
CARLOS TAIBO: "EL ANARQUISMO NO ES UNA ANTIGUALLA DEL PASADO, SINO UNA IDEOLOGÍA DE FUTURO"
"La única alternativa creíble frente al colapso, es la autoorganización desde abajo, desde la autogestión y desde el apoyo mutuo"
"Entiendo que lo que ilumina el futuro - mantiene el profesor Carlos Taibo -es el acercamiento de las gentes que, de manera muchas veces espontánea, practican la autogestión, la democracia y la acción directas, y el apoyo mutuo".
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL
Según manifestó Carlos Taibo, conocido escritor, editor y profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma madrileña, en una entrevista concedida al digital Insurgente, el anarquismo lejos de ser una ideología del pasado, es todo lo contrario, una ideología del futuro.
Para avalar su afirmación, el profesor Taibo precisó que
"Aunque es verdad que he empleado con frecuencia ese argumento, debo confesar que una de sus aristas me gusta poco: me refiero a la dimensión de cosificación, y de pérdida de vivacidad, que puede acompañar a cualquier ejercicio de conversión del anarquismo en una ideología. Me siento más cómodo con una percepción distinta que entiende que lo que ilumina el futuro es el acercamiento de las gentes que, de manera muchas veces espontánea, practican la autogestión, la democracia y la acción directas, y el apoyo mutuo. Poco me importa, entonces, que esas gentes sean o no anarquistas confesas".
El profesor Taibo agregó, además, que
"cuando con ocasión de la redacción de mi libro "Colapso", incluí un capítulo relativo a la condición y las propuestas de los movimientos por la transición ecosocial rápidamente me percaté de que todas, o casi todas, las personas que previamente se habían interesado por la materia bebían de una vena libertaria. Lo que estaban defendiendo, como única alternativa creíble frente al colapso, era la autoorganización de las sociedades desde abajo, desde la autogestión y desde el apoyo mutuo. Quien piense, en esas condiciones, que el “anarquismo”, o lo que fuere, es una antigualla del pasado me temo que, afortunadamente, se equivoca".
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL
Según manifestó Carlos Taibo, conocido escritor, editor y profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma madrileña, en una entrevista concedida al digital Insurgente, el anarquismo lejos de ser una ideología del pasado, es todo lo contrario, una ideología del futuro.
Para avalar su afirmación, el profesor Taibo precisó que
"Aunque es verdad que he empleado con frecuencia ese argumento, debo confesar que una de sus aristas me gusta poco: me refiero a la dimensión de cosificación, y de pérdida de vivacidad, que puede acompañar a cualquier ejercicio de conversión del anarquismo en una ideología. Me siento más cómodo con una percepción distinta que entiende que lo que ilumina el futuro es el acercamiento de las gentes que, de manera muchas veces espontánea, practican la autogestión, la democracia y la acción directas, y el apoyo mutuo. Poco me importa, entonces, que esas gentes sean o no anarquistas confesas".
El profesor Taibo agregó, además, que
"cuando con ocasión de la redacción de mi libro "Colapso", incluí un capítulo relativo a la condición y las propuestas de los movimientos por la transición ecosocial rápidamente me percaté de que todas, o casi todas, las personas que previamente se habían interesado por la materia bebían de una vena libertaria. Lo que estaban defendiendo, como única alternativa creíble frente al colapso, era la autoorganización de las sociedades desde abajo, desde la autogestión y desde el apoyo mutuo. Quien piense, en esas condiciones, que el “anarquismo”, o lo que fuere, es una antigualla del pasado me temo que, afortunadamente, se equivoca".
Roberto | Jueves, 12 de Septiembre de 2019 a las 10:15:01 horas
Es un artículo interesante, aunque no sé si el nombre es anarquismo o más bien una democracia auto-organizada o descentralizada. Pero eso es lo de menos. Lo que el artículo plantea concuerda perfectamente con la teoría o ciencia de la complejidad, la cual nos ayuda a entender el comportamiento humano y de nuestro entorno (en el más amplio sentido de la palabra) desde una visión que supera el paradigma científico heredado de Newton y Descartes, basado en la reducción de lo complejo al estudio de sus partes sencillas, suponiendo que el todo es igual a la suma de las partes y que todos los fenómenos tienen una causa-efecto lineal y fácil de determinar. Aunque estas premisas han servido para el progreso de la ciencia hasta la actualidad, este modelo no funciona para analizar fenómenos más complejos, y las personas somos sistemas complejos, anidados en otros sistemas complejos, como son los grupos sociales, y estos a su vez están anidados en ciudades, regiones, países... hasta ahora, esta organización se ha producido por la existencia de poderes centrales que han podido con la masa social, gracias a que la comunicación entre individuos se limitaba a su entorno físico más cercano. Pero los sistemas complejos, como viene enseñándonos la naturaleza desde el comienzo del universo, tienden a la auto-organización en cuanto se permite la interacción entre los distintos agentes que lo componen. Y las tecnologías están haciendo que pasemos de una interacción limitada (a nuestro entorno físico inmediato) a un alto nivel de conectividad social que va mucho más allá del espacio físico que habitamos en nuestro día a día. Está claro, al igual que en todos los sistemas complejos naturales, los sistemas humanos, si se mantiene e incluso aumenta esta alta conectividad social (como parece que está ocurriendo gracias a las tecnologías digitales y redes), tenderán a la auto-organización descentralizada, de abajo a arriba. Sólo será cuestión de tiempo y probablemente no lo veamos, pero llegará. Ya podemos ver algunos ejemplos que, aunque puedan parecer triviales, dan una idea del poder de la interacción libre entre personas cuando existe un alto nivel de conectividad. Uno de ellos es cómo Youtube ha cambiado, nos guste o no, la manera en la que se selecciona el contenido audiovisual que disfrutan las masas de personas. Antes, el contenido era impuesto por productoras televisivas, que seguramente jamás habrían dado cabida a muchos de los canales de masas que existen en Youtube. Sin embargo, Youtube, facilitando la conexión e interacción entre personas, ha permitido que sea la gente la que decida qué ver, frente a una oferta de alta diversidad y aleatoriedad seleccionada de manera natural por los propios usuarios y sin ningún poder central que decida el contenido que cada individuo ve. Y lo mismo está ocurriendo con la tecnología blockchain, que permite la certificación de transacciones de información sin ningún poder central. Y como ejemplo de ello, las criptomonedas, que (especulación aparte) no son más que un acuerdo descentralizado entre muchas personas que deciden utilizarla como elemento de “trueque” o cambio, sin que tenga que intervenir ningún banco ni país para ello. Y esta misma tecnología se puede utilizar para recoger y certificar la opinión o decisión de millones de personas en cuestión de segundos, sin necesidad de urnas, ni de papel, ni de jornadas largas para que el pueblo se pronuncie frente a cualquier consulta, tantas veces como sea necesario y de manera muy fluida. En fin, los grandes poderes económicos harán oposición a esta tendencia, pero si la sociedad mundial sigue con el alto nivel de conectividad e interacción que estamos iniciando ahora, la auto-organización descentralizada llegará con el tiempo y con la evolución natural del sistema complejo al que pertenecemos. No sé si llamarlo anarquía o democracia descentralizada o auto-organizada, porque las decisiones globales se toman en función de patrones de comportamiento que emergen espontáneamente y que involucran a la mayoría de individuos, pero el nombre que le demos es lo de menos. El mundo está en un proceso de cambio del que aún estamos en los inicios. Si no conocéis la ciencia de la complejidad, os recomiendo buscar información sobre ella, aunque no hay mucho en castellano. Es sin duda el paradigma científico del siglo XXI.
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