
¿ ALGUIEN SABE QUE FUERON LOS TRABAJADORES PRECARIOS QUIENES SALVARON A ESTE INGRATO PAÍS?
¿Se aproxima la rebelión de los trabajadores precarizados?
Escribe Andrés Villaplana que cotidianamente un ejército de hormiguitas que laboriosamente hacen posible que cada dia esta sociedad funcione, carece de la más minima pecepcion social. ¿Quiénes lo componen? ¿Por qué siendo tan valiosos para la sociedad se les ignora? Villaplana, no obstante, advierte que un día, tal vez más cercano de lo que algunos puedan imaginarse, hagamos temblar los mismos tuétanos de aquellos que con sus salarios miserables, han despreciado nuestras vidas y nuestra dignidad (...).
POR ANDRÉS VILLAPLANA (*) PARA CANARIAS SEMANAL
Diriase que el ejército de hormiguitas que laboriosamente hacen posible que cada día esta sociedad funcione, carece de la más minima pecepción social. Los beneficiarios del trabajo cotidiano de esta multitud invisible, que se mueve de manera compulsiva a lo largo y ancho de toda la urdimbre urbana, apenas es consignada por quienes, sin embargo, sobreviven gracias a su existencia. Me estoy refiriendo, claro, a nosotros, los millones de trabajadores precarizados que la proverbial magia del sistema económico que controla nuestros destinos no solo superexplota sino que, además, ha logrado convertir en "inexistentes".
Hace apenas unas horas he tenido la oportunidad de leer el extracto de un informe de Oxfam Intermón. Oxfam es una ONG, afiliada a la Confederación Oxfam, que agrupa a 17 organizaciones que trabajan en 41 países. En un estudio realizado recientemente por esa organización se pone de relieve que han sido los llamados "trabajadores esenciales" los que en el curso de la batalla social contra el avance del COVID-19 han soportado mayores niveles de precariedad en España.
En las filas de este enorme colectivo laboral está incluido el personal sanitario, el personal de supermercados, los jornaleros, las trabajadoras del hogar, los cuidadores, repartidores varios… Es decir, un conjunto de centenares de miles de personas que, arriesgando sus propias vidas, han permitido que esta sociedad pueda sobrevivir al aislamiento y a la misma acción letal de la pandemia del coronavirus.
Lejos de constituya una paradoja en el tipo de sociedad en el que vivimos, sobre estos "trabajadores esenciales" han recaído también los mayores niveles de precariedad salarial y temporalidad en el puesto de trabajo.
De acuerdo con el contenido del citado informe de Oxfam Intermón:
“la precariedad afecta con especial fuerza a quienes durante la pandemia se han revelado como imprescindibles para cuidar y salvar nuestras vidas… los “auxiliares de dependencia, profesionales sanitarios, mensajeros de plataformas, trabajadoras del hogar o cajeras de supermercado están entre los más precarizados y peor pagados”, cuando justamente han sido ellos - y posiblemente, tal y como van las cosas vuelvan a serlo- quienes cuando el país se paralizó permitieron que la vida continuara sin que la sociedad sucumbiera".
Dentro de la enorme bolsa social de personas que han caído en el pozo de la precariedad laboral, sin que el sistema económico dominante les otorgue la más mínima posibilidad de salir de ella, hay dos sectores especialmente vulnerables: los subcontratados y aquellos que desempeñan tareas relacionadas con el hogar y los cuidados a terceros. El informe de Oxfam cita algunos ejemplos, entre ellos el de los auxiliares de geriatría:
“Una auxiliar de geriatría tiene un sueldo base de algo menos de 1.000 euros, y una trabajadora del hogar no tiene derecho a desempleo”. No es una simple casualidad que se trate de empleos altamente feminizados. No podemos permitir que una de cada tres trabajadoras del hogar o de cuidados viva por debajo del umbral de la pobreza”- dice el informe de Oxfam
No alimento la más mínima esperanza de que la sociedad, como conjunto, caiga un día en la cuenta del gigantesco servicio que los trabajadores precarizados hamoes prestado y seguimos prestando a esa sociedad que tan olímpicamente nos ignora. Pero sí estoy seguro, en cambio, de que un día ese ejército de subasalariados que se ve obligado a trabajar por casi nada tomará conciencia de su propia fuerza y terminará imponiendo el valor de su peso e importancia a aquellos que se han negado a compensarla o, siquiera, a reconocerla.
Por esa razón, ni yo ni los míos pedimos desde aquí ninguna conmiseración. Simplemente nos limitamos a advertir que un día, tal vez más cercano de lo que algunos puedan imaginarse, haremos temblar los mismos tuétanos de aquellos que imponiéndonos unos salarios miserables han despreciado nuestras vidas y nuestra dignidad como seres humanos.
(*) Andres Villaplana es un trabajador precarizado.
POR ANDRÉS VILLAPLANA (*) PARA CANARIAS SEMANAL
Diriase que el ejército de hormiguitas que laboriosamente hacen posible que cada día esta sociedad funcione, carece de la más minima pecepción social. Los beneficiarios del trabajo cotidiano de esta multitud invisible, que se mueve de manera compulsiva a lo largo y ancho de toda la urdimbre urbana, apenas es consignada por quienes, sin embargo, sobreviven gracias a su existencia. Me estoy refiriendo, claro, a nosotros, los millones de trabajadores precarizados que la proverbial magia del sistema económico que controla nuestros destinos no solo superexplota sino que, además, ha logrado convertir en "inexistentes".
Hace apenas unas horas he tenido la oportunidad de leer el extracto de un informe de Oxfam Intermón. Oxfam es una ONG, afiliada a la Confederación Oxfam, que agrupa a 17 organizaciones que trabajan en 41 países. En un estudio realizado recientemente por esa organización se pone de relieve que han sido los llamados "trabajadores esenciales" los que en el curso de la batalla social contra el avance del COVID-19 han soportado mayores niveles de precariedad en España.
En las filas de este enorme colectivo laboral está incluido el personal sanitario, el personal de supermercados, los jornaleros, las trabajadoras del hogar, los cuidadores, repartidores varios… Es decir, un conjunto de centenares de miles de personas que, arriesgando sus propias vidas, han permitido que esta sociedad pueda sobrevivir al aislamiento y a la misma acción letal de la pandemia del coronavirus.
Lejos de constituya una paradoja en el tipo de sociedad en el que vivimos, sobre estos "trabajadores esenciales" han recaído también los mayores niveles de precariedad salarial y temporalidad en el puesto de trabajo.
De acuerdo con el contenido del citado informe de Oxfam Intermón:
“la precariedad afecta con especial fuerza a quienes durante la pandemia se han revelado como imprescindibles para cuidar y salvar nuestras vidas… los “auxiliares de dependencia, profesionales sanitarios, mensajeros de plataformas, trabajadoras del hogar o cajeras de supermercado están entre los más precarizados y peor pagados”, cuando justamente han sido ellos - y posiblemente, tal y como van las cosas vuelvan a serlo- quienes cuando el país se paralizó permitieron que la vida continuara sin que la sociedad sucumbiera".
Dentro de la enorme bolsa social de personas que han caído en el pozo de la precariedad laboral, sin que el sistema económico dominante les otorgue la más mínima posibilidad de salir de ella, hay dos sectores especialmente vulnerables: los subcontratados y aquellos que desempeñan tareas relacionadas con el hogar y los cuidados a terceros. El informe de Oxfam cita algunos ejemplos, entre ellos el de los auxiliares de geriatría:
“Una auxiliar de geriatría tiene un sueldo base de algo menos de 1.000 euros, y una trabajadora del hogar no tiene derecho a desempleo”. No es una simple casualidad que se trate de empleos altamente feminizados. No podemos permitir que una de cada tres trabajadoras del hogar o de cuidados viva por debajo del umbral de la pobreza”- dice el informe de Oxfam
No alimento la más mínima esperanza de que la sociedad, como conjunto, caiga un día en la cuenta del gigantesco servicio que los trabajadores precarizados hamoes prestado y seguimos prestando a esa sociedad que tan olímpicamente nos ignora. Pero sí estoy seguro, en cambio, de que un día ese ejército de subasalariados que se ve obligado a trabajar por casi nada tomará conciencia de su propia fuerza y terminará imponiendo el valor de su peso e importancia a aquellos que se han negado a compensarla o, siquiera, a reconocerla.
Por esa razón, ni yo ni los míos pedimos desde aquí ninguna conmiseración. Simplemente nos limitamos a advertir que un día, tal vez más cercano de lo que algunos puedan imaginarse, haremos temblar los mismos tuétanos de aquellos que imponiéndonos unos salarios miserables han despreciado nuestras vidas y nuestra dignidad como seres humanos.
(*) Andres Villaplana es un trabajador precarizado.
Marco | Sábado, 18 de Julio de 2020 a las 02:36:54 horas
Canarias Semanal corrigió el artículo. Escribí una carta al Director por la polémica. Debió haber sido un error de transcripción.
Está todo aclarado. Gracias.
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