CRITICAR AL ESTADO DE ISRAEL SE VA A CONVERTIR EN DELITO
EE.UIU. y Reino Unido preparan leyes para criminalizar a instituciones y personas críticas con la política de Israel
La libertad de expresión y opinión, uno de los bastiones de los llamados “países libres” se está desmoronando. La campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), medida pacífica para presionar económica y socialmente a Israel a que respete la legalidad internacional, debe de estar cosechando muchos éxitos, ya que tanto Donald Trump como Boris Johnson preparan leyes para convertirla en delito.
Por EVA LAGUNERO PARA CANARIAS SEMANAL
En Estados Unidos, el presidente Trump está dispuesto a acabar
con la solidaridad con Palestina que crece en los campus universitarios. La orden ejecutiva que prepara permite retirar las subvenciones federales que reciben ciertas instituciones académicas si no hacen lo suficiente para “combatir el antisemitismo”, que, según la orden, incluye la crítica al gobierno de Israel. En la nueva legislación, el judaísmo deja de ser una religión para convertirse en una nacionalidad y una raza.
Por supuesto, la orden ya ha recibido críticas por varios frentes, pues deja al descubierto que el objetivo es tapar la boca a los críticos del apartheid israelí y las violaciones de los derechos humanos que el Estado de Israel comete contra el pueblo palestino. Al dejar sin protección la libertad de expresión y opinión -primera enmienda de la Constitución estadounidense- en las universidades, lo que hace el gobierno federal es externalizar la represión de la disidencia a los propios académicos y funcionarios, ya que, si no cumplen con la norma, se enfrentan a la ruina económica.
En 26 Estados de la Unión ya se exige a los contratistas y empleados de la administración pública jurar lealtad a Israel, lo que implica que deben renunciar a sus opiniones para mantener el empleo o el curso académico en caso de los estudiantes. Y no es una mera formalidad. El año pasado un patólogo de una escuela de Texas fue despedido por negarse a prometer no boicotear los productos de Israel.
El grupo judío J Street ha acusado al presidente Trump de “hacer del antisemitismo un asunto político”. Consideran que su orden ejecutiva es “una medida hipócrita y dañina porque suprime la libertad de expresión en las facultades”, cuando “el fascismo es una amenaza mucho más grave para los judeo-americanos que los activistas contra el apartheid israelí”.
Medida hipócrita, en efecto, ya que llega cuando Trump se halla inmerso en otro escándalo, esta vez de cariz precisamente antisemita. Hace poco suscitó la indignación de muchos cuando en un discurso que dio en la Cumbre Nacional del Consejo Israelí-Americano (Israeli American Council National Summit), soltó esta perla:
“Muchos de vosotros estáis en el negocio inmobiliario porque os conozco muy bien. Sois asesinos brutales, no gente maja en absoluto. Pero tenéis que votar por mí, no tenéis más opción”
Con ello insinuaba que a su audiencia judía no le importaba nada más que su riqueza. La CNN se hizo eco de los aplausos y vítores que, sin embargo, suscitó entre dicha audiencia. Curioso, cuando menos.
Parece asimismo contradictorio que haya sido precisamente bajo su presidencia que los ataques de la ultra-derecha antisemita hayan aumentado considerablemente. Ahí están, entre otras, las masacres en la sinagona Tree of Live en Pittsburgh y la de Poway cerca de San Diego. O la manifestación neo-nazi en Charlottville, donde se coreaban consignas como “los judíos no nos reemplazarán”.
El presidente Trump se negó a condenar estos hechos. Al contrario: calificó a los supremacistas blancos “gente muy maja”. Además, ha aupado a posiciones de poder a personas declaradamente antisemitas, como Steve Bannon, que expresó su disgusto a la idea de que hubiera estudiantes judíos en el colegio de sus hijos, o Sebastián Gorka, que sigue luciendo insignias de los nazis húngaros que contribuyeron al Holocausto durante la II Guerra Mundial.
Resulta asimismo sorprendente que, en el Reino Unido, el nuevo flamante presidente, Boris Johnson se haya decidido a tomar medidas similares de criminalización a todo lo que suponga un desafío a la política del Estado de Israel. La sopresa no llega porque sea en el Reino Unido, país donde el supuesto antisemita se ha convertido en objetivo de una histérica caza de brujas -que se lo digan a Jeremy Corbyn-, ya que sus elites tachan de antisemita a todo lo que se mueva, aunque sea levemente, contra el sionismo o los crímenes de Isarel. La sorpresa llega porque el señor Johnson escribió todo un libro en el que pinta a los judíos como unos conspiradores de poco fiar que controlan los medios de comunicación, junto a otras declaraciones de marcado tinte racista.
Ello no impide que en Reino Unido haya un “Enviado para asuntos post-Holocausto”, llamado Lord Eric Pickles, foribundo sionista que, en un reciente discurso dado en Jerusalén, en la sede del Instituto Internacional para el Diálogo Estratégico, dijo que pronto se iba a prohibir al sector privado vincularse de cualquier forma al movimiento BDS, o incluso emplear gente que lo apoye. Según Pickles, el BDS es antisemitismo:
“El BDS es antisemita, y debe ser tratado como tal. El antisemitismo es un ataque al modo de vida británico y a la identidad británica. Sin nuestros ciudadanos judíos, seríamos una nación menor”.
En su programa de las pasadas elecciones, los conservadores prometían prohibir “las campañas de boycot, desinversiones o sanciones contra países extranjeros”, aunque sin mencionar a ninguno en concreto ¿Se aplicará esto también a China, Venezuela y otros países "enemigos"?.
Los medios de Israel ya han informado que las políticas post-brexit de los conservadores traerán consigo, entre otras cosas, propósitos más firmes de “estrechar lazos comerciales con Israel” así como cooperación en otros asuntos.
Con los drásticos recortes a las libertades de expresión y opinión en sus países aliados, el Estado sionista de Israel está que no cabe de gozo.
Fuentes:
https://www.mintpressnews.com/how-trump-new-anti-semitism-bill-criminalizes-dissent/263396/
https://www.mintpressnews.com/uk-conservative-ban-boycott-israel-bds/263510/
Por EVA LAGUNERO PARA CANARIAS SEMANAL
En Estados Unidos, el presidente Trump está dispuesto a acabar
con la solidaridad con Palestina que crece en los campus universitarios. La orden ejecutiva que prepara permite retirar las subvenciones federales que reciben ciertas instituciones académicas si no hacen lo suficiente para “combatir el antisemitismo”, que, según la orden, incluye la crítica al gobierno de Israel. En la nueva legislación, el judaísmo deja de ser una religión para convertirse en una nacionalidad y una raza.
Por supuesto, la orden ya ha recibido críticas por varios frentes, pues deja al descubierto que el objetivo es tapar la boca a los críticos del apartheid israelí y las violaciones de los derechos humanos que el Estado de Israel comete contra el pueblo palestino. Al dejar sin protección la libertad de expresión y opinión -primera enmienda de la Constitución estadounidense- en las universidades, lo que hace el gobierno federal es externalizar la represión de la disidencia a los propios académicos y funcionarios, ya que, si no cumplen con la norma, se enfrentan a la ruina económica.
En 26 Estados de la Unión ya se exige a los contratistas y empleados de la administración pública jurar lealtad a Israel, lo que implica que deben renunciar a sus opiniones para mantener el empleo o el curso académico en caso de los estudiantes. Y no es una mera formalidad. El año pasado un patólogo de una escuela de Texas fue despedido por negarse a prometer no boicotear los productos de Israel.
El grupo judío J Street ha acusado al presidente Trump de “hacer del antisemitismo un asunto político”. Consideran que su orden ejecutiva es “una medida hipócrita y dañina porque suprime la libertad de expresión en las facultades”, cuando “el fascismo es una amenaza mucho más grave para los judeo-americanos que los activistas contra el apartheid israelí”.
Medida hipócrita, en efecto, ya que llega cuando Trump se halla inmerso en otro escándalo, esta vez de cariz precisamente antisemita. Hace poco suscitó la indignación de muchos cuando en un discurso que dio en la Cumbre Nacional del Consejo Israelí-Americano (Israeli American Council National Summit), soltó esta perla:
“Muchos de vosotros estáis en el negocio inmobiliario porque os conozco muy bien. Sois asesinos brutales, no gente maja en absoluto. Pero tenéis que votar por mí, no tenéis más opción”
Con ello insinuaba que a su audiencia judía no le importaba nada más que su riqueza. La CNN se hizo eco de los aplausos y vítores que, sin embargo, suscitó entre dicha audiencia. Curioso, cuando menos.
Parece asimismo contradictorio que haya sido precisamente bajo su presidencia que los ataques de la ultra-derecha antisemita hayan aumentado considerablemente. Ahí están, entre otras, las masacres en la sinagona Tree of Live en Pittsburgh y la de Poway cerca de San Diego. O la manifestación neo-nazi en Charlottville, donde se coreaban consignas como “los judíos no nos reemplazarán”.
El presidente Trump se negó a condenar estos hechos. Al contrario: calificó a los supremacistas blancos “gente muy maja”. Además, ha aupado a posiciones de poder a personas declaradamente antisemitas, como Steve Bannon, que expresó su disgusto a la idea de que hubiera estudiantes judíos en el colegio de sus hijos, o Sebastián Gorka, que sigue luciendo insignias de los nazis húngaros que contribuyeron al Holocausto durante la II Guerra Mundial.
Resulta asimismo sorprendente que, en el Reino Unido, el nuevo flamante presidente, Boris Johnson se haya decidido a tomar medidas similares de criminalización a todo lo que suponga un desafío a la política del Estado de Israel. La sopresa no llega porque sea en el Reino Unido, país donde el supuesto antisemita se ha convertido en objetivo de una histérica caza de brujas -que se lo digan a Jeremy Corbyn-, ya que sus elites tachan de antisemita a todo lo que se mueva, aunque sea levemente, contra el sionismo o los crímenes de Isarel. La sorpresa llega porque el señor Johnson escribió todo un libro en el que pinta a los judíos como unos conspiradores de poco fiar que controlan los medios de comunicación, junto a otras declaraciones de marcado tinte racista.
Ello no impide que en Reino Unido haya un “Enviado para asuntos post-Holocausto”, llamado Lord Eric Pickles, foribundo sionista que, en un reciente discurso dado en Jerusalén, en la sede del Instituto Internacional para el Diálogo Estratégico, dijo que pronto se iba a prohibir al sector privado vincularse de cualquier forma al movimiento BDS, o incluso emplear gente que lo apoye. Según Pickles, el BDS es antisemitismo:
“El BDS es antisemita, y debe ser tratado como tal. El antisemitismo es un ataque al modo de vida británico y a la identidad británica. Sin nuestros ciudadanos judíos, seríamos una nación menor”.
En su programa de las pasadas elecciones, los conservadores prometían prohibir “las campañas de boycot, desinversiones o sanciones contra países extranjeros”, aunque sin mencionar a ninguno en concreto ¿Se aplicará esto también a China, Venezuela y otros países "enemigos"?.
Los medios de Israel ya han informado que las políticas post-brexit de los conservadores traerán consigo, entre otras cosas, propósitos más firmes de “estrechar lazos comerciales con Israel” así como cooperación en otros asuntos.
Con los drásticos recortes a las libertades de expresión y opinión en sus países aliados, el Estado sionista de Israel está que no cabe de gozo.
Fuentes:
https://www.mintpressnews.com/how-trump-new-anti-semitism-bill-criminalizes-dissent/263396/
https://www.mintpressnews.com/uk-conservative-ban-boycott-israel-bds/263510/





























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