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Lunes, 23 de Marzo de 2020 Tiempo de lectura:

MIENTRAS ESTADOS UNIDOS EXISTA NO HABRÁ PAZ

"Treinta mil marines norteamericanos han sido desplazados a Europa del Este"

Cada vez son más - afirma Tomás F. Ruiz - las pruebas que demuestran que el Covid-19 es un virus manipulado en laboratorio y premeditadamente extendido por todo el mundo (...).

Por TOMÁS F. RUIZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

 

   Cada vez son más las pruebas que demuestran que el Covid-19 es un virus manipulado en laboratorio y premeditadamente extendido por todo el mundo. La última de estas pruebas, también la más estremecedora, ha sido la declaración de Putin, presidente de Rusia, uno de los países que menos bajas ha sufrido en toda esta endemoniada pandemia. Putin se ha dirigido el pasado jueves a los líderes del mundo para recriminarles el diabólico plan que traman. En este caso, a diferencia del atentado de falsa bandera de las Torres Gemelas, no hará falta que pasen años para confirmar que ha sido el gobierno estadounidense el responsable de la mayor y más devastadora guerra bacteriológica desatada en el planeta. Cada vez son más los dedos acusadores que apuntan hacia Donald Trump como el principal responsable de esta catástrofe y como principal promotor de su incrustación en China.

 

 

 

   En más de una ocasión, utilizando sin ningún escrúpulo la tupida red de sumisos medios de comunicación que tiene a su disposición, Trump ha amenazado públicamente con destruir la economía china. Los desorbitados aranceles que la administración Trump puso a sus productos no fueron suficiente. El presidente quería asestar un golpe final a su víctima para ponerla a su completa disposición, humillándola y sometiéndola. Para tal fin, sus diabólicos estrategas del Pentágono han puesto a su disposición virulentas armas bacteriológicas hasta ahora desconocidas. Para aquellos individuos que carecen en absoluto de humanidad, tal cual es el caso del presidente de EE.UU y sus cómplices estrategas, cualquier fin justifica los medios. Su afán de supremacía es tan devastador que no han tenido ningún escrúpulo en diezmar a la población china contagiándola con un mortífero virus. En efecto, la economía china ha sido atacada con premeditación y alevosía allá donde más le duele, contagiando a su indefensa población con un virus devastador que, hasta el momento, ha provocado la muerte de más de 3.250 víctimas. El total de bajas en todo el planeta asciende ya a un cuarto de millón de infectados y más de 10.000 muertos.

 

 

 

   Lo que el presidente de EE.UU está llevando a cabo ahora es una operación de limpieza étnica que puede superar el genocidio judío que llevó a cabo la Alemania nazi. Desde que Mao Tse Dong limpió el país de sanguijuelas extranjeras (compañías británicas, francesas y norteamericanas que le succionaban la sangre), Occidente se la tenía jurada. En su degenerada mente de megalómano, Trump pretende, como con la Segunda Guerra Mundial intentó Hitler, someter y arrodillar a sus pies no sólo a China, sino a todo el planeta.

 

 

 

    Asesorado por sus estrategas en el Pentágono, Trump decidió poner en marcha el más diabólico plan de guerra bacteriológica que hasta ahora haya podido imaginar la especie humana. La manipulación genética del COVID19, con el que ha sido infestado el territorio chino, ya ha quedado probada. En breve, gracias a periodistas audaces como Julian Assange y a sus compañeros de Wikileaks infiltrados en el ejército norteamericano, saldrán a la luz las pruebas de cómo, quién y con qué propósito el coronavirus fue introducido en la populosa ciudad china de Wuhan, con 11 millones de habitantes. Al no sospechar el origen del virus y desconocer que había sido manipulado, los servicios médicos chinos siguieron protocolos equivocados. Ahora, ya demasiado tarde, un científico chino se ha atrevido por fin a alzar la voz contra el genocidio y a señalar a Estados Unidos como responsable de la pandemia.

 

 

 

   El plan secreto del presidente Trump consiste en aprovechar la situación de pandemia que él mismo ha provocado para desembarcar ejércitos en Europa, comprometer al resto de aliados de la OTAN y avanzar, como en otros tiempos hiciera Hitler y antes que él Napoleón, hacia el corazón de Rusia con sus tanques y sus tropas aerotransportadas. Treinta mil marines norteamericanos han sido desplazados a Europa del Este con este propósito. Allí se juntarán con otras tantas unidades militares de élite ya acuarteladas y todas juntas se desplegaran a lo largo de Alemania y Polonia para realizar ejercicios de entrenamiento y coordinación en operaciones tácticas. Agrupando tropas en la frontera polaca está claro lo que Trump pretende: movilizar a sus aliados de la NATO como cómplices de sus criminales propósitos, provocar a Rusia e iniciar contra ella una guerra de la que la propia Europa sería la más perjudicada.

 

 

 

   El proyecto de invadir Rusia fue diseñado para ponerse en práctica cuando la infestación vírica hubiese hecho estragos entre la población rusa. Sin embargo, al presidente norteamericano, como en tantos otros de sus dementes propósitos, le salió el tiro por la culata cuando Rusia, consciente del diabólico plan que se le venía encima, movilizó todos sus recursos y paró la pandemia desde el primer momento. Resulta difícil imaginar que haya monstruos que no tengan escrúpulos en asesinar a media humanidad para imponer sus megalómanos proyectos económicos; pero así son los científicos del Pentágono que han diseñado este engendro pandémico.

 

 

 

   Por otra parte, el cada vez más codiciado objetivo de un desarme global en el planeta Tierra, con la destrucción o inutilización de todas las armas convencionales, nucleares y biológicas que existen, jamás podrá conseguirse mientras haya países que sigan practicando la conducta criminal de atacar a sus vecinos. Mientras EE.UU. exista, no habrá paz en el mundo ni será posible construir un nuevo planeta donde la solidaridad, el apoyo mutuo y la colaboración entre todos serían las nuevas pautas de conducta. Para que el mundo pueda entrar en un periodo de paz y respeto entre los pueblos, es necesario que países como Estados Unidos desaparezcan del mapa. Concretemos: no se trata de hacer desaparecer a la población estadounidense, sino de obligarla a comprender que debe desmantelar su ejército y enterrar para siempre su criminal política imperialista. Eso sería aún posible si la población norteamericana reaccionara urgentemente y exigiera a su clase política llevar a cabo un desarme absoluto en solidaridad con el resto del mundo. Sin tropas que los obedezcan y sin su arsenal atómico, los degenerados militares norteamericanos no tendrían con qué imponerse.  

 

 

 

  A partir de aquí, sería fácil reinventar para este planeta una vida mejor, sin misiles nucleares ni armas bacteriológicas que amenazaran gratuitamente nuestra especie. Solamente con una Norteamérica desmantelada militarmente, con un país solidario y dispuesto a cambiar de rumbo su criminal y genocida conducta, el mundo podría avanzar más firmemente hacia un futuro sostenible, hacia un planeta donde situaciones como la de la pandemia que ahora padecemos nunca habrían existido. E pur si muove

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