasio Puerta hace algo diferente que nombrarlo de pasada en dos párrafos insignificantes en el suyo.
Por parte de este lo entiendo, aunque no lo comparto, por ser SATUE algo así como un disidente, para él que permaneció en las filas del PCE hasta su muerte. Igualmente en el libro de Gervasio figura una lista coja de presos políticos, en la que deja fuera, entre otros, a Manuel Blanco Chivite (condenado a muerte), Pablo Mayoral (condenado a muerte), Luis Puicercus, y algún otro. De cualquier forma, es una tremenda injusticia y un silencio inaceptable desde todo punto de vista: político, sociológico, moral e histórico.
En cuanto a Juliana, lo que demuestra es que su estudio de la población carcelaria del penal de Burgos ha sido sesgado, porque tampoco de Gervasio Puerta hace mención alguna en su libro, cuando fue importante su papel dentro del penal como comunicador clandestino y enlace con el exterior, entre otras de sus actividades.
De la misma forma, Enric Juliana cita en su libro a Fernando Sagaseta, en relación a la vida del penal, sólo como integrante de un “frente jurídico”, formado por los abogados Antonio Gimenez Pericás, Gregorio Ortiz Ricoll y él, los tres presos.
Aún así, dejó muy claro que este equipo creó muchos quebraderos de cabeza al gobierno, porque revisaron los Consejos de guerra a los que habían sido sometidos los compañeros “políticos” y demostraron la cantidad de irregularidades que se habían cometido en los mismos, e hicieron múltiples reclamaciones públicas, al gobierno y a la Iglesia desde la prisión. Pero la actuación de Fernando en el penal de Burgos fue mucho más allá de la práctica jurídica, implicándose de lleno en todas las demandas que solicitaban los presos, lo que le costaba que lo metieran incomunicado en celda de castigo con relativa frecuencia, pena que no le hacía mella alguna. Él fue imprimiendo su nervio y activismo desde que se familiarizó con la vida carcelaria del penal. El asesinato de Julián Grimau en el 63 fue un revulsivo tremendo para él.
Y, sobe todo, el encuentro con Satué, que le impactó y con él que creó una estrecha y entrañable amistad. Tanto, que Pepe se vino a vivir a casa de Fernando en Gran Canaria, cuando salió en libertad en el 67. También compartió vivienda con mi hermano Joaquín y su familia durante algún tiempo. Por ello tuve oportunidad de conocerlo, admirarlo y aprender de él esas lecciones que quedan para siempre.
Recuerda, por el contrario, Fernando, en el libro de Millares, a Gervasio Puertas, como líder obrero en Andalucía, y como le impresionaba su espíritu combativo.
Habiendo conocido yo en Madrid muchos años después a Gervasio Puerta como Presidente de la Asociación de Expresos políticos antifranquistas, me confirmó la intensa relación que tuvo con Fernando en el Penal. Incluso llevaban juntos una comuna y para él era como un hermano. De ahí mi extrañeza de que en su libro no lo cuente, y lo nombre sólo como integrante, ya con posterioridad y en libertad, de una coordinadora pro Amnistía para todos los presos políticos, por lo que interpreto que la expulsión de Fernando del partido en la misma cárcel, por ser un “indomesticable”, puede explicar este silencio “inexplicable” de Gervasio. Por el contrario Fernando, en el libro de Millares, lo define como
“un hombre que no se callaba. Era un hombre chiquitito, inteligente, con una gran sensibilidad… para mi es uno de los compañeros que mejor recuerdo”.
Algún preso político canario del PC, cuando está en la cárcel de Segovia años después, conoce personalmente a Pere Ardiaca, uno de los pesos pesados comunistas que coincidió con Fernando en el penal de Burgos. Ardiaca le confirma al canario que:
“Fernando jugó un gran papel en Burgos. Fernando era un novato comparado con los presos que allí había con larguísimas condenas, pero estaban encantados con él, por su empuje; llegó con ideas de renovación. Fernando se hizo en esa disidencia, era anticarrillista.”
Fernando acortó su condena de manera considerable gracias al indulto que se produjo al fallecer Juan XXIII. En el verano del 65 es excarcelado. Después vinieron otras represiones, otras batallas.
Por eso concluyo que NADA OCURRE POR CASUALIDAD, ni siquiera estos olvidos.
(*) Micaela Sagaseta P. es historiadora y miembro del Consejo Nacional e Internacional de la Comunicacion Popular CONAICOP, Seccion DDHH, Canarias
POR MICAELA SAGASETA (*) PARA CANARIAS SEMANAL
Es obligación histórica señalar los olvidos, yo diría que intencionados más que por puro desconocimiento, que se producen en libros que andan por el mar de bibliografía con que contamos sobre el franquismo y la misma historia del PCE.
He tenido oportunidad de leer el libro de Enric Juliana, de reciente aparición, “Aquí no hemos venido a estudiar”. También he cotejado el libro testimonio de Gervasio Puerta García, “Palomas tras las rejas” y he releído parte del libro de Sergio Millares Cantero, “Fernando Sagaseta, la vida de un luchador irremediable”.
El momento que nos ocupa son los años 60 del pasado siglo.
En España, las cárceles están llenas en ese entonces con presos políticos a la espera de juicio, presos comunes fruto de un país en la miseria donde la delincuencia común se trata con criterios fascistas y donde los homosexuales son considerados vagos y maleantes, como reza la “ley” y también engrosan la sociedad carcelaria. En fin, la España franquista, que tiene un “buenísimo” exponente en el odioso y odiado penal de Burgos.
Allí se concentra lo más “peligroso del izquierdismo español”. Muchos, pasaron del penal al paredón en años anteriores y otros, después de tener que someterse a “juicios de cartón”, con sentencias ya anunciadas antes de celebrarse, convirtieron el penal en su “lugar de encierro” para el cumplimiento de largas, larguisimas condenas, con penas de muerte incluidas (cada día esperando por el verdugo) o penas de hasta 30 años que fueron conmutadas, pero después de pasar una buena suma de años en ese presidio.
Existían otros centros de reclusión importantes como el de Jaén, Cádiz, Alcalá de Henares, Carabanchel, Segovia, el del Dueso, en Santander… pero siempre se da como referencia de penal infernal el de Burgos, donde se concentró mayor cantidad de presos políticos. Los considerados “más peligrosos”, fundamentalmente comunistas, aunque también había algunos socialistas, anarquistas e independentistas vascos, catalanes y algún canario.
En el libro de Enric Juliana me ha sorprendido el olvido clamoroso de uno de los presos más imponentes de nuestra historia reciente. Se trata del compañero JOSE SATUE MALO, un luchador empedernido, condenado a muerte y que pasó por varias prisiones: Salamanca, Burgos, llegando finalmente a cumplir condena por 20 años, ¡que se dice pronto!
Todo el que ha tenido oportunidad de conocer a Satué, el hombre que hizo marxista-leninista a Fernando Sagaseta en el penal de Burgos, puede afirmar, con plena certeza, que hombres de su talla, son casi impensables en la actualidad. Al menos en este país descalabrado en todos los órdenes. Su categoría humana, su profunda formación, su capacidad de análisis, sus inamovibles convicciones, su firmeza de espíritu, todo ello en él era monolítico y de una certeza de miras apabullante. Fue un hombre de principios, con una gran capacidad didáctica. Un comunista de palabras y obras.
Al salir de la prisión de Ocaña hacia la de Salamanca las palabras de despedida del Director del centro penitenciario para él fueron:
“te has escapado de ser fusilado, pero no te libras de pudrirte en prisión”.
Su liberación no llegará hasta mayo del 67. Él mismo decía que su caso no era más que la singularización del caso general. Es decir, el de los presos políticos de la dictadura. Es la misma generosidad y absoluta entrega que dieron millares de hombres y mujeres, donando sin reservas ni contrapartidas lo mejor de sus vidas. Todo por un porvenir más justo para las clases trabajadoras españolas, por el futuro de este país.
Es nuestro deber reivindicar estas figuras, porque estos tiempos son propicios para el olvido, el ocultamiento e incluso la tergiversación del aporte que hicieron con su ejemplo, su entrega desinteresada y muchos de ellos, con su propia vida. Así hicieron tantos hombres y mujeres antifascistas y honestos que el “nuevo orden mundial” pretende silenciar para siempre.
Este es un caso singular, por la envergadura de su testimonio, práctica y orientación política. Con él se crean las células que luego serían lo que es en la actualidad el PCPE (Partido Comunista de los pueblos de España).
Hasta su muerte en 1991, Satué se mantuvo activo politicamente, ejercitando su gran capacidad de trabajo, de estudio, de reflexión y siguió desplegando sus conocimientos al servicio de las clases trabajadoras. Satué había analizado muy bien los derroteros por donde nos llevaba la falsa democracia y veía con claridad meridiana el papel de los partidos comunistas en el final del siglo XX y los retos que tendrían que enfrentar en el nuevo siglo.
Pues ni Enric Juliana en su libro hace mención de SATUE, ni Gervasio Puerta hace algo diferente que nombrarlo de pasada en dos párrafos insignificantes en el suyo.
Por parte de este lo entiendo, aunque no lo comparto, por ser SATUE algo así como un disidente, para él que permaneció en las filas del PCE hasta su muerte. Igualmente en el libro de Gervasio figura una lista coja de presos políticos, en la que deja fuera, entre otros, a Manuel Blanco Chivite (condenado a muerte), Pablo Mayoral (condenado a muerte), Luis Puicercus, y algún otro. De cualquier forma, es una tremenda injusticia y un silencio inaceptable desde todo punto de vista: político, sociológico, moral e histórico.
En cuanto a Juliana, lo que demuestra es que su estudio de la población carcelaria del penal de Burgos ha sido sesgado, porque tampoco de Gervasio Puerta hace mención alguna en su libro, cuando fue importante su papel dentro del penal como comunicador clandestino y enlace con el exterior, entre otras de sus actividades.
De la misma forma, Enric Juliana cita en su libro a Fernando Sagaseta, en relación a la vida del penal, sólo como integrante de un “frente jurídico”, formado por los abogados Antonio Gimenez Pericás, Gregorio Ortiz Ricoll y él, los tres presos.
Aún así, dejó muy claro que este equipo creó muchos quebraderos de cabeza al gobierno, porque revisaron los Consejos de guerra a los que habían sido sometidos los compañeros “políticos” y demostraron la cantidad de irregularidades que se habían cometido en los mismos, e hicieron múltiples reclamaciones públicas, al gobierno y a la Iglesia desde la prisión. Pero la actuación de Fernando en el penal de Burgos fue mucho más allá de la práctica jurídica, implicándose de lleno en todas las demandas que solicitaban los presos, lo que le costaba que lo metieran incomunicado en celda de castigo con relativa frecuencia, pena que no le hacía mella alguna. Él fue imprimiendo su nervio y activismo desde que se familiarizó con la vida carcelaria del penal. El asesinato de Julián Grimau en el 63 fue un revulsivo tremendo para él.
Y, sobe todo, el encuentro con Satué, que le impactó y con él que creó una estrecha y entrañable amistad. Tanto, que Pepe se vino a vivir a casa de Fernando en Gran Canaria, cuando salió en libertad en el 67. También compartió vivienda con mi hermano Joaquín y su familia durante algún tiempo. Por ello tuve oportunidad de conocerlo, admirarlo y aprender de él esas lecciones que quedan para siempre.
Recuerda, por el contrario, Fernando, en el libro de Millares, a Gervasio Puertas, como líder obrero en Andalucía, y como le impresionaba su espíritu combativo.
Habiendo conocido yo en Madrid muchos años después a Gervasio Puerta como Presidente de la Asociación de Expresos políticos antifranquistas, me confirmó la intensa relación que tuvo con Fernando en el Penal. Incluso llevaban juntos una comuna y para él era como un hermano. De ahí mi extrañeza de que en su libro no lo cuente, y lo nombre sólo como integrante, ya con posterioridad y en libertad, de una coordinadora pro Amnistía para todos los presos políticos, por lo que interpreto que la expulsión de Fernando del partido en la misma cárcel, por ser un “indomesticable”, puede explicar este silencio “inexplicable” de Gervasio. Por el contrario Fernando, en el libro de Millares, lo define como
“un hombre que no se callaba. Era un hombre chiquitito, inteligente, con una gran sensibilidad… para mi es uno de los compañeros que mejor recuerdo”.
Algún preso político canario del PC, cuando está en la cárcel de Segovia años después, conoce personalmente a Pere Ardiaca, uno de los pesos pesados comunistas que coincidió con Fernando en el penal de Burgos. Ardiaca le confirma al canario que:
“Fernando jugó un gran papel en Burgos. Fernando era un novato comparado con los presos que allí había con larguísimas condenas, pero estaban encantados con él, por su empuje; llegó con ideas de renovación. Fernando se hizo en esa disidencia, era anticarrillista.”
Fernando acortó su condena de manera considerable gracias al indulto que se produjo al fallecer Juan XXIII. En el verano del 65 es excarcelado. Después vinieron otras represiones, otras batallas.
Por eso concluyo que NADA OCURRE POR CASUALIDAD, ni siquiera estos olvidos.
(*) Micaela Sagaseta P. es historiadora y miembro del Consejo Nacional e Internacional de la Comunicacion Popular CONAICOP, Seccion DDHH, Canarias
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