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Martes, 01 de Diciembre de 2020 Tiempo de lectura:

ESPAÑA, PAÍS PIONERO EN EL MUNDO EN LA PERSECUCIÓN DE LA LIBRE EXPRESIÓN

Reflexiones sobre un informe de la organización internacional Fremuse sobre la persecusión de la judicatura contra la libre expresión en el arte en España

Según el autor de este artículo, Roberto J. Kevins, los españoles han vivido durante muchos años en una suerte de "realidad inventada", a la sombra de un tupido bosque de paradojas, de medias verdades y de mentiras totales. En una ocasión les contaron que habían hecho una transición política pacífica y ejemplar, que disfrutaban de una envidiable democracia, que tenían una Monarquía honesta y hasta un poco "republicana", que los poderes del Estado eran impolutos… Pero un desventurado día sucedió, como en el cuento, que la lechera se derramó. Y con sorpresa y pesar descubrieron que todo había sido una ilusión, que todo era una enorme mentira.

 

 

POR ROBERT J. KEVINS PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

 

     La "realidad inventada" con la que durante decenios se ha estado martilleando a los españoles hasta llegar a convencerlos de que, en efecto, el Estado español era el mejor de los realmente existentes, se está descomponiendo a trozos. Sin embargo, el poder constatar  este fenómeno con ser valioso, en sí no significa mucho, pues lo importante  sería encontrarse en condidiones de poder interpretarlo. Y no da la sensación de que sean muchos los españoles que políticamente sepan y puedan hacerlo.


   Los españoles han vivido a la sombra de un tupido bosque de paradojas, medias verdades y mentiras totales. Les dijeron que la transición política de la dictadura a la "democracia" había sido "pacífica" y "ejemplar". Los datos históricos abrumadores y sus estadísticas adjuntas demostraban que tal aseveración era rotundamente falsa. Pero en honor a la verdad hay que reconocer que  fueron  muchos los que la creyeron tan a pie juntillas que estuvieron  dispuestos a defender esa verdad con aguerrido fervor patriótico allí donde hiciera falta.


 
    Luego les contaron que la "democracia" española era plenamente homologable con las más avanzadas del planeta. De nuevo, el progresivo descubrimiento de los entresijos corruptos de los poderes del Estado evidenció que esa afirmación era falsa de toda falsedad. Con el transcurso del tiempo, fueron quedando a la vista de todos  las costuras cuarteadas de las corruptelas que entrelazaban a los llamados tres poderes del Estado -el Judicial, el Legislativo y el Ejecutivo-  demostrando que cada uno de ellos tenía un lazo común y que, en conjunto, estaban al servicio de un mismo dueño: el gran capital y la  clase social que lo controla y posee.

 

    Casi simultáneamente, las élites intelectuales del sistema  construyeron el sofisticado relato de que lo que realmente había en España era una suerte de "Monarquía republicana", constituida por una familia sencilla, honesta y hasta "campechana". Arrastrados por esa euforia, los liberales más imbéciles del sistema llegaron a autoproclamarse orgullosamente como "republicanos juancarlistas". Incluso, según he podido saber, un insigne líder de Izquierda Unida  -Cayo Lara- se atrevió a augurar que sería posible llegar al socialismo a través de la actual Constitución monárquica. Posiblemente, el buen hombre hasta se lo creía sinceramente, pero realizar una afirmación de tal calibre no hacía sino poner de manifiesto que desde el punto de vista politico su electroecefalograma tenía la horizontalidad de una meseta.  

 

    Como la inmensa mayoría de los españoles desconoce la   Historia de su propio pueblo, ignoraba cuál era la casta dinástica de la que venía el galgo coronado. De forma que mientras ese galgo se las agenciaba  para colmar sus alforjas en los bancos suizos y los paraísos fiscales, los españoles le reían sus gracietas y celebraban gozosos la suerte de tener tan buen rey.

 

     De igual manera, hasta hace unos meses una buena parte de la población española estaba también convencida de que en su país se  disfrutaba de la mejor Sanidad del mundo. Tuvo que presentarse inesperadamente un cataclismo que dejó un lastre de decenas de miles de muertos para poner nuevamente en evidencia hasta dónde alcanzaba el volumen del embuste.

 

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¿MENTIRAS NUEVAS?

 

     En realidad, éstas no son mentiras nuevas. Son mentiras históricas. Con el mismo tipo de falsificaciones los españoles tuvieron que convivir -e, incluso, creer -, durante los casi cuarenta años que duró la dictadura.

 

    Pero las mentiras históricas son aún más antiguas que las que construyó  Franco y su régimen. Se remontan a muchos siglos atrás. Se sustentaron siempre en la ignorancia popular y en una religiosidad tridentina que ha permanecido al servicio del Poder.

 

   

    Esa es la razón por la que las clases sociales dominantes han comprendido siempre, ellas sí, que  los pocos y breves instantes lúcidos y heroicos  en la historia del pueblo español constituían un peligro de lesa subversión  y han intentado invariablemente borrarlos de su memoria a sangre y fuego.

 

 

¿LA VERDAD VIENE SIEMPRE DE FUERA?

 

   No resulta extraño que los españoles todavía sientan un cierto encandilamiento papanatista por las verdades que tienen su origen en el exterior. El fenómeno  obedece a diversas explicaciones. En parte responde al hecho de que, de manera subconsciente,  son perfectamente conocedores de que las fuentes internas generalmente les han mentido o falsificado la verdad. También obedece a un hecho históricamente reciente. Durante el franquismo,  para informarse de lo que sucedía en su más inmediato alrededor los españoles tenían que recurrir a las voces radiofónicas ubicadas a miles de kilómetros de distancia. Interpretar lo que sucede a pocos metros recurriendo a las voces de lejanos y desconocidos glosadores provoca necesariamente una cierta esquizofrenia comunicacional, cuyos efectos en el tiempo resultan difíciles de medir. Lo cierto es que una parte de los españoles continúan dando más crédito a lo que  tiene su origen en el exterior que a lo puramente autóctono.

 

    Justamente por eso no nos ha sorprendido el estupor que ha provocado  ahora un informe emitido por la organización internacional Freemuse, que tiene como cometido la defensa del derecho a la libre expresión artística y que ha venido a descubrir que el Estado español encabeza el ranking mundial de artistas encarcelados. Según la organización citada, en el año 2019 España encabezó  ese vergonzoso ranking con 14 artistas en prisión. ¡Qué sorpresa! Nuevamente, nadie de dentro del país había  puesto al corriente  a los españoles de este dato.

 

     Según Freemuse,  los 14 artistas encarcelados en  España han sido  víctimas de

 

  «Las ambiguas definiciones de terrorismo, que permiten a los gobiernos investigar artistas con acusaciones de enaltecimiento del terrorismo, tal como se ve en Turquía y en la propia España»

 

    Freemuse pone, igualmente, a España como un peculiar arquetipo de censura por motivos religiosos en el ámbito artístico. La organización citada  piensa que este tipo de represión podría incrementarse si el partido Vox "continúa construyendo su electorado entre los conservadores católicos más duros y los nacionalistas más favorables a recentralizar España".

 

    Posiblemente, en esta última aseveración se equivoca Freemuse de medio a medio. La represión de la libre expresión no es un patrimonio exclusivo de la ultraderecha representada por  VOX. Si se sigue la estela de la historia reciente con atención podrá observarse  que en su práctica ha participado, en una u otra forma y en uno u otro momento, la casi totalidad del espectro político parlamentario español hoy existente.

 

     Los peligros para la libertad de expresión en España tienen su origen histórico en la ignorancia  y la incapacidad de los españoles para estar en condiciones de responder a las tropelías del Poder político y económico que ha dominado la vida del país durante los últimos siglos. Ese no es un mal congénito, ni étnico. Ha sido inducido por las clases sociales politica y económica poderosas, que directa o indirectamente continúan controlando la comunicación, orientando las costumbres y la educación. 

 

     Mientras el disco duro de la memoria de los españoles acerca de su historia permanezca vacío, sin archivos, ese perseverante alzheimer funcional del que  adolece una buena parte de la sociedad no les permitirá responder con la ira que corresponde y que infunde respeto,  a los desafíos que le plantean cotidianamente sus clases dominantes. 

 

    Y es que, desgraciadamente, para una buena parte de la sociedad española el "cada día" no ha dejado de ser  un infinitamente repetido  "día de la marmota", carente de sentido, de  interpretación y de experiencia social y política acumulada.

 

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