LE PROPINAN ENORME PALIZA POR PONER UNA BANDERA REPUBLICANA EN SU CASA EN DUELO POR LA MUERTE DE ANGUITA
Un grupo de ultraderechistas invadió su casa, aporreándolo brutalmente
El pasado fin de semana constituyó una auténtica jornada de euforia para las huestes ultraderechistas del barrio madrileño de Salamanca. Pero sus emociones no quedaron cercadas en Madrid. A varios centenares de kilómetros de la capital, en Granada, Javier Cuesta, un acordeonista recibió una brutal paliza por ondear en la ventana de su habitación una bandera tricolor republicana, como signo de duelo por la reciente muerte de Julio Anguita.
POR DANIEL NEMO PARA CANARIAS SEMANAL
El pasado sábado, 23 de mayo, las huestes ultraderechistas españolas estaban eufóricas. Fue el día en el que los llamados "cayetanos" de los barrios madrileños, en los que la densidad numérica de la marca "Mercedes" es la más alta de todo el país, decidieron quitarse el moño y echarse a la calle a protestar en contra del supuesto gobierno "social comunista", (¡qué más quisiera uno que así fuera!) que, según ellos, les está robando su "libertad" con terribles medidas de confinamiento que, de manera autoritaria les impiden, (¡a ellos, nada menos!), jugar al golf y chupetear ávidamente la correspondiente horchata vespertina de cada día en sus selectos clubes.
La euforia no sólo envolvió y revolvió aquel desfile automovilístico fantasmagórico -con choferes incluidos- de los distinguidos señoritos de la capital del Reino, sino que llegó a alcanzar algunas proyecciones explosivas en la periferia.
Javier Cuesta es un trabajador granadino, -("¡en Granada lo
mataron aquella noche negra de un domingo!"), que vive en el barrio de Figares, al sur de la capital de esa provincia. Combina, como músico que es, el uso profesional del acordeón con la venta de maquinaria para hostelería. Así, entre sones y comisiones, como tantos otros millones de ciudadanos, intenta ir malamente sobreviviendo.
Días antes de que la brutalidad de cuatro energúmenos lo convirtieran en protagonista de una historia que nunca deseó haber vivido, su padre le había comentado:
"Oye Javier... Anguita murió hace unas horas… ¿Por qué no colocas una bandera republicana, o un lazo rojo, como signo de nuestro duelo, en la ventana de tu cuarto?
Javier, convencido de que realmente estaba viviendo en un país democrático donde sus derechos estarían protegidos y en el que, como dice su Constitución, la gente es libre para expresar sus ideas, ni corto ni perezoso colocó la histórica bandera tricolor republicana en la ventana de su habitación sin pensar, ni por un momento, que aquello podría ser un gesto heroico, como sí lo había pensado Mariana Pineda, cuando más de un siglo antes se había atrevido a enhebrar tres tirajas de tela que le sirvieran para encabezar su rebelión en contra de la monarquía de los Borbones. Aquella gesta está escrita en los libros de historia. La de Javier ni siquiera ocupará unos segundos en los telediarios de "su majestad", Felipe VI.
Los efectos terribles de aquel gesto, -que no pretendía ser ni intrépido, ni heroico- nos lo contará él mismo, con sus propias palabras, unos párrafos más adelante.
No obstante, antes de dar paso a la narración de Javier me veo obligado a expresar mi disgusto, y un cierto regusto de mala leche, por el hecho de que nadie se atreviera a explicarle nunca a Javier que, muy lejos de lo que él pensó, este no es un país en el que la democracia sea un valor compartido ni compartible y que, aunque parezca mentira, los mismos fantasmas que hace más de 80 años pasearon su siniestras siluetas por las calles de Granada repartiendo café, continúan haciéndolo hoy, protegidos por sus poderosos herederos. ¡Pobres de aquellos a los que su incredulidad no les permita comprender lo que decimos!
JAVIER CUESTA NARRA LOS HECHOS EN PRIMERA PERSONA
"Me llamo Javier Cuesta. Vivo en Granada con mis padres en una calle tranquila del centro soy músico y también me gano la vida en el sector de la venta de maquinaria de hostelería.
Escribo esta carta abierta para explicar lo que pasó el sábado 23 de mayo a las 21:30 horas. Pero antes quiero dar las gracias a toda la gente que me ha escrito para darme ánimos y preguntar por mi salud y la de mi familia y pedirles perdón porque entre la preocupación y los nervios no he podido responder a todos. Gracias.
El sábado recibí una paliza por parte de desconocidos que entraron a mi casa. Fue una situación muy desagradable que no le deseo a nadie.
Eran aproximadamente las 21 horas 30 minutos, yo iba a meterme en la ducha en el segundo piso y de pronto empecé a escuchar gritos de mi hermana y mis padres que estaban abajo.
Todo tenía que ver con la bandera republicana que yo había colgado en la ventana el pasado 16 de mayo, el día que murió Julio Anguita, pero yo no lo supe hasta más tarde.
Nada más escuchar los gritos de mi familia bajé las escaleras y encontré a cuatro hombres desconocidos saliendo del salón hacia la calle con prisa.
Pude agarrar al último justo cuando estaba saliendo y en voz alta le espeté: " ¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí?".
Acto seguido ese desconocido empezó a agredirme, dentro de mi casa, y yo traté de defenderme.
Fue una situación terrible porque además estaban delante de mis padres, que están mayores. En cuestión de segundos, los tres hombres que habían salido corriendo volvieron y empezaron a darme puñetazos y patadas entre los cuatro.
Tras un golpe en el estómago perdí el equilibrio, caí al suelo y siguieron agrediéndome a patadas. El parte médico da cuenta de los hematomas en la espalda y la cara, y del dedo meñique derecho roto que me dejaron estos cuatro desconocidos.Cuento estos hechos en el orden en que yo fui conociéndonos. Después de la paliza también supe que los agresores habían entrado en la casa de mis padres tras romper la puerta principal a patadas.
Mi sobrino había visto alguno de los agresores orinando en la puerta de casa, debajo de la bandera republicana, y le llamó la atención. El agresor respondió con violencia.
Mi sobrino hizo amago de usar un cubo de agua si no dejaba de orinar en la puerta de casa. En poco tiempo mi sobrino vio que ese hombre y otros tres le estaban esperando en la calle. Tuvo miedo y se escondió en una habitación, pero estos hombres también rompieron la puerta de ese cuarto.
Siguiendo el consejo de mi abogado, este lunes por la tarde puse una denuncia ante la policía por el posible delito de odio y agresión. No quiero que esta agresión, pero sobre todo no quiero que mi familia sufra, así que de antemano agradezco la paciencia, comprensión y respeto de los profesionales".
POR DANIEL NEMO PARA CANARIAS SEMANAL
El pasado sábado, 23 de mayo, las huestes ultraderechistas españolas estaban eufóricas. Fue el día en el que los llamados "cayetanos" de los barrios madrileños, en los que la densidad numérica de la marca "Mercedes" es la más alta de todo el país, decidieron quitarse el moño y echarse a la calle a protestar en contra del supuesto gobierno "social comunista", (¡qué más quisiera uno que así fuera!) que, según ellos, les está robando su "libertad" con terribles medidas de confinamiento que, de manera autoritaria les impiden, (¡a ellos, nada menos!), jugar al golf y chupetear ávidamente la correspondiente horchata vespertina de cada día en sus selectos clubes.
La euforia no sólo envolvió y revolvió aquel desfile automovilístico fantasmagórico -con choferes incluidos- de los distinguidos señoritos de la capital del Reino, sino que llegó a alcanzar algunas proyecciones explosivas en la periferia.
Javier Cuesta es un trabajador granadino, -("¡en Granada lo
mataron aquella noche negra de un domingo!"), que vive en el barrio de Figares, al sur de la capital de esa provincia. Combina, como músico que es, el uso profesional del acordeón con la venta de maquinaria para hostelería. Así, entre sones y comisiones, como tantos otros millones de ciudadanos, intenta ir malamente sobreviviendo.
Días antes de que la brutalidad de cuatro energúmenos lo convirtieran en protagonista de una historia que nunca deseó haber vivido, su padre le había comentado:
"Oye Javier... Anguita murió hace unas horas… ¿Por qué no colocas una bandera republicana, o un lazo rojo, como signo de nuestro duelo, en la ventana de tu cuarto?
Javier, convencido de que realmente estaba viviendo en un país democrático donde sus derechos estarían protegidos y en el que, como dice su Constitución, la gente es libre para expresar sus ideas, ni corto ni perezoso colocó la histórica bandera tricolor republicana en la ventana de su habitación sin pensar, ni por un momento, que aquello podría ser un gesto heroico, como sí lo había pensado Mariana Pineda, cuando más de un siglo antes se había atrevido a enhebrar tres tirajas de tela que le sirvieran para encabezar su rebelión en contra de la monarquía de los Borbones. Aquella gesta está escrita en los libros de historia. La de Javier ni siquiera ocupará unos segundos en los telediarios de "su majestad", Felipe VI.
Los efectos terribles de aquel gesto, -que no pretendía ser ni intrépido, ni heroico- nos lo contará él mismo, con sus propias palabras, unos párrafos más adelante.
No obstante, antes de dar paso a la narración de Javier me veo obligado a expresar mi disgusto, y un cierto regusto de mala leche, por el hecho de que nadie se atreviera a explicarle nunca a Javier que, muy lejos de lo que él pensó, este no es un país en el que la democracia sea un valor compartido ni compartible y que, aunque parezca mentira, los mismos fantasmas que hace más de 80 años pasearon su siniestras siluetas por las calles de Granada repartiendo café, continúan haciéndolo hoy, protegidos por sus poderosos herederos. ¡Pobres de aquellos a los que su incredulidad no les permita comprender lo que decimos!
JAVIER CUESTA NARRA LOS HECHOS EN PRIMERA PERSONA
"Me llamo Javier Cuesta. Vivo en Granada con mis padres en una calle tranquila del centro soy músico y también me gano la vida en el sector de la venta de maquinaria de hostelería.
Escribo esta carta abierta para explicar lo que pasó el sábado 23 de mayo a las 21:30 horas. Pero antes quiero dar las gracias a toda la gente que me ha escrito para darme ánimos y preguntar por mi salud y la de mi familia y pedirles perdón porque entre la preocupación y los nervios no he podido responder a todos. Gracias.
El sábado recibí una paliza por parte de desconocidos que entraron a mi casa. Fue una situación muy desagradable que no le deseo a nadie.
Eran aproximadamente las 21 horas 30 minutos, yo iba a meterme en la ducha en el segundo piso y de pronto empecé a escuchar gritos de mi hermana y mis padres que estaban abajo.
Todo tenía que ver con la bandera republicana que yo había colgado en la ventana el pasado 16 de mayo, el día que murió Julio Anguita, pero yo no lo supe hasta más tarde.
Nada más escuchar los gritos de mi familia bajé las escaleras y encontré a cuatro hombres desconocidos saliendo del salón hacia la calle con prisa.
Pude agarrar al último justo cuando estaba saliendo y en voz alta le espeté: " ¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí?".
Acto seguido ese desconocido empezó a agredirme, dentro de mi casa, y yo traté de defenderme.
Fue una situación terrible porque además estaban delante de mis padres, que están mayores. En cuestión de segundos, los tres hombres que habían salido corriendo volvieron y empezaron a darme puñetazos y patadas entre los cuatro.
Tras un golpe en el estómago perdí el equilibrio, caí al suelo y siguieron agrediéndome a patadas. El parte médico da cuenta de los hematomas en la espalda y la cara, y del dedo meñique derecho roto que me dejaron estos cuatro desconocidos.Cuento estos hechos en el orden en que yo fui conociéndonos. Después de la paliza también supe que los agresores habían entrado en la casa de mis padres tras romper la puerta principal a patadas.
Mi sobrino había visto alguno de los agresores orinando en la puerta de casa, debajo de la bandera republicana, y le llamó la atención. El agresor respondió con violencia.
Mi sobrino hizo amago de usar un cubo de agua si no dejaba de orinar en la puerta de casa. En poco tiempo mi sobrino vio que ese hombre y otros tres le estaban esperando en la calle. Tuvo miedo y se escondió en una habitación, pero estos hombres también rompieron la puerta de ese cuarto.
Siguiendo el consejo de mi abogado, este lunes por la tarde puse una denuncia ante la policía por el posible delito de odio y agresión. No quiero que esta agresión, pero sobre todo no quiero que mi familia sufra, así que de antemano agradezco la paciencia, comprensión y respeto de los profesionales".





























amelia hernandez prado | Viernes, 29 de Mayo de 2020 a las 22:01:54 horas
Estos asquerosos de pacotilla tienen que ser puestos en su sitio,que ganas de volver a la lucha ,y sacar a esa basura de donde están ,son aberrantes para la política,si a la república,no al fascismo.
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