CORONAVIRUS: LOS INTERESES MERCANTILES POR ENCIMA DE LA SALUD

Por CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

    Frente a las pautas que los estudios epidemiológicos y la más elemental prudencia aconsejan aplicar para combatir la expansión del  coronavirus y proteger a los seres humanos, se está imponiendo la absurda “racionalidad capitalista”. Los negocios no pueden parar, ni por unos días, aunque el  avance de una epidemia que podría convertirse en pandemia lo aconseje.

    La advertencia del estelar jugador de baloncesto de los Ángeles Lakers, LeBron James, de no jugar sin público si la NBA decide finalmente prohibir que los aficionados asistan a los partidos para limitar la propagación del coronavirus, pone de manifiesto cuál es la prioridad.

    “¿Jugar partidos sin los aficionados? No, eso es imposible. No voy a jugar”, dijo James a los periodistas después del partido de su equipo el pasado viernes.

    “Si aparezco en un pabellón y no hay aficionados en la grada no voy a jugar. Que hagan lo que quieran”, añadió James, de 35 años, considerado uno de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos.

    Los medios de comunicación estadounidenses confirmaron que la NBA había enviado -ese mismo día- una circular a los 30 equipos de la liga,  en la que se detallaba la necesidad de poner en práctica planes de contingencia en caso de que sea necesario jugar partidos, sólo el personal imprescindible.

    Para la amplísima mayoría de los medios occidentales la noticia es la insubordinación del afamado jugador y no lo que sin dudas debería serlo: la incapacidad de parar por un unos días el gran negocio que representa la liga estadounidense de baloncesto.

    Poco importa la amenaza que representan las 102.000 personas que ya han sido infectadas por el coronavirus en todo el mundo, ni las más de 3.480 que han muerto por su causa. Ni siquiera que en los Estados Unidos se hayan confirmado en un brevísimo tiempo 301 casos, con 14 muertes.

    No pueden parar. La NBA se propone hacer lo que Italia, uno de los países más afectados después de China, está haciendo para no detener la competición.

    O sea, se hará lo mínimo necesario para detener la propagación del virulento y letal virus, pero sin detener la maquinaria económica. El virus puede afectar a las personas pero no a la sagrada economía, y su salud es lo que importa.

    La histeria no se ha propagado en las poblaciones, apaciguadas con mensajes tranquilizadores de los medios para no crear alarma que afecte a la economía, sino entre los mercaderes.

  Por este camino, si continúa  imperando la lógica económica capitalista, se cumplirá la profecía de  Claude Lévi-Strauss, cuando recordaba que “El mundo comenzó sin el hombre y terminará sin el hombre”.