
LA DERECHA Y EL PSOE "REESTRUCTURAN" LA SOCIEDAD CAPITALISTA: EL MITO DE LAS "CLASES MEDIAS TRABAJADORAS"
¿Qué es lo que se esconde tras el premeditado uso del concepto de "la clases medias trabajadoras"?
En el curso de las últimas décadas, escribe nuestro colaborador Manuel Medina los políticos, académicos y medios de comunicación parapetándose en los cambios que se han operado en la división del trabajo a partir de la revolución científico técnica tanto el PSOE como la derecha clásica, están dirigiendo sus reclamos hacia lo que ellos denominan " las clases medias trabajadoras". Pero ¿existe realmente esa "nueva' clase social, o por el contrario, la utilización del concepto esconde una maniobra de más altos vuelos?
POR MANUEL MEDINA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
De manera sumaria podríamos afirmar que en las modernas sociedades capitalistas desarrolladas existen tres clases sociales fundamentales, cuyas características vienen definidas por su relación con la propiedad de los medios de producción. O dicho de otra manera, por el hecho de si éstas son o no propietarias de un medio de producción - industrias, bancos, grandes extensiones de tierra - o, por el contrario, pueden sobrevivir gracias a la venta de su fuerza de trabajo.
En el esquema de la estructura de la sociedad capitalista podemos encontrar a tres clases sociales, claramente definidas por los intereses comunes que comparten entre sus integrantes.
Por una parte, en la base de la pirámide social se encuentran las clases trabajadoras, los asalariados, cuya única propiedad esencial es la "fuerza de trabajo", de la que son propietarios. La "fuerza de trabajo", es decir, su capacidad para producir, es puesta a la venta en el mercado laboral. La venden a cambio de un salario, cuya cuantía vendrá determinada por la oferta y la demanda de mano de obra. Cuando hablamos de "mano de obra" no nos estamos refiriendo exclusivamente al trabajo propiamente físico, sino también a los conocimientos científicos y técnicos, acopiados por los individuos, que son, igualmente, vendidos a los poseedores de capital, que los demanda y compra.
En la jerarquía piramidal de la sociedad capitalista, por encima de los asalariados se encuentran las clases medias, integradas primordialmente por pequeños propietarios, comerciantes, profesionales independientes, pequeños propietarios rurales y pequeños empresarios. A esta clase social se la conoce también por "pequeña burguesía". Su característica fundamental viene definida por la propiedad de un modesto medio productivo, que en ocasiones requiere tambien la compra comedida de mano de obra en el mercado laboral.
En la cúspide de la pirámide social se encuentran los grandes propietarios de los medios de producción, o sea, los propietarios del capital, de la banca, de las entidades financieras, de las grandes corporaciones internacionales, los grandes terratenientes, etc. Quienes componen esta clase social son los dueños, en definitiva, de los medios de producción de una sociedad capitalista determinada, que compran a cambio de un salario, la fuerza de trabajo de quienes integran la clase asalariada, es decir, los trabajadores.
LA MISTIFICACIÓN DE LAS "CLASES MEDIAS TRABAJADORAS"
No obstante, en el curso de las últimas décadas, los políticos, académicos y medios de comunicación están tratando de encubrir la adscripción de los individuos a las clases asalariadas, inventando el artificio de una suerte de "nuevas clases medias" que reciben también un salario a cambio del trabajo que desempeñan, aunque su remuneración sea superior al del conjunto de la clase a la que pertenecen.
La existencia de esta fracción de clase no es nueva históricamente. Durante la primera y segunda Revolución Industrial éstas eran muy minoritarias y estaban integradas en ella los capataces y mayordomos, que siendo también asalariados, recibían una mayor remuneración. Se les conocía entonces como la "aristocracia obrera". Hoy, sin embargo, a esa franja se ha incorporado un auténtico ejército de millones de técnicos, científicos, médicos, enfermeros, enseñantes, que venden sus conocimientos a cambio de un salario. En realidad, lo que ha sucedido es que todo ese conjunto de profesionales han sufrido un proceso de proletarización. Objetivamente, sus intereses económicos son también comunes a los del resto de la clase social a la que pertenecen.
Parapetándose tras los cambios que se han operado en las sociedades capitalistas desarrolladas a partir de la revolución científico-técnica, tanto el PSOE como los partidos de la derecha clásica suelen dirigir sus discursos y reclamos hacia lo que ellos denominan "la clase media trabajadora". Por su parte, la formación política Podemos se refiere a ellos con una premeditadamente ambigua categorización: "la clase media aspiracional".
El propósito del forzado cambio terminológico es evidente. Con esta hipotética "reestructuración" social lo que se pretende es romper los vínculos esenciales que unen a una clase social que vienen determinados por el salario, la apropiación de plusvalías por parte del capital y la venta de su fuerza de trabajo, sea esta física o intelectual.
El propósito del desvarío es tan obvio como deliberado. Conocedores de la fortaleza que implica la percepción del conjunto por parte de quienes lo constituyen, tratan de borrar la "identidad clasista" de la clase trabajadora. Esta operación no es inocente. Al diluir el concepto de pertenencia, no solo se pretende neutralizar el poder de los asalariados como clase social, sino igualmente romper los vínculos solidarios que la unen y hacen posible la movilización, la reivindicación, la acción común, el respaldo recíproco y, en su momento, la misma rebelión social en contra del opresor, que es común para todo el conjunto de la clase.
EL TRÁGICO DESTINO DE LAS AUTÉNTICAS CLASES MEDIAS
El concepto, pues, que utiliza en la actualidad la sociología posmoderna y nuestros políticos de turno, es falso y premeditadamente engañoso. Las auténticas "clases medias" son sólo aquellas que a duras penas han logrado sobrevivir hasta ahora a la intensa vorágine de la competitividad capitalista, pero cuyos días de existencia social están inexorablemente contados. La implacable dialéctica del desarrollo capitalista tiende a borrar a estas clases residuales del mapa de nuestras sociedades, polarizando a estas en dos clases irreconciliablemente antagónicas, la de los asalariados y la de los poseedores del capital. La incapacidad de la pequeña propiedad para resistir el embate monopolista de las grandes corporaciones, convierte en inviable la existencia de las clases medias.
A lo largo del pasado siglo XX, el peso cuantitativo de las verdaderas clases medias se fue reduciendo paulatinamente. Ha sido, por otra parte, una clase social políticamente dubitativa, que nunca supo determinar el lugar que le correspondía ocupar en la gran contienda social de la lucha de clases. En no pocas ocasiones históricas, sus contradicciones sirvieron de catapulta a los fascismos, a los golpes militares o a los regímenes autoritarios. Su incapacidad para ubicarse socialmente la ha arrastrado a ser devorada por las clases hegemónicas, a las que frecuentemente pretendió imitar.
Este significativo poema del uruguayo Mario Benedetti describe a la perfección el perfil de esta ambivalente clase social:
Poema a la Clase Media
Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande
Desde el medio
mira medio mal
a los negritos
a los ricos
a los sabios
a los locos
a los pobres
Si escucha a un Hitler
medio le gusta
y si habla un Che
medio también
En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae
(a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida)
sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan
(medio en las sombras)
a veces, sólo a veces, se da cuenta
(medio tarde)
de que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina
Así, medio rabiosa
se lamenta
(a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza
a entender
ni medio
POR MANUEL MEDINA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
De manera sumaria podríamos afirmar que en las modernas sociedades capitalistas desarrolladas existen tres clases sociales fundamentales, cuyas características vienen definidas por su relación con la propiedad de los medios de producción. O dicho de otra manera, por el hecho de si éstas son o no propietarias de un medio de producción - industrias, bancos, grandes extensiones de tierra - o, por el contrario, pueden sobrevivir gracias a la venta de su fuerza de trabajo.
En el esquema de la estructura de la sociedad capitalista podemos encontrar a tres clases sociales, claramente definidas por los intereses comunes que comparten entre sus integrantes.
Por una parte, en la base de la pirámide social se encuentran las clases trabajadoras, los asalariados, cuya única propiedad esencial es la "fuerza de trabajo", de la que son propietarios. La "fuerza de trabajo", es decir, su capacidad para producir, es puesta a la venta en el mercado laboral. La venden a cambio de un salario, cuya cuantía vendrá determinada por la oferta y la demanda de mano de obra. Cuando hablamos de "mano de obra" no nos estamos refiriendo exclusivamente al trabajo propiamente físico, sino también a los conocimientos científicos y técnicos, acopiados por los individuos, que son, igualmente, vendidos a los poseedores de capital, que los demanda y compra.
En la jerarquía piramidal de la sociedad capitalista, por encima de los asalariados se encuentran las clases medias, integradas primordialmente por pequeños propietarios, comerciantes, profesionales independientes, pequeños propietarios rurales y pequeños empresarios. A esta clase social se la conoce también por "pequeña burguesía". Su característica fundamental viene definida por la propiedad de un modesto medio productivo, que en ocasiones requiere tambien la compra comedida de mano de obra en el mercado laboral.
En la cúspide de la pirámide social se encuentran los grandes propietarios de los medios de producción, o sea, los propietarios del capital, de la banca, de las entidades financieras, de las grandes corporaciones internacionales, los grandes terratenientes, etc. Quienes componen esta clase social son los dueños, en definitiva, de los medios de producción de una sociedad capitalista determinada, que compran a cambio de un salario, la fuerza de trabajo de quienes integran la clase asalariada, es decir, los trabajadores.
LA MISTIFICACIÓN DE LAS "CLASES MEDIAS TRABAJADORAS"
No obstante, en el curso de las últimas décadas, los políticos, académicos y medios de comunicación están tratando de encubrir la adscripción de los individuos a las clases asalariadas, inventando el artificio de una suerte de "nuevas clases medias" que reciben también un salario a cambio del trabajo que desempeñan, aunque su remuneración sea superior al del conjunto de la clase a la que pertenecen.
La existencia de esta fracción de clase no es nueva históricamente. Durante la primera y segunda Revolución Industrial éstas eran muy minoritarias y estaban integradas en ella los capataces y mayordomos, que siendo también asalariados, recibían una mayor remuneración. Se les conocía entonces como la "aristocracia obrera". Hoy, sin embargo, a esa franja se ha incorporado un auténtico ejército de millones de técnicos, científicos, médicos, enfermeros, enseñantes, que venden sus conocimientos a cambio de un salario. En realidad, lo que ha sucedido es que todo ese conjunto de profesionales han sufrido un proceso de proletarización. Objetivamente, sus intereses económicos son también comunes a los del resto de la clase social a la que pertenecen.
Parapetándose tras los cambios que se han operado en las sociedades capitalistas desarrolladas a partir de la revolución científico-técnica, tanto el PSOE como los partidos de la derecha clásica suelen dirigir sus discursos y reclamos hacia lo que ellos denominan "la clase media trabajadora". Por su parte, la formación política Podemos se refiere a ellos con una premeditadamente ambigua categorización: "la clase media aspiracional".
El propósito del forzado cambio terminológico es evidente. Con esta hipotética "reestructuración" social lo que se pretende es romper los vínculos esenciales que unen a una clase social que vienen determinados por el salario, la apropiación de plusvalías por parte del capital y la venta de su fuerza de trabajo, sea esta física o intelectual.
El propósito del desvarío es tan obvio como deliberado. Conocedores de la fortaleza que implica la percepción del conjunto por parte de quienes lo constituyen, tratan de borrar la "identidad clasista" de la clase trabajadora. Esta operación no es inocente. Al diluir el concepto de pertenencia, no solo se pretende neutralizar el poder de los asalariados como clase social, sino igualmente romper los vínculos solidarios que la unen y hacen posible la movilización, la reivindicación, la acción común, el respaldo recíproco y, en su momento, la misma rebelión social en contra del opresor, que es común para todo el conjunto de la clase.
EL TRÁGICO DESTINO DE LAS AUTÉNTICAS CLASES MEDIAS
El concepto, pues, que utiliza en la actualidad la sociología posmoderna y nuestros políticos de turno, es falso y premeditadamente engañoso. Las auténticas "clases medias" son sólo aquellas que a duras penas han logrado sobrevivir hasta ahora a la intensa vorágine de la competitividad capitalista, pero cuyos días de existencia social están inexorablemente contados. La implacable dialéctica del desarrollo capitalista tiende a borrar a estas clases residuales del mapa de nuestras sociedades, polarizando a estas en dos clases irreconciliablemente antagónicas, la de los asalariados y la de los poseedores del capital. La incapacidad de la pequeña propiedad para resistir el embate monopolista de las grandes corporaciones, convierte en inviable la existencia de las clases medias.
A lo largo del pasado siglo XX, el peso cuantitativo de las verdaderas clases medias se fue reduciendo paulatinamente. Ha sido, por otra parte, una clase social políticamente dubitativa, que nunca supo determinar el lugar que le correspondía ocupar en la gran contienda social de la lucha de clases. En no pocas ocasiones históricas, sus contradicciones sirvieron de catapulta a los fascismos, a los golpes militares o a los regímenes autoritarios. Su incapacidad para ubicarse socialmente la ha arrastrado a ser devorada por las clases hegemónicas, a las que frecuentemente pretendió imitar.
Este significativo poema del uruguayo Mario Benedetti describe a la perfección el perfil de esta ambivalente clase social:
Poema a la Clase Media
Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande
Desde el medio
mira medio mal
a los negritos
a los ricos
a los sabios
a los locos
a los pobres
Si escucha a un Hitler
medio le gusta
y si habla un Che
medio también
En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae
(a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida)
sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan
(medio en las sombras)
a veces, sólo a veces, se da cuenta
(medio tarde)
de que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina
Así, medio rabiosa
se lamenta
(a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza
a entender
ni medio
pperez | Lunes, 17 de Agosto de 2020 a las 20:19:53 horas
La historia es la de las luchas de clases.
Relación con los medios de producción no con la relación de propiedad, que es uno de los elementos producidos/reproducidos por tales relaciones de producción. La relación de propiedad es una relación jurídica sostenida por la superestructura jurídica al uso del poder, no es el origen y causa de tal relación de producción (acumulación originaria del capital).
En el esquema de la sociología burguesa podemos, en razón del criterio que utilicemos para su identificación, señalar mil y una clase, Ver tema de la “identidad” y movimientos ad hoc. De paso, el concepto pueblo.
En nuestro parecer, admitiendo tendencias propias del desarrollo del capital y respuesta de los afectados por ellas, dinámica de polarización en dos: Burguesía y proletariado. Dentro de cada una de ellas, composiciones orgánicas de clase y el conflicto movilidad ascendente (promoción) y/o proletarización.
No identidad estática: la clase obrera, sino proyecto y experiencia política común. Luchas de clases. Veto de la preponderancia de criterios geográficos/topográficos, retributivos, de cultura y su simpatía por el perreo como modalidad de baile.
Compartir la evidencia de la tendencia extintiva, vía proletarización, de la clase media en los términos de la extinción contradictoria de la clase obrera en curso (robotización, supremacía del capital financiero…)
Por supuesto y es de alabar, compartir denuncia del uso torticero de la asignación de clase media al sector de la clase obrera en circunstancias de seguir vendiendo su fuerza de trabajo, para contraponerlo a la clase obrera en circunstancia de precario o desempleo.
Aplaudir la finalidad del artículo y la perspicacia al denunciar los discursos de contrario.
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