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Miércoles, 23 de Junio de 2021 Tiempo de lectura:

PRODUCCIÓN DE NIÑOS PORNOGRÁFICOS: LA BASURA QUE SE BARRE BAJO LA ALFOMBRA (VÍDEO)

En el capitalismo, la hipocresía no tiene límites

En los últimos años, especialmente desde que se generalizaron los llamados teléfonos inteligentes, se cuentan por cientos las noticias sobre menores de edad que participan en violaciones en grupo, las graban y después las difunden por Internet. Son delitos en alza que favorece el acceso fácil, a edades cada vez más tempranas, de una pornografía que hace de la violencia sobre mujeres, niñas y niños su tema estrella. Se trata de otro delito, en efecto, pero éste consentido porque lo comete una industria multimillonaria que genera gruesos beneficios a unos cuantos -e inefable sufrimiento a miles-, mientras consigue que nuestros menores metabolicen las agresiones más abyectas como pura diversión.

 Por TITA BARAHONA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

 

   No hace mucho publicábamos un artículo sobre el acceso de los menores a la pornografía gratuita accesible en Internet y su relación con el aumento de las agresiones sexuales. Vino el tema en relación con la noticia de unos chavales implicados en la difusión de un vídeo de la violación de un bebé y uno de ellos se reía cuando la policía le puso delante del material que había compartido.

 

 

   Quienes cometen violaciones, las graban y difunden por las redes suelen ser varones y las víctimas mujeres y niñas; pero el consumo cotidiano de las grabaciones que de estos actos se distribuyen por Internet está consiguiendo que también las jóvenes sean cómplices de estas agresiones y que las encuentren divertidas.

 

 

   En estos días pasados saltaba la noticia de que un hombre de 29 años violó a una niña de 6 ó 7 años en la localidad malagueña de Coín. Dos muchachas, de las que se desconoce la edad, grabaron los hechos visibles desde la ventana de su vivienda; pero no llamaron a la policía ni gritaron para pedir ayuda e impedir la tortura de la criatura. En su lugar, prefirieron subir la grabación a las redes sociales desde donde se compartió repetidas veces, lo que hizo que pronto llegara a conocimiento de los parientes de la niña y motivara el intento de linchamiento del violador.

 

 

   Un medio local dio la noticia, pero contribuyó a aumentar el sufrimiento de la niña y su familia reproduciendo íntegramente la grabación, aunque ya la ha borrado de su página web y ha pedido disculpas.

 

 

   Pocos medios se han hecho eco de este nuevo caso de violencia machista cometido esta vez sobre una niña de corta edad. Pero los que lo han hecho, se han limitado a destacar en titulares el sensacionalismo barato del intento de linchamiento del violador, que permanece en prisión preventiva, y a decir que los hechos se conocen gracias a que fueron grabados por “unas vecinas” o "unos testigos".

 

 

   En ningún caso, en las escasas noticias aparecidas, se hace referencia a la gravedad del hecho, las secuelas físicas y psicológicas que va a dejar en la pequeña víctima, ni al doble delito de omisión de socorro y difusión de pornografía infantil cometido por las “vecinas”, y mucho menos a lo que significa que hayamos llegado al punto de que unas jóvenes sean más capaces de permanecer impasibles a la tortura de una criatura inocente, que de hacer algo por evitarla.

 

 

   Tampoco ninguna de nuestras autoridades gubernativas, tan preocupadas como aparentan estar con la violencia “de género” o el maltrato infantil, se ha pronunciado sobre este horrible delito y menos aún lo hacen sobre las dramáticas consecuencias que el fenómeno de la distribución de grabaciones de violaciones por Internet -sean caseras o industriales- genera en las víctimas. No hace mucho saltó la noticia de que, en Bélgica, una niña de 14 años se ha suicidado cuatro días después de ser violada en grupo por varios jóvenes y ver la grabación de los hechos difundida por las redes.

 

 

   No, prefieren barrer la basura bajo la alfombra. Prefieren mirar para otro lado; porque, si miraran el asunto de frente se darían cuenta de la crasa contradicción que supone hacer “leyes para la igualdad” o para garantizar los “derechos humanos” de ciertas minorías, mientras permiten que las industrias pornográficas impriman en las mentes de niños y jóvenes el sexismo más brutal, o que las industrias de la publicidad, la moda y el entretenimiento presenten cada vez más imágenes de niñas hipersexualizadas, para pasto de los pedófilos y la perpetuación de la desigualdad entre hombres y mujeres.

 

 

   Esa falsa izquierda, autoproclamada progresista -o woke en el mundo anglosajón-, tan atenta a lo “políticamente correcto”, tan preocupada por combatir los “discursos de odio”, eliminar los sexos y sustituirlos por una multitud de "géneros", prefiere mirar para otro lado en la misma medida que ha renunciado a la transformación de las estructuras que reproducen la explotación y la opresión de millones de personas en el mundo, y que tienen un nombre que raramente pronuncia: capitalismo.

 

 

   Tenemos una bomba de relojería de la que no nos percataremos hasta que nos explote en las manos. Hay personas sensatas y profesionales como José Luis García que están avisando. Necesitamos tomar conciencia del problema que supone que en la escala de valores de nuestros menores ocupe los lugares más altos la total indiferencia hacia el sufrimiento ajeno o, peor aún, hacer de él objeto de diversión y negocio. Hagamos de este un frente más de lucha contra el capitalismo que promueve esta barbarie.

 

 

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