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Jueves, 23 de Mayo de 2019 Tiempo de lectura:

LAS ESCLAVAS REPRODUCTORAS

Nos quieren hacer retroceder al siglo XIX

En un reciente artículo, el reputado periodista estadounidense Chris Hedges explora las motivaciones económicas que hay detrás de la ofensiva contra el derecho al aborto que se está produciendo en Estados Unidos. El sistema capitalista pretende acabar con las pensiones y otras prestaciones sociales, cargando estos costes sobre los hombros de la clase trabajadora, especialmente de las mujeres.

   Por CLARA LÓPEZ GONZÁLEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

   En un reciente artículo, el reputado periodista estadounidense Chris Hedges explora las motivaciones económicas que hay detrás de la ofensiva contra el derecho al aborto que se está produciendo en Estados Unidos, como informábamos en estos días. Se basa para ello en el libro de Jenny Brown titulado, “Huelga de Nacimientos: la lucha callada en torno al trabajo de las mujeres”. Un análisis que, salvando las distancias, es válido asimismo para los países europeos, pues apunta al plan del sistema capitalista de acabar con las pensiones y otras prestaciones sociales, y cargar estos costes sobre los hombros de la clase trabajadora, especialmente de las mujeres.

 

 

   El miércoles 15 de mayo, el mismo día que se hizo público el dato de que la tasa de natalidad descendió en Estados Unidos por cuarto año consecutivo, alcanzando su nivel más bajo en 32 años, la gobernadora de Alabama, Kay Ivey, firmaba la ley contra el aborto más draconiana del país. Es muy significativo que ambos hechos coincidieran en el tiempo.

 

 

[Img #58291]   Las elites gobernantes son muy conscientes de que el paulatino descenso de la natalidad se debe a la “huelga de nacimientos”, que es a su vez consecuencia de no poder costear un seguro médico adecuado ni los exorbitantes precios de los medicamentos, así como de la ausencia de permisos de maternidad y paternidad, prestaciones por hijo y prestaciones en el trabajo. Todo lo cual ha hecho que tener hijos sea un lujo. Desde 1971 los nacimientos en EEUU no han alcanzado el nivel de reemplazo generacional, considerado en 2.100 nacimientos por cada 1.000 mujeres durante su vida fértil. Actualmente hay 1.728 nacimientos por cada 1.000 mujeres, lo que representa un descenso del 2% respecto a 2017. Sin el paulatino aporte de inmigrantes, la población de EEUU se desplomaría.

 

 

   El descenso de la natalidad es un indicador de la desesperación y falta de oportunidades que aquejan a decenas de millones de jóvenes norteamericanos. Criar hijos es un trabajo intensivo que demanda de los padres, y especialmente de las mujeres, un enorme compromiso físico, emocional, económico y de tiempo. La sociedad en general saca provecho de ello y, por tanto, tiene la responsabilidad moral y social de compensar y ayudar a quienes realizan este trabajo. Sin embargo, el Estado no tiene intención de financiar programas o crear instituciones que alivien esta carga. Es cierto que necesita cuerpos jóvenes para servir de carne de cañón en sus guerras; necesita un excedente de trabajadores para emplearlos en las tareas más serviles y peor remuneradas; y necesita consumidores, por supuesto. Pero, como sostiene, Brown, el Estado y las corporaciones intentan alcanzar estos objetivos “con un mínimo de gasto para el empleador y un máximo de trabajo femenino no pagado”.

 

 

   La caída de la natalidad es la razón real de que a las mujeres se nos obligue a convertirnos en esclavas reproductoras. Si nos negamos a producir hijos al nivel deseado por quienes planifican la economía, entonces nos prohíben o hacen difícil el acceso al aborto y la contracepción. Como pretenden abolir la Seguridad Social y las pensiones de jubilación, lo único que nos protegerá de caer en la pobreza extrema será tener hijos para que de mayores alguno nos mantenga en su casa.

 

 

   Mientras siga habiendo salarios bajos (casi cuatro de cada 10 familias norteamericanas trabajadoras no tienen ahorros para cubrir urgencias y un tercio tienen menos de 25.000 dólares invertidos para la jubilación), mientras no haya pensiones, los hijos se convierten, como en los países en vías de desarrollo, en el único seguro de vejez. La creciente preocupación de los políticos por el cambio demográfico es en realidad la de los empleadores por tener que pagar más por las jubilaciones si se continúa con este sistema. Ellos saben que la destrucción de las prestaciones sociales forzará a las mujeres a elevar la natalidad.

 

 

   Esto no afectará a las elites, sino a la clase trabajadora. El objetivo real de la cruzada en favor de los no nacidos, que promueve un repugnante absolutismo moral, es despojar a las mujeres del control sobre sus cuerpos para revertir el descenso de la natalidad, especialmente de la población blanca, así como instaurar un patriarcado tiránico. Las familias de color, sin embargo, son penalizadas por tener niños. Los afro-americanos tienen una ratio de mortalidad infantil 2,5 veces mayor que los blancos no hispanos, sufren el doble de muertes súbitas, tienen el doble de posibilidades de sufrir asma, ser obesos e intentar suicidarse durante sus años de secundaria. Los niños de color son a menudo arrancados de sus familias y dados en acogimiento. El Estado paga a los padres de acogida pero no a los biológicos, muchos de los cuales viven por debajo del umbral de la pobreza.

 

 

   La retórica religiosa y el postureo moral sobre el aborto son una cortina de humo. Este debate no es sobre la santidad de la vida. El debate es sobre los capitalistas que necesitan desesperadamente más cuerpos e intentan obligar a las mujeres a que los produzcan.

 

Fuente:

https://www.truthdig.com/articles/americas-reproductive-slaves/

 

 

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