
LAS ASCUAS DE LA PROTESTA SE REAVIVAN EN HAITÍ
Las clases populares haitianas viven en una situación de emergencia social
El pasado 23 de septiembre, un senador haitiano sacó su pistola y se puso a disparar a las afueras del parlamento, hiriendo a un fotógrafo de Associated Press y a un guarda de seguridad. Fue entonces cuando, de repente, los medios de comunicación del mundo volvieron a acordarse de que existe Haití y larga y grave crisis que padece.
Por EVA LAGUNERO PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG
El que un senador abriera fuego a las puertas del Parlamento de Haití no es sino un incidente más de una larga crisis. La única diferencia es que la víctima trabajaba para una agencia extranjera de noticias; porque los disparos, las palizas y los arrestos los llevan padeciendo los periodistas y manifestantes haitianos durante más de 14 meses. La chispa que prendió el último ciclo de movilizaciones a principios de este año fue la escasez de combustible, unido al desfalco de los fondos de ayuda de PetroCaribe y la situación de penuria de la mayoría de la población, como informamos en su día.
El suministro de combustible se restauró en cierta medida, pero siguieron las protestas. Las manifestaciones contra políticos y ministros son algo cotidiano. El senador que disparó a las afueras del parlamento, Jean-Marie Ralph Fethière, dijo que sacó la pistola porque le estaban acosando los manifestantes. Poco después, una multitud enfurecida prendía fuego a la clínica de otro senador y atacaba el vehículo de una ministra del gobierno cuando salía de un lujoso hotel de las colinas de la capital. La semana pasada, cientos de manifestantes saquearon la oficina de los diputados de la ciudad portuaria de San Marc, en protesta por la inflación que sufre el país -19 por ciento- y la generalizada corrupción, y exigiendo la renuncia del presidente Moïse. Sacaron a la calle el mobiliario, un archivador y un montón de papeles e hicieron una hoguera con ello.
El país lleva más de un año en estado casi permanente de convulsión -o, para ser más precisos, de “sublevación”. Desde julio de 2018 miles han salido repetidamente a las calles de Puerto Príncipe y otras ciudades pidiendo la dimisión del presidente. Porque no son sólo ya los miles de millones de dólares robados del programa PetroCaribe, sino también los sobornos millonarios que han salido a la luz entre los parlamentarios, las acusaciones sobre comisiones ilegales que se intercambian en los programas de debate de la radio. Incluso varios senadores admitieron haber recibido 100.000 dólares a cambio de votar a favor del candidato a primer ministro propuesto por el presidente Moïse, Fritz-William Michel, conocido por ser uno de los cabecillas de la trama de corrupción.
La reciente escasez de gas ha reavivado la ira popular. La situación desesperada en que viven muchas personas ha causado al menos dos muertes: el conductor de una motocicleta y su acompañante, que transportaban un bidón de gasolina y resultaron calcinados al chocar con un camión. El vídeo, que mostraba a un hombre carbonizado y a una mujer moribunda retorciéndose, estuvo horas circulando por WhatsApp con comentarios del tipo “¿Qué será lo próximo?”
Tras un mes de silencio, el presidente Moïse se dirigió finalmene a la nación el 25 de septiembre, dos días después de los disparos. Lo hizo a las dos de la mañana, cuando casi todo el mundo duerme, para llamar a una “tregua” y un “gobierno de unidad nacional”, pero sin ofrecer ninguna solución a la grave crisis humanitaria, ni dar signos de estar dispuesto a dimitir. A la mañana siguiente se levantaron las barricadas y Puerto Príncipe volvió a parar.
Pese al inmenso sufrimiento del pueblo haitiano, Moïse se aferra al poder porque, según la opinión generalizada, cuenta con el respaldo de Estados Unidos. En enero pasado, durante la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), Haití votó con EEUU contra su anterior benefactor, el gobierno de Venezuela. La resolución decía que la Organización no reconocía el gobierno de Nicolás Maduro por la preocupación que suscita la “crisis política, económica, social y humanitaria” y “la quiebra del orden democrático y graves violaciones de derechos humanos”.
Poco puede sorprender que la OEA, ministerio de EEUU, no se haya reunido oficialmente todavía para hablar de la crisis en Haití, aun cuando las condiciones sobre el terreno son muy parecidas a las que se describe en la resolución contra Venezuela. Haití sí sufre una verdadera “quiebra del orden democrático” y una “crisis humanitaria”.
Según el Programa Mundial de Alimentos, más de la mitad de la población padece “inseguridad alimenticia permanente y un 22 por ciento de los niños tienen malnutrición crónica”. Instituciones como el sistema judicial y los hospitales públicos apenas funcionan. La Policía Nacional está acusada de numerosos casos de brutalidad, incluida la “Masacre de La Saline” en noviembre de 2018, en la que hubo múltiples violaciones y la tortura y asesinado de al menos 12 personas.
Durante su campaña presidencial, a Moïse se le llamaba Nèg Banann o “el hombre-banana”, porque dirige un negocio de exportación de esta fruta, también implicada en el escándalo PetroCaribe. Como sabe todo productor de banana en Haití, cada árbol necesita un bwa banann -un tutor de madera para que no se venza por el peso de los frutos-. Según el fotógrafo Georges Harry Rouzier, de 35 años: “Nadie apoya a Moïse. Llegó al poder sin apoyo popular (…) Pero tiene a EEUU como bwa banann para mantenerse firme en él”.
Fuente:
https://blackagendareport.com/shooting-haitian-parliament-surprises-few-anti-government-protests-continue
Por EVA LAGUNERO PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG
El que un senador abriera fuego a las puertas del Parlamento de Haití no es sino un incidente más de una larga crisis. La única diferencia es que la víctima trabajaba para una agencia extranjera de noticias; porque los disparos, las palizas y los arrestos los llevan padeciendo los periodistas y manifestantes haitianos durante más de 14 meses. La chispa que prendió el último ciclo de movilizaciones a principios de este año fue la escasez de combustible, unido al desfalco de los fondos de ayuda de PetroCaribe y la situación de penuria de la mayoría de la población, como informamos en su día.
El suministro de combustible se restauró en cierta medida, pero siguieron las protestas. Las manifestaciones contra políticos y ministros son algo cotidiano. El senador que disparó a las afueras del parlamento, Jean-Marie Ralph Fethière, dijo que sacó la pistola porque le estaban acosando los manifestantes. Poco después, una multitud enfurecida prendía fuego a la clínica de otro senador y atacaba el vehículo de una ministra del gobierno cuando salía de un lujoso hotel de las colinas de la capital. La semana pasada, cientos de manifestantes saquearon la oficina de los diputados de la ciudad portuaria de San Marc, en protesta por la inflación que sufre el país -19 por ciento- y la generalizada corrupción, y exigiendo la renuncia del presidente Moïse. Sacaron a la calle el mobiliario, un archivador y un montón de papeles e hicieron una hoguera con ello.
El país lleva más de un año en estado casi permanente de convulsión -o, para ser más precisos, de “sublevación”. Desde julio de 2018 miles han salido repetidamente a las calles de Puerto Príncipe y otras ciudades pidiendo la dimisión del presidente. Porque no son sólo ya los miles de millones de dólares robados del programa PetroCaribe, sino también los sobornos millonarios que han salido a la luz entre los parlamentarios, las acusaciones sobre comisiones ilegales que se intercambian en los programas de debate de la radio. Incluso varios senadores admitieron haber recibido 100.000 dólares a cambio de votar a favor del candidato a primer ministro propuesto por el presidente Moïse, Fritz-William Michel, conocido por ser uno de los cabecillas de la trama de corrupción.
La reciente escasez de gas ha reavivado la ira popular. La situación desesperada en que viven muchas personas ha causado al menos dos muertes: el conductor de una motocicleta y su acompañante, que transportaban un bidón de gasolina y resultaron calcinados al chocar con un camión. El vídeo, que mostraba a un hombre carbonizado y a una mujer moribunda retorciéndose, estuvo horas circulando por WhatsApp con comentarios del tipo “¿Qué será lo próximo?”
Tras un mes de silencio, el presidente Moïse se dirigió finalmene a la nación el 25 de septiembre, dos días después de los disparos. Lo hizo a las dos de la mañana, cuando casi todo el mundo duerme, para llamar a una “tregua” y un “gobierno de unidad nacional”, pero sin ofrecer ninguna solución a la grave crisis humanitaria, ni dar signos de estar dispuesto a dimitir. A la mañana siguiente se levantaron las barricadas y Puerto Príncipe volvió a parar.
Pese al inmenso sufrimiento del pueblo haitiano, Moïse se aferra al poder porque, según la opinión generalizada, cuenta con el respaldo de Estados Unidos. En enero pasado, durante la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), Haití votó con EEUU contra su anterior benefactor, el gobierno de Venezuela. La resolución decía que la Organización no reconocía el gobierno de Nicolás Maduro por la preocupación que suscita la “crisis política, económica, social y humanitaria” y “la quiebra del orden democrático y graves violaciones de derechos humanos”.
Poco puede sorprender que la OEA, ministerio de EEUU, no se haya reunido oficialmente todavía para hablar de la crisis en Haití, aun cuando las condiciones sobre el terreno son muy parecidas a las que se describe en la resolución contra Venezuela. Haití sí sufre una verdadera “quiebra del orden democrático” y una “crisis humanitaria”.
Según el Programa Mundial de Alimentos, más de la mitad de la población padece “inseguridad alimenticia permanente y un 22 por ciento de los niños tienen malnutrición crónica”. Instituciones como el sistema judicial y los hospitales públicos apenas funcionan. La Policía Nacional está acusada de numerosos casos de brutalidad, incluida la “Masacre de La Saline” en noviembre de 2018, en la que hubo múltiples violaciones y la tortura y asesinado de al menos 12 personas.
Durante su campaña presidencial, a Moïse se le llamaba Nèg Banann o “el hombre-banana”, porque dirige un negocio de exportación de esta fruta, también implicada en el escándalo PetroCaribe. Como sabe todo productor de banana en Haití, cada árbol necesita un bwa banann -un tutor de madera para que no se venza por el peso de los frutos-. Según el fotógrafo Georges Harry Rouzier, de 35 años: “Nadie apoya a Moïse. Llegó al poder sin apoyo popular (…) Pero tiene a EEUU como bwa banann para mantenerse firme en él”.
Fuente:
https://blackagendareport.com/shooting-haitian-parliament-surprises-few-anti-government-protests-continue
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.117