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Jueves, 30 de Julio de 2020 Tiempo de lectura:

LA VERDAD DEL EMPRESARIO QUE COMPRÓ UN LAMBORGHINI CON DINERO DE SUS EMPLEADOS

Destinó la ayuda estatal a sus empresas por el desempleo provocado por la COVID-19 al pago de costosos lujos personales.

No se trata del primer caso de fraude al Estado que se han reportado en Estados Unidos por solicitar préstamos de ayuda ante la crisis del Covid-19 empleado para uso personal. Desde grandes corporaciones a pequeñas empresas han defraudado o malversado fondos destinados a pagar nominas pero destinados finalmente al pago de fastuosos lujos.

 

Por FERMÍN DOMÍNGUEZ PARA CANARIAS SEMANAL. ORG.-

 

 

    No siempre es tan fácil apreciar el conflicto capital-trabajo como nos lo muestra el escandaloso caso del empresario estadounidense que compró un onerosísimo coche de lujo a costa de sus empleados. Es decir, que lo que se nos muestra no es más que esa contradicción permanente -de las tantas que son inherentes al capitalismo en tanto sistema- que enfrenta a capitalistas que buscan incrementar sus beneficios y los trabajadores que tratan de mejorar sus condiciones salariales.

 

 

 

 

    El caso es que un empresario del Estado de la Florida usó parte de los $3.9 millones de dólares de fondos estatales del programa de protección de sueldos y salarios a empresas afectadas por el COVID-19 (PPP), para comprarse un automóvil de lujo marca Lamborghini, en lugar de pagar las nómina de sus empresas.

 

 

 

 

    Se trata de David T. Hines, de 29 años, residente Miami, Florida, quien ha sido acusado de fraude bancario, declaraciones falsas a una institución financiera y una acusación por ganancias ilegales. Según la acusación, a los pocos días de recibir los fondos, el empresario Hines compró un automóvil deportivo Lamborghini Huracán por aproximadamente $318,000 dólares, que registró a su nombre pero asociado a una de sus compañías.

 

 

 

    Por si fuera poco, Hines no solo dejó sin pagar las nóminas de sus empleados, sino que se dedicó a realizar numerosas compras en tiendas de lujo y resorts en la ciudad de Miami Beach.

 

 

 

    La gran pregunta, a la que ningún medio de los que han replicado la noticia da respuesta es, ¿qué ha sido de los empleados del empresario a los que debieron llegar los recursos económicos -que como el resto de los 33 millones de estadounidenses- han perdido sus empleos por efectos de la pandemia del Covid-19?

 

 

 

    Sin embargo, no se trata de ninguna excepción por más escandaloso e insólito que pueda parecer. La detención del empresario resulta una anécdota en el imperio de la lógica antagónica de las relaciones capital-trabajo. Recordemos que la gran la burguesía estadounidense se ha visto beneficiada escandalosamente precisamente con estos mismos fondos del programa PPP provenientes del estado.

 

 

 

    Siguiendo el sentido que expresara el filósofo marxista español, Manuel Sacristán, en su artículo, ”Intoxicación de masas, masas intoxicadas”, de 1981 contenido en la antología anticapitalista, “Pacifismo, ecologismo y política alternativa”, podríamos preguntar: ¿qué diferencia a esos prohombres enriquecidos y ejemplares como este empresario que nos ocupa?

 

 

 

    Por supuesto, como escribiera Sacristán, “No el móvil -el beneficio, la vocación capitalista, por todos legitimada, de “sacar un honrado penique” del ejercicio de su listeza- ni la moralidad: no su sistema de valores, no su cultura. Sencillamente, el empresario honrado ha tenido suerte... en el desempeño de una misma función...”. En unos y otros, es este “el complicado fondo causal último de la necesidad indeterminada” el que motiva a los empresarios a hacer uso privado de lo que le correspondería a los trabajadores.

 

 

 

    Porque para que el sistema pueda seguir existiendo sin dejar de reproducirse. no puede abolirse la explotación de clases.

 

 

 

 

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