ALFREDO PÉREZ RUBALCABA O LA CONCIENCIA MAQUIAVÉLICA DEL ESTADO MONÁRQUICO
"Tras sus ademanes suaves se escondía una personalidad carente de escrúpulos"
Hábil, sinuoso, implacable y frío como un tempano Alfredo Pérez Rubalcaba fue la conciencia maquiavélica del Estado Monárquico español. Un hombre que conoció en profundiad los entresijos más oscuros del aparato del Estado (...).
(Publicado originalmente en julio de 2011)
Por MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL
Para Alfredo Pérez Rubalcaba parecía estar claro que si aquellos jóvenes indignados no se atrevían a traspasar los límites de los parques y las plazas que a lo largo de un mes habían ocupado, el movimiento romántico que tanto eco había tenido en la prensa mundial no constituiría un peligro serio ni para el sistema económico, ni tampoco para el Estado que se encargaba de sostenerlo.
Posiblemente, aquella «spanish revolution» airada pero también ingenua, empezó a inquietar al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba cuando los miles de de personas que convirtieron los lugares públicos en Asambleas permanentes comenzaron a plantearse que para darle efectividad a la protesta, había que pasar del puro mensaje testimonial a la acción, organizándose en los barrios, en las universidades y en los centros de trabajo.
Y no solo organizarse sino aprovechar también aquel impulso espontáneo para preparar la resistencia contra la arrolladora codicia de los Bancos, que se expresaba en la ejecución de decenas de miles de desahucios. Fue en ese momento justamente cuando comenzó a producirse el famoso «salto cualitativo». Es decir, pasar de la reflexión en voz alta, a la acción directa.
![[Img #69338]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2021/7540_ruby.jpg)
Los perroflautas, como peyorativamente califica la prensa de la extrema derecha a los integrantes del movimiento asambleario, empezaron a apercibirse del extraordinario poder que proporcionaba sus multitudinarias concentraciones. Entre ellos fue abriéndose poco a poco, casi a tientas, la idea de que no bastaba con soñar con la posibilidad de un mundo mejor, sino que había que empezar a construirlo a través de la acción y la concertación de voluntades.
En apenas 30 días los «perroflautas» empezaron a comprender muchas cosas que la izquierda autista e institucionalizada, educada políticamente bajo el corsé de una democracia construida por los herederos de la pasada dictadura, ni siquiera había logrado atisbar. Y aquellos jóvenes, sin tener en sus mochilas ninguna experiencia política, comenzaron a cercar los Parlamentos y a las marionetas que se escondían tras sus gruesos muros.
Y apenas transcurridas unas semanas también comenzaron a entender que era inhumano no conmoverse ante el panorama de la ola de desahucios de viviendas decretados por los mismos banqueros cuya alquimia financiera había provocado que miles de desempleados se vieran imposibilitados a pagar sus hipotecas.
Y unas semanas después, los mismos perroflautas zarrapastrozos, que no sabían nada de política, comenzaron a propalar a traves de sus medios artesanales la necesidad de convocar una Huelga General.
Y…
Fue en ese instante cuando Alfredo Pérez Rubalcaba se apercibió de que el tsunami de movimientos integrados por millares de «mindundis» empezaba a traspasar la linea roja marcada por el Sistema. Rapidamente se puso en marcha y comenzó a actuar en consecuencia.
Con una habilidad realmente exquisita, pero también con puño de acero, lanzó a los indignados las primeras señales de humo que les advertia de lo violenta que podía llegar a ser la furia de la omnipotente máquina del Estado cuando alguien se atreve a tocar las fibras más sensibles de su estructura.
Es, quizás, este escenario el que nos permitirá contextualizar las violentas acciones emprendidas contra los campamentos de indignados que aún permanecían en pié en la madrugada del pasado 4 de julio. Las próximas semanas se encargarán de demostrar si las afirmaciones que aquí formulamos son o no ciertas.
PERO... ¿QUIÉN ES REALMENTE RUBALCABA?
Pero, ¿quién es este Rubalcaba hábil, sinuoso, implacable con la frialdad de un tempano? Alfredo Pérez Rubalcaba es hoy, sin duda, la conciencia maquiavélica del Estado monárquico español. Se trata de un hombre que conoce en profundidad los entresijos más oscuros de un aparato Estado, muchas de cuyas piezas son una herencia siniestra de la pasada maquinaria estatal franquista. Esos conocimientos le han permitido que sea cual sea el puesto que ocupe en el Ejecutivo, tenga siempre entre sus otros cometidos, la importante función de tejer y destejer los problemas creados por la impericia de sus colegas los ministros.
«Si tienes el favor o la simpatía de Alfredo siempre podrás contar con la esperanza de allanar los efectos de tus propias torpezas», dicen que comentan en privado sus compañeros de Gabinete".
Estas habilidades de «Alfredo» - así parece estar empeñado en que se le llame ahora - no son producto del azar. Se trata de un hombre dedicado durante años a navegar a través de las pestilentes cloacas del Sistema. Inició esta tenebrosa singladura a principios de los años 90, cuando fue nombrado Ministro de la Presidencia y de las relaciones con las Cortes por Felipe González Márquez.
Desde esa responsabilidad se encargó de desmentir a los cuatro vientos, una y otra vez, las evidentes relaciones existentes entre el Ejecutivo al que pertenecía y el conjunto de la trama inspirada por su Presidente, el Sr X. La derecha no socialdemócrata le reprocha ahora hipócritamente sus mentiras de antaño, y calla sin ruborizarse las operaciones criminales que de forma similar se realizaron durante los gobiernos de la UCD.
Tras sus ademanes suaves, casi británicamente flemáticos, se esconde una personalidad carente de los escrúpulos que a un individuo corriente y honesto le impedirían ejercer determinadas responsabilidades de Estado. José Amedo, un policía asesino al servicio del terrorismo felipista de finales de la década de los ochenta, cuenta que Rubalcaba permaneció siempre detrás de los intentos de comprar su silencio en relación con los operativos protagonizados por los GAL. Es cierto que la nula credibilidad del policía Amedo no permite estar muy seguros de su testimonio, pero después de todo lo que se ha juzgado y probado contra los gobiernos de Felipe González, el relato de este policía sicario no se nos antoja precisamente como improbable.
En cualquier caso, la carrera política de Rubalcaba no fue la de un lobo estepario que en solitario se hiciera así mismo. "Alfredo" no es un self made man. Contó siempre con la ayuda de padrinos bien colocados en lugares privilegiados de las alturas. Su estrecha relación con Javier Solana, otro corsario de las alcantarillas del Sistema, le franqueó las puertas de los despachos de los poderosos, abriéndole las cajas fuertes de los secretos mejor guardados del establishment. Teniendo como mentor a quien sería Secretario General de la OTAN, Rubalcaba tuvo acceso - de la mano de este amigo y preceptor- a las áreas mas reservadas de las cancillerías europeas. Eso le permitió establecer cordiales relaciones con los representantes de los poderes supranacionales del capitalismo internacional.
Entre las muchas cosas que los famosos papeles de WikiLeaks pusieron de manifiesto, una de ellas fue la familiaridad con la que «Alfredo» se movía en esos ámbitos. Y también - todo hay que decirlo - el talante extremadamente servicial de su conducta, expresada con especial esmero en sus relaciones con más conspicuos representantes del gobierno de los Estados Unidos de América.
Hace apenas unas semanas, a golpe de talismán, «Alfredo» fue convertido por el aparato de la organización política a la que pertenece, en candidato a la presidencia para las próximas Elecciones Generales. La derecha franquista está inquieta. No porque Rubalcaba pueda representar, ni mucho menos, un peligro para las sacrosantas esencias del Sistema monárquico español, sino porque es conocedora de que entre sus filas no existe competidor alguno que pueda igualar la habilidad e inteligencia de este experto peligroso y contrincante. Pero ese será un tema sobre el que, probablemente, nos veremos obligados a escribir en futuras ocasiones.
(Publicado originalmente en julio de 2011)
Por MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL
Para Alfredo Pérez Rubalcaba parecía estar claro que si aquellos jóvenes indignados no se atrevían a traspasar los límites de los parques y las plazas que a lo largo de un mes habían ocupado, el movimiento romántico que tanto eco había tenido en la prensa mundial no constituiría un peligro serio ni para el sistema económico, ni tampoco para el Estado que se encargaba de sostenerlo.
Posiblemente, aquella «spanish revolution» airada pero también ingenua, empezó a inquietar al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba cuando los miles de de personas que convirtieron los lugares públicos en Asambleas permanentes comenzaron a plantearse que para darle efectividad a la protesta, había que pasar del puro mensaje testimonial a la acción, organizándose en los barrios, en las universidades y en los centros de trabajo.
Y no solo organizarse sino aprovechar también aquel impulso espontáneo para preparar la resistencia contra la arrolladora codicia de los Bancos, que se expresaba en la ejecución de decenas de miles de desahucios. Fue en ese momento justamente cuando comenzó a producirse el famoso «salto cualitativo». Es decir, pasar de la reflexión en voz alta, a la acción directa.
![[Img #69338]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2021/7540_ruby.jpg)
Los perroflautas, como peyorativamente califica la prensa de la extrema derecha a los integrantes del movimiento asambleario, empezaron a apercibirse del extraordinario poder que proporcionaba sus multitudinarias concentraciones. Entre ellos fue abriéndose poco a poco, casi a tientas, la idea de que no bastaba con soñar con la posibilidad de un mundo mejor, sino que había que empezar a construirlo a través de la acción y la concertación de voluntades.
En apenas 30 días los «perroflautas» empezaron a comprender muchas cosas que la izquierda autista e institucionalizada, educada políticamente bajo el corsé de una democracia construida por los herederos de la pasada dictadura, ni siquiera había logrado atisbar. Y aquellos jóvenes, sin tener en sus mochilas ninguna experiencia política, comenzaron a cercar los Parlamentos y a las marionetas que se escondían tras sus gruesos muros.
Y apenas transcurridas unas semanas también comenzaron a entender que era inhumano no conmoverse ante el panorama de la ola de desahucios de viviendas decretados por los mismos banqueros cuya alquimia financiera había provocado que miles de desempleados se vieran imposibilitados a pagar sus hipotecas.
Y unas semanas después, los mismos perroflautas zarrapastrozos, que no sabían nada de política, comenzaron a propalar a traves de sus medios artesanales la necesidad de convocar una Huelga General.
Y…
Fue en ese instante cuando Alfredo Pérez Rubalcaba se apercibió de que el tsunami de movimientos integrados por millares de «mindundis» empezaba a traspasar la linea roja marcada por el Sistema. Rapidamente se puso en marcha y comenzó a actuar en consecuencia.
Con una habilidad realmente exquisita, pero también con puño de acero, lanzó a los indignados las primeras señales de humo que les advertia de lo violenta que podía llegar a ser la furia de la omnipotente máquina del Estado cuando alguien se atreve a tocar las fibras más sensibles de su estructura.
Es, quizás, este escenario el que nos permitirá contextualizar las violentas acciones emprendidas contra los campamentos de indignados que aún permanecían en pié en la madrugada del pasado 4 de julio. Las próximas semanas se encargarán de demostrar si las afirmaciones que aquí formulamos son o no ciertas.
PERO... ¿QUIÉN ES REALMENTE RUBALCABA?
Pero, ¿quién es este Rubalcaba hábil, sinuoso, implacable con la frialdad de un tempano? Alfredo Pérez Rubalcaba es hoy, sin duda, la conciencia maquiavélica del Estado monárquico español. Se trata de un hombre que conoce en profundidad los entresijos más oscuros de un aparato Estado, muchas de cuyas piezas son una herencia siniestra de la pasada maquinaria estatal franquista. Esos conocimientos le han permitido que sea cual sea el puesto que ocupe en el Ejecutivo, tenga siempre entre sus otros cometidos, la importante función de tejer y destejer los problemas creados por la impericia de sus colegas los ministros.
«Si tienes el favor o la simpatía de Alfredo siempre podrás contar con la esperanza de allanar los efectos de tus propias torpezas», dicen que comentan en privado sus compañeros de Gabinete".
Estas habilidades de «Alfredo» - así parece estar empeñado en que se le llame ahora - no son producto del azar. Se trata de un hombre dedicado durante años a navegar a través de las pestilentes cloacas del Sistema. Inició esta tenebrosa singladura a principios de los años 90, cuando fue nombrado Ministro de la Presidencia y de las relaciones con las Cortes por Felipe González Márquez.
Desde esa responsabilidad se encargó de desmentir a los cuatro vientos, una y otra vez, las evidentes relaciones existentes entre el Ejecutivo al que pertenecía y el conjunto de la trama inspirada por su Presidente, el Sr X. La derecha no socialdemócrata le reprocha ahora hipócritamente sus mentiras de antaño, y calla sin ruborizarse las operaciones criminales que de forma similar se realizaron durante los gobiernos de la UCD.
Tras sus ademanes suaves, casi británicamente flemáticos, se esconde una personalidad carente de los escrúpulos que a un individuo corriente y honesto le impedirían ejercer determinadas responsabilidades de Estado. José Amedo, un policía asesino al servicio del terrorismo felipista de finales de la década de los ochenta, cuenta que Rubalcaba permaneció siempre detrás de los intentos de comprar su silencio en relación con los operativos protagonizados por los GAL. Es cierto que la nula credibilidad del policía Amedo no permite estar muy seguros de su testimonio, pero después de todo lo que se ha juzgado y probado contra los gobiernos de Felipe González, el relato de este policía sicario no se nos antoja precisamente como improbable.
En cualquier caso, la carrera política de Rubalcaba no fue la de un lobo estepario que en solitario se hiciera así mismo. "Alfredo" no es un self made man. Contó siempre con la ayuda de padrinos bien colocados en lugares privilegiados de las alturas. Su estrecha relación con Javier Solana, otro corsario de las alcantarillas del Sistema, le franqueó las puertas de los despachos de los poderosos, abriéndole las cajas fuertes de los secretos mejor guardados del establishment. Teniendo como mentor a quien sería Secretario General de la OTAN, Rubalcaba tuvo acceso - de la mano de este amigo y preceptor- a las áreas mas reservadas de las cancillerías europeas. Eso le permitió establecer cordiales relaciones con los representantes de los poderes supranacionales del capitalismo internacional.
Entre las muchas cosas que los famosos papeles de WikiLeaks pusieron de manifiesto, una de ellas fue la familiaridad con la que «Alfredo» se movía en esos ámbitos. Y también - todo hay que decirlo - el talante extremadamente servicial de su conducta, expresada con especial esmero en sus relaciones con más conspicuos representantes del gobierno de los Estados Unidos de América.
Hace apenas unas semanas, a golpe de talismán, «Alfredo» fue convertido por el aparato de la organización política a la que pertenece, en candidato a la presidencia para las próximas Elecciones Generales. La derecha franquista está inquieta. No porque Rubalcaba pueda representar, ni mucho menos, un peligro para las sacrosantas esencias del Sistema monárquico español, sino porque es conocedora de que entre sus filas no existe competidor alguno que pueda igualar la habilidad e inteligencia de este experto peligroso y contrincante. Pero ese será un tema sobre el que, probablemente, nos veremos obligados a escribir en futuras ocasiones.






























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