LA "MALDAD INTRÍNSECA" DE LOS RUSOS: DIENTES DE ORO ARRANCADOS A LOS UCRANIANOS

  POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL

   Los rusos -quién lo podría dudar a estas alturas- son  perversos. El Papa Pío XII ya lo reiteró en varias ocasiones   durante su largo pontificado: "son intrínsecamente perversos", aseveró.

   Permanecieron poseídos por esa diabólica naturaleza bajo el socialismo, y lo  continúan estando ahora bajo el putinesco sistema capitalista. Resulta realmente asombroso, pero no ha habido crueldad a lo largo de historia de este último siglo y medio en la que estos malvados eslavos no hayan  tenido algún tipo de participación directa o indirecta.

     Viene a cuento este comentario capcioso y de mal gusto,  a propósito de la publicación que realizó el pasado martes el Ministerio de Defensa de Ucrania de una foto de la que denominó como una "cámara de tortura" en la ciudad de Peski Radkovskiye, perteneciente a la región de Járkov.

     La instantánea fotográfica en cuestión mostraba entre otras cosas, una máscara antigás que, según los funcionarios del gobierno de Kiev,  habría sido utilizada por la soldadesca rusa para  someter a crueles torturas a la población local.

   Asimismo, los funcionarios gubernamentales mostraron una caja de coronas dentales de oro, convenientemente esparcidas sobre el pavimento para "disfrute fotográfico" de los periodistas occidentales presentes en el "acto" que, ansiosos de las"sensaciones fuertes" que les reclamaban las direcciones de sus respectivos periódicos, no paraban de disparar a diestro y siniestro los flashes de sus modernísimas cámaras fotográficas.

    Uno de los funcionarios del gobierno de Zelensky, en un estudiado golpe de efecto, se viró compungido hacia los periodistas preguntándose a sí mismo:

- “¿Cuántos más podremos encontrar en nuestra  Ucrania ocupada?”. 

    Sin embargo, contrariamente a lo que suele suceder con los corresponsales de los medios de comunicación occidentales, uno de los allí presentes, que habia sido enviado por el periódico alemán Bild,  empezó  a indagar sobre la cuestión, pudiéndose enterar de que en Peski sólo habia un dentista. Rápidamente, su imaginación se puso en marcha, y como quiera  que el relato de los funcionarios de Kiev  le había parecido entre estridente y cómico, empezó a realizar pesquisas, pudiendo localizar a Sergey, el sacadientes sexagenario del pueblo que, cuando le mostraron las fotografías difundidas por las autoridades ucranianas, expresó con la espontaneidad propia de quien  está  diciendo la verdad:

- “¡Pero si estos dientes son los que me habían robado de mi colección!” 

- “Soy el único dentista de esta localidad. Así que si estas piezas se encontraron Peski Radkovskiye  tienen que tener necesariamente origen en mí dispensario."

   Cuando el avispado periodista de Bild le preguntó si los dientes podrían provenir de personas muertas el dentista, asombrado, descartó radicalmente esa idea:

- “¡Que va! Pertenecían a las personas que he estado tratando durante todos estos años. Le saqué estos dientes porque estaban defectuosos o dejaron de encajarles”- explicó boquiabierto el sacamuelas.

    Sin que se le pasara por un instante ese propósito por cabeza, el sacadientes de Peski desbarató de un golpe la superchería de las torturas, deliberadamente construida por los funcionarios  propagandistas  al servicio de Kiev.

    El asunto seguía planteando, no obstante, una encrucijada un tanto complicada para el gobierno de Kiev. ¿Iban a quedar entonces los soldados rusos exonerados de su intrinseca maldad y los funcionarios de Kiev como unos redomados embusteros ante los medios extranjeros, por la indiscrecion de un dentista bocazas?

    ¡De ninguna manera! Eso no podía quedar así.  Sobre la marcha hubo que crear rapidamente otra historia alternativa en la que los soldados rusos continuaran desempeñano el papel de "los malos de la película". En la nueva versión proporcionada por Kiev, la brutal  soldadesca rusa había robado las coronas dentales de oro que con tanto esmero profesional había estado extrayendo Sergey a lo largo de décadas. Aunque ya no podía mantenerse  el cuento de los rusos malvados que se dedicaban a arrancaban los dientes  de sus víctimas durante su tiempo libre, resultaba imprescindible seguir manteniendo la imagen de su "intrínseca  perversidad" ante la opinión pública mundial.

    En la nueva versión para el extranjero, todo quedó reducido a que los malvados "soldados de Putín" habían estado golpeando a los residentes de Peski, obligándolos a cavar hondas trincheras para que los invasores las utilizaran para su propia protección.