
ESPAÑA: SEGUNDA OLEADA DE DESGOBIERNO
"El primer problema de España en estos momentos no es el coronavirus, es Pedro Sánchez"
O cambiamos de Gobierno, y pronto, o este país, como Estado fallido, acabará dirigido -afirma el coronel Amadeo Martínez Inglés - por una comisión gestora europea o, lo que es peor, bajo un toque de queda indefinido vigilado no por policías sino por otro tipo de uniformados (...).
CORONEL AMADEO MARTÍNEZ INGLÉS PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
O cambiamos de Gobierno, y pronto, o este país, como Estado fallido, acabará dirigido por una comisión gestora europea o, lo que es peor, bajo un toque de queda indefinido vigilado no por policías, sino por otro tipo de uniformados.
Hasta aquí hemos llegado, amigos. Lo acabo de decir y me reafirmo: El principal problema de España en estos momentos dramáticos no es el covid-19 (a alguien le puede parecer indecoroso decir esto, pero es así) sino sus nefastas consecuencias de carácter económico, político y social al haber sido gestionado rematadamente mal su control y erradicación por aquellos que estaban obligados a hacerlo bien: el Gobierno de la nación. Y es que la situación en este país, como era de esperar visto lo visto desde el pasado mes de febrero cuando comenzó la crisis sanitaria, comienza a ponerse extremadamente peliaguda, a salirse de madre, a sobrepasar abundantes líneas rojas, a evidenciar males mayores por venir de naturaleza reivindicativa económica, social y política. Algo, por otra parte, que a los que por necesidades de nuestra profesión nos hemos visto obligados a chequear periódicamente la moral de miles y miles de compañeros, su salud física y mental, su compromiso vital, la fortaleza de su ideario, su voluntaria entrega a la causa de unos principios altruistas e inmutables… no nos ha pillado por sorpresa.
La verdad es que la vida futura en esta vieja piel de toro ibérica pinta muy fea, los escasos estudios prospectivos que el que esto escribe ha podido analizar en las últimas semanas en relación con el porvenir nacional son catastróficos y lo peor de todo es que incluso para un estratega militar que se ha pasado la mayor parte de su vida facilitando a sus jefes estudiadas soluciones a problemas muy difíciles, seguramente de más compleja resolución aunque con menores daños colaterales que la maldita pandemia que enfrentamos en estos momentos, no resulta nada fácil pergeñar hipótesis plausibles de regeneración del sistema a corto plazo utilizando vías simples y adecuadas al deterioro social, económico y político que sufrimos y que a día de hoy se presenta enquistado y en putrefacción acelerada.
España, zarandeada como todos sabemos muy bien por un coronavirus inmisericorde de etiología nada dudosa, se encuentra cada día que pasa más sola, sin timonel, sin capitán, sin líder, sin conductor que la dirija, sin Gobierno merecedor de tal nombre, sin unos muy necesarios comités de auxiliares y expertos asesores que pegados a los que deben de tomar las nuevas y complejas decisiones que la situación requiere iluminen desde su profesionalidad y su competencia el difícil camino a transitar antes de que sea demasiado tarde. En su lugar, los españoles arrastramos nuestras vapuleadas vidas al socaire de una pandilla de incompetentes de la política que catapultados a sus elevadas poltronas por un sistema representativo antiguo, obsoleto, nacido en unas muy especiales circunstancias históricas, se dedican a pelearse entre sí en busca de unas migajas de poder que llevarse a sus descerebradas cabezas, a mercadear sin remilgos de ninguna clase con sus propias alianzas y sus inicuas traiciones, y en la macabra pelea contra el enemigo común que atenaza nuestra existencia a arbitrar en demencial pugilato ocurrencias y más ocurrencias personales en sus territorios taifeños que no sirven nada más que para crear confusión y caos en la ciudadanía. En ausencia descarada de un mando único y responsable a nivel nacional.
![[Img #64506]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2020/9062_amadeo.jpg)
El país está sin timonel, amigos, ya que el cacique/presidente de la nueva Cogobernación española, el tal Sánchez, un personaje chulesco mutado a dictador de vía estrecha, un petimetre atrincherado en La Moncloa por mor de la escandalosa y muy interesada ayuda de sus antiguos adversarios, lleva ya meses perdiendo fuelle, flaqueando, huyendo, escaqueándose, escondiéndose, disimulando…aunque, eso sí, recitando a diario el cuento de la lechera de la señora Merkel. Y rizando el rizo, acaba de poner el broche a su escapismo institucional abandonando su puesto de mando en el Congreso (no a bordo del Falcon de su vida sino del Audi 8 blindado presidencial), aparentemente harto, cansado, deprimido, hasta los mismísimos cojones que diría aquél. Situación anímica que, según sus adláteres monclovitas que parece ser se han conjurado para protegerlo como sea no vaya a ser que se queden sin comer en un muy próximo futuro, está propiciada en primer lugar por el Covid-19 de marras que no le deja dormir después de que por fin haya podido, tras una brutal terapia servida por su socio del moño (antes coleta), superar de nuevo su recalcitrante insomnio de egocéntrico despiadado.
También, según sus numerosos asesores de la rosa marchita, nuestro huido jefecillo está hasta el gorro de sus propios lugartenientes y barones partidarios que, según todos sabemos, le odian en plan africano y, sobre todo, le temen por aquello de su comprobada resiliencia personal (cabezonería patológica para el común de los ciudadanos que la sufren o sufrimos). Y no para ahí la cosa, su temible ojeriza personal alimentada de la arrogancia y la altanería propias del cobarde de manual, llega asimismo en dosis letales a sus socios de conveniencia, a los gerifaltes de esos partidillos vergonzantes del Norte, Nordeste y Levante peninsular y de allende el Atlántico que no paran, sin taparse la nariz, de cambiarle votos por billetes de 500 euros; sí, sí, de esos pagarés al portador fabricados en Alemania y que no hay dios que vea uno por España porque se los ha llevado todos a Abu Dabi el granuja exiliado de las cinco mil amantes. Y por último, en estos momentos no le cabe la menor duda a nadie de que el jenízaro de La Moncloa odia con todas sus fuerzas a los ciudadanos españoles en general, a todos sin excepción, a los vivos y todavía más a los miles y miles que han perecido por la pandemia y por su negligente y culposa gestión de la misma. ¡A los que ignora y desprecia el muy canalla!
Pues esto amigos, aun dejando de lado al político manifiestamente mejorable que ocupa la presidencia del Gobierno español (del que en las líneas anteriores acabo de presentaros una nada amable pero verídica personalidad) está mal, muy mal. ¡Como va a encontrarse un país como España, actualmente enfrentando una guerra atípica y desigual pero guerra al fin y al cabo, según afirmó el propio Sánchez, que se encuentra de pronto con que su “general en jefe” abandona con nocturnidad y alevosía a su propio Ejército, a un Ejército sin moral, sin armas, sin logística, con más de sesenta mil muertos en combate, delegando el mando en sus lugartenientes para que ellos en sus respectivas parcelas del frente y con su buen hacer y entender luchen y venzan al enemigo común! Un sinsentido monstruoso, una aberración estratégica, una cobardía, una estupidez supina cuyo corolario inmediato no puede ser otro que la más severa derrota. Y estamos hablando, fuera ya de eufemismos, de gestionar con profesionalidad y buen hacer la dramática situación sanitaria que sufre este país y que va a engendrar en el corto plazo abundantes daños colaterales en el terreno de la economía, la política y la vida de millones de ciudadanos. Importantísima tarea que de no encarrilarse bien empecinándose de nuevo sus protagonistas en errores pasados y en improvisaciones y negligencias suicidas, puede llevar a España incluso a su desaparición como tal.
Y en ese sentido, no conviene trivializar, como ya están haciendo determinados partidos políticos, los recientes sucesos acaecidos en numerosas ciudades españolas, minusvalorando la situación y el hartazgo de la ciudadanía española abocada al paro, la falta de recursos de todo tipo e incluso a la pobreza más absoluta. Siempre, en cualquier confrontación humana, resulta suicida subvalorar, menospreciar al adversario. Las batallas perdidas por generales ególatras que cayeron en semejante trampa se cuentan por millares en la historia militar de todo el mundo. Yo, la verdad, amigos, y termino, con la experiencia vital de muchos años a mis espaldas y sin que nunca jamás me haya rendido a las circunstancias más adversas, en estos momentos me siento verdaderamente preocupado por el país en el que vivo…y viven mis hijos. Y me permito lanzaros una amable pero dura advertencia:
Si los españoles no somos capaces de cambiar, en el corto/medio plazo, este Gobierno que nos lleva directamente a la ruina, por otro (de concentración, de salvación nacional o como queramos llamarlo) que gestione desde la racionalidad y la preparación técnica adecuada los meses que nos quedan de guerra a muerte con el Covid-19, este país, con la situación de parálisis política que además sufre desde hace años, está abocado tarde o temprano a la intervención. Pero no solo de carácter exclusivamente económico. También político, si es que la Unión Europea, con sus ricos halcones del norte en vanguardia, quiere hacer cargo de sus pobres migajas.
Fdo: Amadeo Martínez Inglés.
CORONEL AMADEO MARTÍNEZ INGLÉS PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
O cambiamos de Gobierno, y pronto, o este país, como Estado fallido, acabará dirigido por una comisión gestora europea o, lo que es peor, bajo un toque de queda indefinido vigilado no por policías, sino por otro tipo de uniformados.
Hasta aquí hemos llegado, amigos. Lo acabo de decir y me reafirmo: El principal problema de España en estos momentos dramáticos no es el covid-19 (a alguien le puede parecer indecoroso decir esto, pero es así) sino sus nefastas consecuencias de carácter económico, político y social al haber sido gestionado rematadamente mal su control y erradicación por aquellos que estaban obligados a hacerlo bien: el Gobierno de la nación. Y es que la situación en este país, como era de esperar visto lo visto desde el pasado mes de febrero cuando comenzó la crisis sanitaria, comienza a ponerse extremadamente peliaguda, a salirse de madre, a sobrepasar abundantes líneas rojas, a evidenciar males mayores por venir de naturaleza reivindicativa económica, social y política. Algo, por otra parte, que a los que por necesidades de nuestra profesión nos hemos visto obligados a chequear periódicamente la moral de miles y miles de compañeros, su salud física y mental, su compromiso vital, la fortaleza de su ideario, su voluntaria entrega a la causa de unos principios altruistas e inmutables… no nos ha pillado por sorpresa.
La verdad es que la vida futura en esta vieja piel de toro ibérica pinta muy fea, los escasos estudios prospectivos que el que esto escribe ha podido analizar en las últimas semanas en relación con el porvenir nacional son catastróficos y lo peor de todo es que incluso para un estratega militar que se ha pasado la mayor parte de su vida facilitando a sus jefes estudiadas soluciones a problemas muy difíciles, seguramente de más compleja resolución aunque con menores daños colaterales que la maldita pandemia que enfrentamos en estos momentos, no resulta nada fácil pergeñar hipótesis plausibles de regeneración del sistema a corto plazo utilizando vías simples y adecuadas al deterioro social, económico y político que sufrimos y que a día de hoy se presenta enquistado y en putrefacción acelerada.
España, zarandeada como todos sabemos muy bien por un coronavirus inmisericorde de etiología nada dudosa, se encuentra cada día que pasa más sola, sin timonel, sin capitán, sin líder, sin conductor que la dirija, sin Gobierno merecedor de tal nombre, sin unos muy necesarios comités de auxiliares y expertos asesores que pegados a los que deben de tomar las nuevas y complejas decisiones que la situación requiere iluminen desde su profesionalidad y su competencia el difícil camino a transitar antes de que sea demasiado tarde. En su lugar, los españoles arrastramos nuestras vapuleadas vidas al socaire de una pandilla de incompetentes de la política que catapultados a sus elevadas poltronas por un sistema representativo antiguo, obsoleto, nacido en unas muy especiales circunstancias históricas, se dedican a pelearse entre sí en busca de unas migajas de poder que llevarse a sus descerebradas cabezas, a mercadear sin remilgos de ninguna clase con sus propias alianzas y sus inicuas traiciones, y en la macabra pelea contra el enemigo común que atenaza nuestra existencia a arbitrar en demencial pugilato ocurrencias y más ocurrencias personales en sus territorios taifeños que no sirven nada más que para crear confusión y caos en la ciudadanía. En ausencia descarada de un mando único y responsable a nivel nacional.
El país está sin timonel, amigos, ya que el cacique/presidente de la nueva Cogobernación española, el tal Sánchez, un personaje chulesco mutado a dictador de vía estrecha, un petimetre atrincherado en La Moncloa por mor de la escandalosa y muy interesada ayuda de sus antiguos adversarios, lleva ya meses perdiendo fuelle, flaqueando, huyendo, escaqueándose, escondiéndose, disimulando…aunque, eso sí, recitando a diario el cuento de la lechera de la señora Merkel. Y rizando el rizo, acaba de poner el broche a su escapismo institucional abandonando su puesto de mando en el Congreso (no a bordo del Falcon de su vida sino del Audi 8 blindado presidencial), aparentemente harto, cansado, deprimido, hasta los mismísimos cojones que diría aquél. Situación anímica que, según sus adláteres monclovitas que parece ser se han conjurado para protegerlo como sea no vaya a ser que se queden sin comer en un muy próximo futuro, está propiciada en primer lugar por el Covid-19 de marras que no le deja dormir después de que por fin haya podido, tras una brutal terapia servida por su socio del moño (antes coleta), superar de nuevo su recalcitrante insomnio de egocéntrico despiadado.
También, según sus numerosos asesores de la rosa marchita, nuestro huido jefecillo está hasta el gorro de sus propios lugartenientes y barones partidarios que, según todos sabemos, le odian en plan africano y, sobre todo, le temen por aquello de su comprobada resiliencia personal (cabezonería patológica para el común de los ciudadanos que la sufren o sufrimos). Y no para ahí la cosa, su temible ojeriza personal alimentada de la arrogancia y la altanería propias del cobarde de manual, llega asimismo en dosis letales a sus socios de conveniencia, a los gerifaltes de esos partidillos vergonzantes del Norte, Nordeste y Levante peninsular y de allende el Atlántico que no paran, sin taparse la nariz, de cambiarle votos por billetes de 500 euros; sí, sí, de esos pagarés al portador fabricados en Alemania y que no hay dios que vea uno por España porque se los ha llevado todos a Abu Dabi el granuja exiliado de las cinco mil amantes. Y por último, en estos momentos no le cabe la menor duda a nadie de que el jenízaro de La Moncloa odia con todas sus fuerzas a los ciudadanos españoles en general, a todos sin excepción, a los vivos y todavía más a los miles y miles que han perecido por la pandemia y por su negligente y culposa gestión de la misma. ¡A los que ignora y desprecia el muy canalla!
Pues esto amigos, aun dejando de lado al político manifiestamente mejorable que ocupa la presidencia del Gobierno español (del que en las líneas anteriores acabo de presentaros una nada amable pero verídica personalidad) está mal, muy mal. ¡Como va a encontrarse un país como España, actualmente enfrentando una guerra atípica y desigual pero guerra al fin y al cabo, según afirmó el propio Sánchez, que se encuentra de pronto con que su “general en jefe” abandona con nocturnidad y alevosía a su propio Ejército, a un Ejército sin moral, sin armas, sin logística, con más de sesenta mil muertos en combate, delegando el mando en sus lugartenientes para que ellos en sus respectivas parcelas del frente y con su buen hacer y entender luchen y venzan al enemigo común! Un sinsentido monstruoso, una aberración estratégica, una cobardía, una estupidez supina cuyo corolario inmediato no puede ser otro que la más severa derrota. Y estamos hablando, fuera ya de eufemismos, de gestionar con profesionalidad y buen hacer la dramática situación sanitaria que sufre este país y que va a engendrar en el corto plazo abundantes daños colaterales en el terreno de la economía, la política y la vida de millones de ciudadanos. Importantísima tarea que de no encarrilarse bien empecinándose de nuevo sus protagonistas en errores pasados y en improvisaciones y negligencias suicidas, puede llevar a España incluso a su desaparición como tal.
Y en ese sentido, no conviene trivializar, como ya están haciendo determinados partidos políticos, los recientes sucesos acaecidos en numerosas ciudades españolas, minusvalorando la situación y el hartazgo de la ciudadanía española abocada al paro, la falta de recursos de todo tipo e incluso a la pobreza más absoluta. Siempre, en cualquier confrontación humana, resulta suicida subvalorar, menospreciar al adversario. Las batallas perdidas por generales ególatras que cayeron en semejante trampa se cuentan por millares en la historia militar de todo el mundo. Yo, la verdad, amigos, y termino, con la experiencia vital de muchos años a mis espaldas y sin que nunca jamás me haya rendido a las circunstancias más adversas, en estos momentos me siento verdaderamente preocupado por el país en el que vivo…y viven mis hijos. Y me permito lanzaros una amable pero dura advertencia:
Si los españoles no somos capaces de cambiar, en el corto/medio plazo, este Gobierno que nos lleva directamente a la ruina, por otro (de concentración, de salvación nacional o como queramos llamarlo) que gestione desde la racionalidad y la preparación técnica adecuada los meses que nos quedan de guerra a muerte con el Covid-19, este país, con la situación de parálisis política que además sufre desde hace años, está abocado tarde o temprano a la intervención. Pero no solo de carácter exclusivamente económico. También político, si es que la Unión Europea, con sus ricos halcones del norte en vanguardia, quiere hacer cargo de sus pobres migajas.
Fdo: Amadeo Martínez Inglés.
Alejandro El No-Magno | Viernes, 06 de Noviembre de 2020 a las 01:14:11 horas
A nosotros nos gustaría saber qué propone
el coronel --que tiene muchos que le escriban--una vez quitado el gobierno de Don Pedro
por incompetente.
Porque NO DICE NADA AL RESPECTO
Y con su "experiencia" resulta raro
que no lo sepa.
Porque la cuestión no es quitarlo
La cuestión es ¿Qué y quíenes vamos
a poner en su lugar?
Porque ese espacio no se puede quedar vacío;
porque, ¿quíenes nos iban a gobernar?.
¿La reina Letizia, quizás?
Ah!...ya se nos ocurre:
podemos hallar nuevos gobernantes
llamando a que vuelva de Dubai
el granuja exilado de las cinco mil amantes
para ponerlo de nuevo como Jefe de Estado;
a su hijo, el enano de Felipe el Sexto,
como presidente del gobierno;
al viudo de Casado
como vicepresidente;
de ministro de sanidad
a Isabel Díaz Ayuso
y de encargado de derechos sociales
e igualdad a Abascal.
Creemos que asi podríamos funcionar...
...Al menos, al menos que el coronel
no tenga en mente la Revolución
con un socialismo del siglo XXI
que limpie LA INMENSA
PODREDUMBRE
DE ESTA GANGSTERCRACIA
QUE NOS DEJO
EL TERRORISTAS DEL FERROL
con su llamada trancisión
Pero, ¿qué diría EUROPUSA?
¿Qué diría la NAUFRAGADA Unión Europea
tan libre y tan lozana ella?
Lo mejor sería preguntarle
a Ángeles Maestro,
o, a otra ángel, Ángeles Diez
Estamos esperando
que la Noche del Sábado
--o de cualquier otra noche--
de la Sexta TV invite algún día
a éstas dos ángeles
porque sería la única manera
de enterarnos de lo que el coronel
no quiere decirnos:
qué y quíenes vamos a poner en lugar
de éstos talabarteros del paludismo
del gabinete de Don Pedro
cuyo barco ya se le ha hundido.
Esperemos
('Pués siéntate en un buen sofá',
nos dice un amigo
que sigue nuestro escrito)
Ta vez por eso, la mesa crítica del coronel,
en su sentido omitivo de no ariesgarse
a decirnos como sustituir
al inepto gobierno 'progresista',
pierde la necesaria validez constructiva
que le hacía falta para consolidar
su fuerza argumentativa.
POSTED BY AD HUMANITATEM
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