EL OTRO 11-S: CUANDO ESTADOS UNIDOS IMPUSO UNA DICTADURA EN CHILE
Sucedió también un 11 de septiembre, pero fue más catastrófico que el 11-S de 2001 en Nueva York
El 11 de septiembre de 1973, el gobierno democrático presidido por Salvador Allende en Chile fue derrocado mediante un golpe de Estado apoyado por fuerzas estadounidenses, para instalar una brutal dictadura al mando del general Augusto Pinochet.
Por CLARA LÓPEZ GONZÁLEZ / REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL,ORG.-
Salvador Allende murió durante el golpe Estado del 11 de septiembre de 1973, mientras caían las bombas sobre el palacio presidencial, La Moneda. Muchos miles de chilenos fueron salvajemente torturados, “desaparecidos”, encarcelados u obligados a exiliarse. La viuda de Allende y su familia tuvieron que esconderse en México durante varios años.
Estados Unidos aupó al general Augusto Pinochet, uno de los dictadores más infames de la pos-Guerra Fría. Durante los siguientes 17 años, torturó en torno a 40.000 chilenos, bajo la supervisión de médicos del estilo de Josef Mengele (el médico nazi de Auschwitz), que administraban medicación a las víctimas para que se mantuvieran con vida y poder continuar las torturas. A uno de los supervivientes de estas ordalías, hoy jurista internacional, se le preguntó que dónde estaban actualmente esos médicos. Su respuesta fue: “Están ejerciendo en Santiago”. Es decir: libres y sin problema. El régimen de Pinochet protegía asimismo a criminales de guerra nazis, como el coronel de las SS, Walter Rauff, creador de las cámaras de gas, y el mismo Mengele.
El 11-S de 1973 en Chile fue más destructivo que el 11-S de 2001 en Estados Unidos. La Casa Blanca no fue bombardeada, el presidente (George W. Bush) no perdió la vida, el pueblo estadounidense no fue encarcelado y torturado en masa después de los atentados, ni se impuso un brutal dictador con sus escuadrones de la muerte (allí los tienen de otro tipo).
Una vez conocida la victoria electoral de Allende en septiembre de 1970, el entonces consejero de Seguridad Nacional de EEUU, Henry Kissinger, decía por teléfono al director de la CIA, Richard Helms: “No permitiremos que Chile se nos vaya por el sumidero”, a lo que Helms respondió “Estoy contigo”. Kissinger, futuro Premio Nobel de la Paz, había estado ya implicado en otros crímenes de guerra como el genocidio de Camboya de 1969.
Molesto por el resultado de las elecciones chilenas, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA “evitar que Allende asuma el cargo [la investidura sería dos meses después] o derrocarlo”. El Departamento de Estado propuso “dejar que jure el cargo y ver lo que podemos pergeñar”. Nixon, sin embargo, expresó sus cautelas por temor a la posibilidad de “Otro Castro”: “No queremos que se filtre la historia de que estamos intentando derrocar un gobierno, para asegurar que todo quede bien en el papel”. Con todo, Kissinger transmitía al Secretario de Estado, William Rogers, que “La opinión del presidente es hacer todo lo posible para evitar que Allende tome posesión”.
El objetivo de la administración Nixon con esta maniobra golpista era acabar con la independencia de Chile o lo que llamaban el “virus” que podía “infectar” a otros. Después de todo, Henry Stimson, que fue Secretario de Estado durante la II Guerra Mundial, describió a América Latina como “esta nuestra pequeña región que nunca ha molestado a nadie”. Chile, obviamente, caía en esa “pequeña región”, a pesar de que su capital, Santiago, se halla a 8.000 kms de Washington. El derecho de las naciones a gobernar sus asuntos es algo inaceptable para los poderes estadounidenses. Seguimos viendo ejemplos en la actualidad.
El “todo lo posible para impedir que Allende asuma el cargo” fue un fracaso, ya que el nuevo Presidente lo hizo en ceremonia multitudinaria en noviembre de 1970. La CIA había estado apoyando al rival de Allende, el anterior presidente Jorge Alessandri, pero sin resultado. Entonces maniobró de forma encubierta e inyectó millones de dólares a los grupos de oposición para acelerar la caída de Allende.
La gira de cuatro semanas por Chile del líder cubano Fidel Castro a finales de 1971 encendió las alarmas de los políticos estadounidenses. El mismo Allende había visitado Cuba una década atrás y dijo haber quedado impresionado del progreso que había realizado la revolución. Volvió a la isla de nuevo en 1972. Al año siguiente Allende era derrocado con el crucial apoyo de la CIA. Pocos días después del golpe, Henry Kissinger describía la situación de Chile como “Nada de gran consecuencia”. Claro, excepto para el pueblo chileno.
Pinochet comenzó a privatizar la economía para satisfacer las demandas de las corporaciones estadounidenses. Chile se convirtió en el campo de experimentación de las políticas ultra-liberales auspiciadas por los llamados “Chicago Boys”, economistas salidos de la Universidad de Chicago, seguidores de la doctrina ultraliberal de Friedrich von Hayek y Milton Friedman, a quienes Pinochet acogió en su gobierno. Estas políticas tuvieron un efecto desastroso sobre la población chilena. Entre 1974 y 1975, el desempleo aumentó más del doble hasta situarse por encima del 18%, alcanzando un pico del 34,6% hacia 1983, mucho peor que durante la Gran Depresión estadounidense. Hubo protestas populares en varias ocasiones, pero era aquí donde los brutales métodos de represión del régimen hacían su trabajo, con la aquiescencia del gobierno estadounidense. Pinochet había dicho: “En Chile no se mueve ni una hoja si no la muevo yo, dejemos eso claro”. Mientras, la población trabajadora seguía sumiéndose en la pobreza y la desolación.
Augusto Pinochet fue, además de un brutal dictador, un gran traficante de drogas, con vínculos en los carteles colombianos. Durante la década de 1980 vendió cocaína a los EEUU y Europa, amasando con ello una considerable fortuna personal. En octubre de 1998 fue detenido durante una visita a Londres, bajo una orden internacional de arresto por delitos contra los derechos humanos. Se alegaron problemas de salud para devolverlo a Chile. Allí murió en diciembre de 2006 bajo arresto domiciliario, pero en la cama y con su fortuna a salvo, cuando aún tenía pendientes unas 300 imputaciones por múltiples violaciones de derechos humanos, evasión de impuestos y malversación.
Fuente:
https://www.globalresearch.ca/chile-september-11-1973-first-911/5608471
Por CLARA LÓPEZ GONZÁLEZ / REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL,ORG.-
Salvador Allende murió durante el golpe Estado del 11 de septiembre de 1973, mientras caían las bombas sobre el palacio presidencial, La Moneda. Muchos miles de chilenos fueron salvajemente torturados, “desaparecidos”, encarcelados u obligados a exiliarse. La viuda de Allende y su familia tuvieron que esconderse en México durante varios años.
Estados Unidos aupó al general Augusto Pinochet, uno de los dictadores más infames de la pos-Guerra Fría. Durante los siguientes 17 años, torturó en torno a 40.000 chilenos, bajo la supervisión de médicos del estilo de Josef Mengele (el médico nazi de Auschwitz), que administraban medicación a las víctimas para que se mantuvieran con vida y poder continuar las torturas. A uno de los supervivientes de estas ordalías, hoy jurista internacional, se le preguntó que dónde estaban actualmente esos médicos. Su respuesta fue: “Están ejerciendo en Santiago”. Es decir: libres y sin problema. El régimen de Pinochet protegía asimismo a criminales de guerra nazis, como el coronel de las SS, Walter Rauff, creador de las cámaras de gas, y el mismo Mengele.
El 11-S de 1973 en Chile fue más destructivo que el 11-S de 2001 en Estados Unidos. La Casa Blanca no fue bombardeada, el presidente (George W. Bush) no perdió la vida, el pueblo estadounidense no fue encarcelado y torturado en masa después de los atentados, ni se impuso un brutal dictador con sus escuadrones de la muerte (allí los tienen de otro tipo).
Una vez conocida la victoria electoral de Allende en septiembre de 1970, el entonces consejero de Seguridad Nacional de EEUU, Henry Kissinger, decía por teléfono al director de la CIA, Richard Helms: “No permitiremos que Chile se nos vaya por el sumidero”, a lo que Helms respondió “Estoy contigo”. Kissinger, futuro Premio Nobel de la Paz, había estado ya implicado en otros crímenes de guerra como el genocidio de Camboya de 1969.
Molesto por el resultado de las elecciones chilenas, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA “evitar que Allende asuma el cargo [la investidura sería dos meses después] o derrocarlo”. El Departamento de Estado propuso “dejar que jure el cargo y ver lo que podemos pergeñar”. Nixon, sin embargo, expresó sus cautelas por temor a la posibilidad de “Otro Castro”: “No queremos que se filtre la historia de que estamos intentando derrocar un gobierno, para asegurar que todo quede bien en el papel”. Con todo, Kissinger transmitía al Secretario de Estado, William Rogers, que “La opinión del presidente es hacer todo lo posible para evitar que Allende tome posesión”.
El objetivo de la administración Nixon con esta maniobra golpista era acabar con la independencia de Chile o lo que llamaban el “virus” que podía “infectar” a otros. Después de todo, Henry Stimson, que fue Secretario de Estado durante la II Guerra Mundial, describió a América Latina como “esta nuestra pequeña región que nunca ha molestado a nadie”. Chile, obviamente, caía en esa “pequeña región”, a pesar de que su capital, Santiago, se halla a 8.000 kms de Washington. El derecho de las naciones a gobernar sus asuntos es algo inaceptable para los poderes estadounidenses. Seguimos viendo ejemplos en la actualidad.
El “todo lo posible para impedir que Allende asuma el cargo” fue un fracaso, ya que el nuevo Presidente lo hizo en ceremonia multitudinaria en noviembre de 1970. La CIA había estado apoyando al rival de Allende, el anterior presidente Jorge Alessandri, pero sin resultado. Entonces maniobró de forma encubierta e inyectó millones de dólares a los grupos de oposición para acelerar la caída de Allende.
La gira de cuatro semanas por Chile del líder cubano Fidel Castro a finales de 1971 encendió las alarmas de los políticos estadounidenses. El mismo Allende había visitado Cuba una década atrás y dijo haber quedado impresionado del progreso que había realizado la revolución. Volvió a la isla de nuevo en 1972. Al año siguiente Allende era derrocado con el crucial apoyo de la CIA. Pocos días después del golpe, Henry Kissinger describía la situación de Chile como “Nada de gran consecuencia”. Claro, excepto para el pueblo chileno.
Pinochet comenzó a privatizar la economía para satisfacer las demandas de las corporaciones estadounidenses. Chile se convirtió en el campo de experimentación de las políticas ultra-liberales auspiciadas por los llamados “Chicago Boys”, economistas salidos de la Universidad de Chicago, seguidores de la doctrina ultraliberal de Friedrich von Hayek y Milton Friedman, a quienes Pinochet acogió en su gobierno. Estas políticas tuvieron un efecto desastroso sobre la población chilena. Entre 1974 y 1975, el desempleo aumentó más del doble hasta situarse por encima del 18%, alcanzando un pico del 34,6% hacia 1983, mucho peor que durante la Gran Depresión estadounidense. Hubo protestas populares en varias ocasiones, pero era aquí donde los brutales métodos de represión del régimen hacían su trabajo, con la aquiescencia del gobierno estadounidense. Pinochet había dicho: “En Chile no se mueve ni una hoja si no la muevo yo, dejemos eso claro”. Mientras, la población trabajadora seguía sumiéndose en la pobreza y la desolación.
Augusto Pinochet fue, además de un brutal dictador, un gran traficante de drogas, con vínculos en los carteles colombianos. Durante la década de 1980 vendió cocaína a los EEUU y Europa, amasando con ello una considerable fortuna personal. En octubre de 1998 fue detenido durante una visita a Londres, bajo una orden internacional de arresto por delitos contra los derechos humanos. Se alegaron problemas de salud para devolverlo a Chile. Allí murió en diciembre de 2006 bajo arresto domiciliario, pero en la cama y con su fortuna a salvo, cuando aún tenía pendientes unas 300 imputaciones por múltiples violaciones de derechos humanos, evasión de impuestos y malversación.
Fuente:
https://www.globalresearch.ca/chile-september-11-1973-first-911/5608471

































Onofre | Viernes, 13 de Septiembre de 2019 a las 01:51:12 horas
-... que no nos cojan desarmados y desprevenidos, quise decir.
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