TRUMP NECESITA UN "APOCALIPSIS" PARA GANAR SU REELECCIÓN

  POR CLARA LÓPEZ GONZÁLEZ PARA CANARIAS SEMANAL

  Cristianos Unidos por Israel (CUFI por sus siglas en inglés), es una asociación formada por cristianos-sionistas. Estos últimos, más que una religión en sí, comparten un conjunto de creencias basadas en interpretaciones de partes específicas de la Biblia -sobre todo el Libro de las Revelaciones o Apocalipsis, y fragmentos de Ezequiel, Daniel e Isaías -, que hacen del retorno de los judíos a Tierra Santa una pre-condición para la Segunda Venida de Cristo. Se trata, en efecto, de una creencia apocalíptica o del fin de los tiempos.

   CUFI tiene su base en la iglesia de San Antonio en Texas, dirigida por John Hagee, que ejerce enorme influencia en la Casa Blanca e Israel, es asiduo a la reunión anual de la AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) y, por supuesto, no faltó el año pasado a la ceremonia del traslado de la embajada de EEUU a Jerusalén, en cuyo discurso afirmó que “nunca ha habido un presidente más pro-israelí que Donald Trump”.

   Aunque es una organización que se define cristiana, CUFI no hace ningún esfuerzo por ayudar a las comunidades cristianas que sobreviven en Oriente Medio, ya que la mayoría son hostiles a Israel. Apoya la guerra con Irán porque la considera la catástrofe que abrirá el período de las “tribulaciones” previas a la Segunda Venida de Cristo. Hagee lo dijo en 2011:

“Los Estados Unidos deben unirse a Israel en un ataque militar preventivo contra Irán, para cumplir el plan que Dios tiene para con Israel y Occidente (…) una confrontación del fin de los tiempos profetizada en la Biblia contra Irán.”

   Estas creencias tienen un profundo significado político, ya que garantizan que un considerable número de personas se mantenga fiel a la política de EEUU en Oriente Medio, siempre favorable a los intereses de Israel. CUFI no es un simple grupo de trompeteros bíblicos; tiene siete millones de miembros y actúa de aglutinante de los 60 millones de cristianos evangélicos en torno al tema de Israel. Todos juntos componen un enorme filón electoral, que en su gran mayoría se inclina hacia el Partido Republicano ( aunque, con los Demócratas también tienen el apoyo a Israel garantizado).

   Se dice que la campaña para la reelección de Trump va a comenzar de forma inminente: “con un plan agresivo, estado a estado, para movilizar a más votantes evangélicos de los que le apoyaron la vez anterior”. En efecto, sin una abrumadora base electoral evangélica, la reelección de Trump en 2020 no está asegurada. Por eso, la Casa Blanca envió a la convención de CUFI a cinco de sus pesos pesados: el vicepresidente Mike Pence, el secretario de estado Mike Pompeo, el consejero de seguridad nacional, John Bolton, el embajador de EEUU en Israel, David Friedman, y el negociador de EEUU en Oriente Medio, Jason Greenblatt (dos cristianos-sionistas, dos judíos sionistas y uno inclasificable). El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu habló por videoconferencia. Y también asistió un grupo de senadores republicanos, entre ellos Ted Cruz, Marco Rubio -uno de los mayores instigadores de golpe de estado en Venezuela-, Roy Blunt y Tim Scott.

   Los cinco hablaron de lo urgente que es dar una respuesta militar a Irán por su alegada “agresión” en Oriente Medio. Pero el discurso quizás más sugerente fue el de Pompeo, que tituló “EEUU e Israel: Una Amistad para la Libertad”. En un momento de su intervención, llena de metáforas religiosas y referencias bíblicas, pidió a la audiencia que comparara “la reverencia de Israel por la libertad con las restricciones a la libertad religiosa que sufren los cristianos y gente de otras fes en el resto de Oriente Medio”, donde “si un musulmán abandona el islam es considerado un apóstata, y castigado con la pena de muerte”.

   Con un total desprecio por los hechos pasados y presentes, Pompeo añadió que: “En Iraq y Siria, y otros países de la región, los últimos restos de antiguas comunidades cristianas están cerca de la extinción por la persecución del ISIS y otros actores malignos”.

   Lo que no mencionó fue, primero, que la guerra de Iraq, iniciada por EEUU sin motivo, desencadenó fuerzas que llevaron a la destrucción de minorías religiosas; tampoco mencionó, en segundo lugar, el castigo constante que Israel inflige a los palestinos, que ha hecho huir a muchos cristianos de esa comunidad; ni, en tercer lugar, que, en Siria, país que Pompeo y Bolton quieren destruir para beneficio de Israel, los cristianos están bien integrados y protegidos por el gobierno de al-Assad.

   El secretario de estado lanzó también su esperada apuesta por otros cuatro años de Donald Trump, que tiene un “compromiso inquebrantable, el más fuerte de la historia, con Israel, y ha sido lo mejor de mi trabajo contribuir a hacer de ese compromiso realidad”.

   Acto seguido dijo algo que puede sonar a más chiste, aunque no levantó risas en la audiencia:

   “Nuestro país intenta hacer todo lo que puede, en cooperación con otras naciones, para ayudar a crear la paz y preservar la paz en todo el mundo. Está dada a defender los valores espirituales -el código moral- contra las vastas fuerzas del mal que buscan destruirlos”.

     Los cristianos sionistas son un componente fundamental del apoyo a la política de EEUU en Oriente Medio; de ahí los gestos exagerados de Trump con el Estado de Israel. Que este apoyo incondicional contribuya o no a detonar una guerra con Irán no dependerá de ninguna profecía bíblica, sino más bien del cálculo del enorme riesgo de una previsible derrota.

Fuente:

https://www.globalresearch.ca/pandering-christian-zionism-trump-outreach-display-washington/5683942