CORONAVIRUS, INTERESES DE ESTADO Y CONSPIRATONTOS
La realidad no se mueve por fuerzas oscuras y secretas sino por la lucha de clases
Nos ha llegado a la redacción de Canarias Semanal esta interesante y documentada reflexión de Marat sobre las teorías conspiratorias en torno al coronavirus, del que ofrecemos un resumen, animando a que se consulte el texto completo en el enlace que añadimos al final.
POR MARAT PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
1.-Si un Estado no tiene enemigo se lo inventa
Dentro de un sistema global capitalista, o de cualquier otra formación económico-social dividida entre dominantes y dominados, el ajuste a la dualidad amigo/enemigo es fundamental para los Estados tanto a nivel interno (nacional) como externo (internacional).
La escuela norteamericana del realismo político (Hans J. Morgenthau. “Política entre las naciones”), define a los Estados como actores políticos principales, casi exclusivos, en el marco de las Relaciones Internacionales, estableciendo como elemento nuclear de dicho enfoque el interés (antecedente en Hobbes) centrado en la idea de poder (antecedente en Maquiavelo).
Esta especie de sacralización del poder del Estado tiende a ignorar no solo la existencia de las luchas de clases en su interior, sino también la importancia que desde el siglo XIX van adquiriendo otros agentes a nivel internacional como la opinión pública mundial, los movimientos internacionales de masas, etc.
Pareciera que el señalado como poder omnímodo de los Estados no pudiera admitir, o temiera, a otros actores internacionales aparentemente menos poderosos. La visión puramente estatista del mundo es triplemente reaccionaria:
- Porque cosifica la realidad humana al reducirla a la voluntad del poder del Estado.
- Porque niega otros movimientos de la historia que no sean las dialécticas derivadas de los intereses de los Estados.
- Porque presenta una visión del mundo en la que la población de los Estados es una caja negra dentro de la que desaparecen las contradicciones y antagonismos entre las clases sociales.
2.-Fabricantes de “conspiraciones” y conspiranoia
El verbo conspirar implica una acción de varias personas unidas por un mismo fin en el que hay un daño a un tercero, sea éste persona particular o institucional.
Las conspiraciones existen y han existido a lo largo de la historia, pero el movimiento histórico no se explica por las conspiraciones sino por las relaciones sociales de producción entre las clases sociales, sus luchas de intereses antagónicos (estamentos en el pasado), dentro de unas formaciones económico-sociales concretas y por las transformaciones que éstas experimentan hasta su sustitución por otras.
Llamativamente, los casos de supuestas o pretendidas conspiraciones que más difusión tienen en Internet actualmente, lugar privilegiado de los conspiranoicos, tienen como actor a uno o varios Estados o a un conjunto de individuos que ocupan los lugares más altos de la escala social, económica y política y conspiran para la dominación mundial de la toda Humanidad y parte del extranjero.
No voy a perder ni un minuto en responder a las “teorías” sobre el 11-S, la de la dominación mundial por una élite vinculada con los extraterrestres o con las lagartijas, los Illuminati o cualquiera otra bufonada, propia de idiotas conectados en vena a Internet las 24 horas del día los 365 días del año, pastoreados por gente sin escrúpulos que busca dinero y notoriedad. Pero sí que me interesa la porquería virtual sobre el coronavirus que estos días se difunde sobre conspiraciones chinas o norteamericanas.
Cualquier persona que utilice su cerebro al menos 10 minutos al día y posea algo más de una neurona, entenderá que si hay una teoría que afirma que a los chinos se les escapó el COVID-19 de un laboratorio en el que lo habían fabricado, y ello contaminó al resto del mundo, y si hay otra que acusa a Estados Unidos de haber provocado la pandemia para hundir a China, es que hay intereses de Estado detrás de ambas teorías.
“La guerra es la prolongación de la política por otros medios”, decía Von Clausewitz, y EEUU y China la están haciendo a bulazo (de bulo) limpio.
Desde la llegada de Trump a la presidencia USA se ha acentuado el enfrentamiento económico que en el pasado era soterrada, y se disfrazaba de cooperación, entre dicho país y China.
El discurso previo a su mandato y el inicial de la Presidencia de Trump puso el énfasis en la decadencia del papel de Estados Unidos en el mundo, en la emergencia de la amenaza china a la dominación mundial de la superpotencia norteamericana y en la necesidad de que ésta recuperase su papel hegemónico.
Mientras la superpotencia emergente se esforzaba por alcanzar su dominación, la declinante se debatía entre el ensimismamiento interno o la amenaza constante a la estabilidad económica capitalista mundial en la fase declinante de la débil recuperación de la crisis iniciada a partir de 2013.
Reducir el imperialismo capitalista a una sola potencia mundial significa no entender la naturaleza capitalista de la otra gran potencia, sin comprender las características del imperialismo señaladas por Lenin en “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, e ignorar olímpicamente las contradicciones interimperialistas de las que hablaba el mismo.
Recordemos que las autoridades chinas intentaron ocultar al principio la dimensión del problema durante el mes de diciembre, desprestigiaron e intentaron acallar al doctor Li Wenliang, que había intentado avisar a sus colegas médicos sobre un virus que creía que se parecía al SARS, otro coronavirus mortal, y que finalmente dicho doctor murió al contagiarse mientras trataba a pacientes de la por entonces epidemia.
Por su parte, el psicópata genocida Presidente Trump se juega la elección al amagar con asumir el coste de más de 250.000 vidas de norteamericanos, con tal de no confinar a toda la población y paralizar la actividad económica, mientras su país es el que más casos de infectados presenta. Necesita inventar un enemigo y nadie como el gobierno Chino para jugar ese rol.
Evidentemente ni el Presidente XI Jinping ni el mafioso Trump se encargan de difundir personalmente el bulo conspiranoico. El primero es la cara amable de la dictadura capitalista china, el segundo es el malvado de ópera bufa del imperio más criminal de la historia de la humanidad, pero no es tan estúpido como el papel que representa.
De esta difusión se encargan personajes de segunda fila. En el caso chino, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian fue el encargado de lanzar la teoría de la culpabilidad de Estados Unidos. En el de USA es el entorno de ultraderecha del Presidente. No hay que rebuscar mucho para acabar dando con la cochambre panfletaria como la que publican en Breitbart News e Infowars.
Los principales expertos en pandemias víricas están de acuerdo en que su origen está en el salto de animal a humano, provocando reacciones de sinofobia (xenofobia contra las personas chinas o de origen chino). Una y otra superpotencia tienen intereses bastardos en fabricar sus respectivas teorías de la conspiración del coronavirus. Los esbirros que propagan el bulo conspiracionista por un salario sirven conscientemente al poder de ambos imperialismos.
Pero el idiota, el ignorante, el que carece de sentido crítico, el que difunde el conspiracionismo porque otros muchos lo han hecho antes, el que actúa frente a la realidad de forma autoreferencial, seleccionando solo los datos que confirman lo que previamente está empeñado en sostener, el que hace oídos sordos a los argumentos racionales, es el bobo útil.
Éste conspira no solo contra los intereses colectivos de las clases subalternas sino contra los suyos propios. Es el correo de intereses de un capitalismo mundial, al que sirve como conspiratonto, que hará pagar, cuando pase la pandemia del coronavirus, a la clase trabajadora la caída de su tasa de ganancia en forma de recortes sociales mucho mayores de los hasta ahora conocidos, pobreza, paro y austeridad.
3.-Apéndice: nuevas oleadas de basura mediática con la excusa del coronavirus
Hemos salido de la modernidad, durante siglos marcada por la confianza en el conocimiento científico, la razón humana, el progreso y el creciente laicismo, para adentrarnos en una nueva medievalización del pensamiento.
La crisis capitalista, sin visos de ser superada de modo igualitario por una nueva formación económico-social más justa y a la medida del ser humano, la inestabilidad del mundo, la realidad líquida, evocando a Bauman, el miedo difuso al futuro, los crecientes desafíos y amenazas a los que nos enfrentamos como especie, están abriendo la puerta a nuevos monstruos. Pero a su vez hay una intoxicación permanente e intencionada de la mente humana con el fin de acentuar y acelerar este proceso.
Al fenómeno de la pandemia del coronavirus se han adosado otros dos epifenómenos como los parásitos que se fijan a la piel de un animal y sobre los que merece la pena que nos detengamos, por mucho que no hayan adquirido la notoriedad del discurso conspiracionista o conspiranoico, pero que previsiblemente irán en aumento en los próximos tiempos. Uno de ellos, estaba ya entre nosotros. El otro ha acabado por emerger siguiendo la lógica de un discurso en sí mismo patológico.
Me refiero al brote de ecofascismo, que sigue una línea de discurso previo que lleva hasta sus últimas consecuencias, y a las supersticiones, esoterismos y pseudociencias que ahora proliferan con más auge en Internet, movidas por el negocio de gente sin escrúpulos y seguidas y difundidas por ignorantes.
El ecofacismo actual viene de la mentalidad reaccionaria de algunas corrientes ecologistas y del totalitarismo que irradia el veganismo mayoritario.
Imágenes idílicas que nos mostraban al coronavirus como el gran salvador de Gaia, como la oportunidad para la regeneración del Planeta mientras los seres humanos permanecían confinados en casa, conectados a un tubo de respiración en las UCIs del mundo, hacinados en las morgues de las ciudades. No, el virus no era el asesino sino el ser humano el que destruía el Planeta. Según tan aberrante idea, la Tierra se estaría “purgando” de la maldad destructiva del ser humano, salvándose al eliminar a buena parte de la humanidad. Puro ultramaltusianismo nazi, no muy alejado de las aberraciones de ese grupo de zumbados de origen estadounidense –de donde provienen la mayoría de los grupos de tarados del mundo- que se hace llamar Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria y que propugna que el ser humano deje de reproducirse.
Y es que, genios de la responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático, el capitalismo al que evitáis criticar carece de sentido social o de sensibilidad medioambiental. Para él, el ridículo e hipócrita término de “sostenibilidad” solo se refiere a la de la tasa de ganancia y la rentabilidad de la actividad económica. Y lo demás, como siempre, mera propaganda.
El confinamiento, que en España se prolongará previsiblemente bastante más allá de un mes, el miedo al virus y la muerte, la sensación de una realidad que se nos escapa, convertida en pesadilla de la que no podemos despertar, la percepción de fragilidad de cada ser humano, la conciencia de que nos abocamos a un mundo cada vez más inseguro, golpean duramente sobre la mente humana.
Es casi imposible mantener la capacidad de raciocinio, cuando se ha impuesto el aislamiento social, la desmoralización colectiva ampliamente extendida y la posibilidad de interacción en la creación de discurso social, desde hace mucho tiempo vertical. El discurso hoy se ha convertido en una consigna nacional, repetida machaconamente por todos los medios mayoritarios de la comunicación, salvo los de extrema derecha, que hacen su guerra no contra la pandemia sino contra el gobierno.
En estos días, diferentes instituciones y sociedades médicas se han visto obligadas a exigir, una vez más, al Gobierno español que ponga coto a los desmanes de pseudociencias y homeópatas por la gravedad para la vida humana del engaño con el que tratan de convencer a los sectores más crédulos de la sociedad de que su chamanismo de ocasión puede enfrentar al coronavirus.
Frente al asalto a la razón, que denunció el filósofo marxista George Lukács, en estos tiempos oscuros de confusión ideológica es necesario levantar de nuevo el pensamiento racional y el conocimiento científico.
Frente al conspiracionismo y la conspiranoia es necesario el análisis concreto de la realidad concreta, la explicación dialéctica de la historia con sus procesos sociales, económicos y políticos, dentro del que los antagonismos entre las clases sociales cobran una especial importancia para comprender el mundo en el que vivimos, demostrando que la realidad no se mueve por fuerzas oscuras y secretas sino por una lucha de clases que se produce cotidianamente a la vista de todos y que solo la ignorancia, el cinismo o la falta de compromiso político pueden negarlo.
Frente al fascismo, con el ropaje que se presente, solo la lucha ideológica y la organización de clase con una perspectiva anticapitalista y socialista pueden dar la respuesta.
http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2020/04/coronavirus-intereses-de-estado-y.html
POR MARAT PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
1.-Si un Estado no tiene enemigo se lo inventa
Dentro de un sistema global capitalista, o de cualquier otra formación económico-social dividida entre dominantes y dominados, el ajuste a la dualidad amigo/enemigo es fundamental para los Estados tanto a nivel interno (nacional) como externo (internacional).
La escuela norteamericana del realismo político (Hans J. Morgenthau. “Política entre las naciones”), define a los Estados como actores políticos principales, casi exclusivos, en el marco de las Relaciones Internacionales, estableciendo como elemento nuclear de dicho enfoque el interés (antecedente en Hobbes) centrado en la idea de poder (antecedente en Maquiavelo).
Esta especie de sacralización del poder del Estado tiende a ignorar no solo la existencia de las luchas de clases en su interior, sino también la importancia que desde el siglo XIX van adquiriendo otros agentes a nivel internacional como la opinión pública mundial, los movimientos internacionales de masas, etc.
Pareciera que el señalado como poder omnímodo de los Estados no pudiera admitir, o temiera, a otros actores internacionales aparentemente menos poderosos. La visión puramente estatista del mundo es triplemente reaccionaria:
- Porque cosifica la realidad humana al reducirla a la voluntad del poder del Estado.
- Porque niega otros movimientos de la historia que no sean las dialécticas derivadas de los intereses de los Estados.
- Porque presenta una visión del mundo en la que la población de los Estados es una caja negra dentro de la que desaparecen las contradicciones y antagonismos entre las clases sociales.
2.-Fabricantes de “conspiraciones” y conspiranoia
El verbo conspirar implica una acción de varias personas unidas por un mismo fin en el que hay un daño a un tercero, sea éste persona particular o institucional.
Las conspiraciones existen y han existido a lo largo de la historia, pero el movimiento histórico no se explica por las conspiraciones sino por las relaciones sociales de producción entre las clases sociales, sus luchas de intereses antagónicos (estamentos en el pasado), dentro de unas formaciones económico-sociales concretas y por las transformaciones que éstas experimentan hasta su sustitución por otras.
Llamativamente, los casos de supuestas o pretendidas conspiraciones que más difusión tienen en Internet actualmente, lugar privilegiado de los conspiranoicos, tienen como actor a uno o varios Estados o a un conjunto de individuos que ocupan los lugares más altos de la escala social, económica y política y conspiran para la dominación mundial de la toda Humanidad y parte del extranjero.
No voy a perder ni un minuto en responder a las “teorías” sobre el 11-S, la de la dominación mundial por una élite vinculada con los extraterrestres o con las lagartijas, los Illuminati o cualquiera otra bufonada, propia de idiotas conectados en vena a Internet las 24 horas del día los 365 días del año, pastoreados por gente sin escrúpulos que busca dinero y notoriedad. Pero sí que me interesa la porquería virtual sobre el coronavirus que estos días se difunde sobre conspiraciones chinas o norteamericanas.
Cualquier persona que utilice su cerebro al menos 10 minutos al día y posea algo más de una neurona, entenderá que si hay una teoría que afirma que a los chinos se les escapó el COVID-19 de un laboratorio en el que lo habían fabricado, y ello contaminó al resto del mundo, y si hay otra que acusa a Estados Unidos de haber provocado la pandemia para hundir a China, es que hay intereses de Estado detrás de ambas teorías.
“La guerra es la prolongación de la política por otros medios”, decía Von Clausewitz, y EEUU y China la están haciendo a bulazo (de bulo) limpio.
Desde la llegada de Trump a la presidencia USA se ha acentuado el enfrentamiento económico que en el pasado era soterrada, y se disfrazaba de cooperación, entre dicho país y China.
El discurso previo a su mandato y el inicial de la Presidencia de Trump puso el énfasis en la decadencia del papel de Estados Unidos en el mundo, en la emergencia de la amenaza china a la dominación mundial de la superpotencia norteamericana y en la necesidad de que ésta recuperase su papel hegemónico.
Mientras la superpotencia emergente se esforzaba por alcanzar su dominación, la declinante se debatía entre el ensimismamiento interno o la amenaza constante a la estabilidad económica capitalista mundial en la fase declinante de la débil recuperación de la crisis iniciada a partir de 2013.
Reducir el imperialismo capitalista a una sola potencia mundial significa no entender la naturaleza capitalista de la otra gran potencia, sin comprender las características del imperialismo señaladas por Lenin en “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, e ignorar olímpicamente las contradicciones interimperialistas de las que hablaba el mismo.
Recordemos que las autoridades chinas intentaron ocultar al principio la dimensión del problema durante el mes de diciembre, desprestigiaron e intentaron acallar al doctor Li Wenliang, que había intentado avisar a sus colegas médicos sobre un virus que creía que se parecía al SARS, otro coronavirus mortal, y que finalmente dicho doctor murió al contagiarse mientras trataba a pacientes de la por entonces epidemia.
Por su parte, el psicópata genocida Presidente Trump se juega la elección al amagar con asumir el coste de más de 250.000 vidas de norteamericanos, con tal de no confinar a toda la población y paralizar la actividad económica, mientras su país es el que más casos de infectados presenta. Necesita inventar un enemigo y nadie como el gobierno Chino para jugar ese rol.
Evidentemente ni el Presidente XI Jinping ni el mafioso Trump se encargan de difundir personalmente el bulo conspiranoico. El primero es la cara amable de la dictadura capitalista china, el segundo es el malvado de ópera bufa del imperio más criminal de la historia de la humanidad, pero no es tan estúpido como el papel que representa.
De esta difusión se encargan personajes de segunda fila. En el caso chino, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian fue el encargado de lanzar la teoría de la culpabilidad de Estados Unidos. En el de USA es el entorno de ultraderecha del Presidente. No hay que rebuscar mucho para acabar dando con la cochambre panfletaria como la que publican en Breitbart News e Infowars.
Los principales expertos en pandemias víricas están de acuerdo en que su origen está en el salto de animal a humano, provocando reacciones de sinofobia (xenofobia contra las personas chinas o de origen chino). Una y otra superpotencia tienen intereses bastardos en fabricar sus respectivas teorías de la conspiración del coronavirus. Los esbirros que propagan el bulo conspiracionista por un salario sirven conscientemente al poder de ambos imperialismos.
Pero el idiota, el ignorante, el que carece de sentido crítico, el que difunde el conspiracionismo porque otros muchos lo han hecho antes, el que actúa frente a la realidad de forma autoreferencial, seleccionando solo los datos que confirman lo que previamente está empeñado en sostener, el que hace oídos sordos a los argumentos racionales, es el bobo útil.
Éste conspira no solo contra los intereses colectivos de las clases subalternas sino contra los suyos propios. Es el correo de intereses de un capitalismo mundial, al que sirve como conspiratonto, que hará pagar, cuando pase la pandemia del coronavirus, a la clase trabajadora la caída de su tasa de ganancia en forma de recortes sociales mucho mayores de los hasta ahora conocidos, pobreza, paro y austeridad.
3.-Apéndice: nuevas oleadas de basura mediática con la excusa del coronavirus
Hemos salido de la modernidad, durante siglos marcada por la confianza en el conocimiento científico, la razón humana, el progreso y el creciente laicismo, para adentrarnos en una nueva medievalización del pensamiento.
La crisis capitalista, sin visos de ser superada de modo igualitario por una nueva formación económico-social más justa y a la medida del ser humano, la inestabilidad del mundo, la realidad líquida, evocando a Bauman, el miedo difuso al futuro, los crecientes desafíos y amenazas a los que nos enfrentamos como especie, están abriendo la puerta a nuevos monstruos. Pero a su vez hay una intoxicación permanente e intencionada de la mente humana con el fin de acentuar y acelerar este proceso.
Al fenómeno de la pandemia del coronavirus se han adosado otros dos epifenómenos como los parásitos que se fijan a la piel de un animal y sobre los que merece la pena que nos detengamos, por mucho que no hayan adquirido la notoriedad del discurso conspiracionista o conspiranoico, pero que previsiblemente irán en aumento en los próximos tiempos. Uno de ellos, estaba ya entre nosotros. El otro ha acabado por emerger siguiendo la lógica de un discurso en sí mismo patológico.
Me refiero al brote de ecofascismo, que sigue una línea de discurso previo que lleva hasta sus últimas consecuencias, y a las supersticiones, esoterismos y pseudociencias que ahora proliferan con más auge en Internet, movidas por el negocio de gente sin escrúpulos y seguidas y difundidas por ignorantes.
El ecofacismo actual viene de la mentalidad reaccionaria de algunas corrientes ecologistas y del totalitarismo que irradia el veganismo mayoritario.
Imágenes idílicas que nos mostraban al coronavirus como el gran salvador de Gaia, como la oportunidad para la regeneración del Planeta mientras los seres humanos permanecían confinados en casa, conectados a un tubo de respiración en las UCIs del mundo, hacinados en las morgues de las ciudades. No, el virus no era el asesino sino el ser humano el que destruía el Planeta. Según tan aberrante idea, la Tierra se estaría “purgando” de la maldad destructiva del ser humano, salvándose al eliminar a buena parte de la humanidad. Puro ultramaltusianismo nazi, no muy alejado de las aberraciones de ese grupo de zumbados de origen estadounidense –de donde provienen la mayoría de los grupos de tarados del mundo- que se hace llamar Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria y que propugna que el ser humano deje de reproducirse.
Y es que, genios de la responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático, el capitalismo al que evitáis criticar carece de sentido social o de sensibilidad medioambiental. Para él, el ridículo e hipócrita término de “sostenibilidad” solo se refiere a la de la tasa de ganancia y la rentabilidad de la actividad económica. Y lo demás, como siempre, mera propaganda.
El confinamiento, que en España se prolongará previsiblemente bastante más allá de un mes, el miedo al virus y la muerte, la sensación de una realidad que se nos escapa, convertida en pesadilla de la que no podemos despertar, la percepción de fragilidad de cada ser humano, la conciencia de que nos abocamos a un mundo cada vez más inseguro, golpean duramente sobre la mente humana.
Es casi imposible mantener la capacidad de raciocinio, cuando se ha impuesto el aislamiento social, la desmoralización colectiva ampliamente extendida y la posibilidad de interacción en la creación de discurso social, desde hace mucho tiempo vertical. El discurso hoy se ha convertido en una consigna nacional, repetida machaconamente por todos los medios mayoritarios de la comunicación, salvo los de extrema derecha, que hacen su guerra no contra la pandemia sino contra el gobierno.
En estos días, diferentes instituciones y sociedades médicas se han visto obligadas a exigir, una vez más, al Gobierno español que ponga coto a los desmanes de pseudociencias y homeópatas por la gravedad para la vida humana del engaño con el que tratan de convencer a los sectores más crédulos de la sociedad de que su chamanismo de ocasión puede enfrentar al coronavirus.
Frente al asalto a la razón, que denunció el filósofo marxista George Lukács, en estos tiempos oscuros de confusión ideológica es necesario levantar de nuevo el pensamiento racional y el conocimiento científico.
Frente al conspiracionismo y la conspiranoia es necesario el análisis concreto de la realidad concreta, la explicación dialéctica de la historia con sus procesos sociales, económicos y políticos, dentro del que los antagonismos entre las clases sociales cobran una especial importancia para comprender el mundo en el que vivimos, demostrando que la realidad no se mueve por fuerzas oscuras y secretas sino por una lucha de clases que se produce cotidianamente a la vista de todos y que solo la ignorancia, el cinismo o la falta de compromiso político pueden negarlo.
Frente al fascismo, con el ropaje que se presente, solo la lucha ideológica y la organización de clase con una perspectiva anticapitalista y socialista pueden dar la respuesta.
http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2020/04/coronavirus-intereses-de-estado-y.html































Gustavo | Martes, 14 de Abril de 2020 a las 00:30:15 horas
Las conspiraciones haberlas haylas. ¿O no?
Solamente el futuro que nos da los datos y el sosiego, nos dará la solución a lo sucedido.
La verdad es confusa en estos momentos, las hipótesis son una constate y se superponen unas sobre otras.
Es mi parecer.
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