
COLOMBIA: EL ESCENARIO MÁS BRUTAL DE LA "PEDAGOGÍA DEL TERROR POLÍTICO"
"Los asesinatos, las torturas y las desapariciones forzosas persiguen "educar" a la población en la sumisión a la injusticia"
El paramilitarismo sigue matando en Colombia. El terror político impera a pesar de la presunta "paz pactada", que prometía conducir al país a una “democracia consensuada” sin conflicto (...).
Por CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
El paramilitarismo sigue matando en Colombia. El terror político impera a pesar de la presunta "paz pactada", que prometía conducir al país a una “democracia consensuada” sin conflicto.
La última víctima de esta violencia ha sido el ex alcalde indígena del municipio colombiano de Cumbal, Jorge Alpala, quien fue encontrado muerto con varios impactos de bala después de la denuncia de su desaparición forzosa.
Su cuerpo fue descubierto por la Dirección de Investigación Criminal y la Fiscalía en Macas Cruz, en una zona rural del municipio de Cuaspud Carlosama, en el sureste del departamento de Nariño.
De acuerdo a la investigación, Alpala habría sido secuestrado por desconocidos mientras se desplazaba en su vehículo. La versión oficial sobre este suceso que han ofrecido los organismos de seguridad del Estado colombiano es que Alpala fue asesinado por unos delicuentes comunes que robaron su vehículo mientras se trasladaba a una reunión con otros líderes indígenas de la región. Esta explicación no ha convencido ni a sus compañeros ni a sus familiares, que apuntan más bien a otro asesinato con evidentes motivación política.
Pero, más allá de la necesaria denuncia sobre este nuevo crimen, de una lista que parece ser interminable, resulta esencial identificar el contexto en el que se reproduce, de forma permanente, esta violencia política.
Del terror del Estado y sus colaboradores paramilitares en el país latinoamericano se conoce bastante, y sus huellas, palpables, las han sufrido miles de colombianos. Sin embargo, lo que habitualmente se pasa por alto es la función específica que cumple este accionar sistemático del Estado contra los sectores más organizados de las clases populares.
Gran parte de los aprendizajes que van constituyendo la subjetividad de los sujetos se producen de manera "espontánea", mediante el significado que adquieren eventos específicos con los que se enfrentan en la vida cotidiana. Y, aunque ello no ha sido suficiente para acabar con las resistencias populares en uno de los países con mayores índices de desigualdad generaciones de colombianos han sido sometidos, y siguen siendo sometidos, a lo que se denomina "Pedagogía del terror político".
Una pedagogía que se desarrolla mediante el asesinato, la tortura y la desaparición física de los luchadores sociales, y que tiene como propósito constituir sujetos que interioricen la sumisión frente a la dominación y la injusticia.
En los crímenes políticos que tienen lugar en Colombia, y que no casualmente se han multiplicado tras la desmovilización de la guerrilla de las FARC, se pueden apreciar ejes pedagógicos muy claros, dirigidos contra la población:
¿Qué es lo que la sociedad aprende en casos de linchamientos masivos como estos?
¿Qué es lo que se aprende cuando una mujer es encontrada sin vida, desnuda, violada, víctima de la violencia machista?
¿Qué es lo que se aprende de la respuesta del Estado ante tales hechos?
Poder ofrecer una respuesta adecuada a estas preguntas -que en ocasiones puede hacerse de forma práctica pero no plenamente consciente- parece una condición necesaria para mejorar la efectividad de las tácticas y la estrategia de las organizaciones populares, en esta guerra de clases.
Por CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
El paramilitarismo sigue matando en Colombia. El terror político impera a pesar de la presunta "paz pactada", que prometía conducir al país a una “democracia consensuada” sin conflicto.
La última víctima de esta violencia ha sido el ex alcalde indígena del municipio colombiano de Cumbal, Jorge Alpala, quien fue encontrado muerto con varios impactos de bala después de la denuncia de su desaparición forzosa.
Su cuerpo fue descubierto por la Dirección de Investigación Criminal y la Fiscalía en Macas Cruz, en una zona rural del municipio de Cuaspud Carlosama, en el sureste del departamento de Nariño.
De acuerdo a la investigación, Alpala habría sido secuestrado por desconocidos mientras se desplazaba en su vehículo. La versión oficial sobre este suceso que han ofrecido los organismos de seguridad del Estado colombiano es que Alpala fue asesinado por unos delicuentes comunes que robaron su vehículo mientras se trasladaba a una reunión con otros líderes indígenas de la región. Esta explicación no ha convencido ni a sus compañeros ni a sus familiares, que apuntan más bien a otro asesinato con evidentes motivación política.
Pero, más allá de la necesaria denuncia sobre este nuevo crimen, de una lista que parece ser interminable, resulta esencial identificar el contexto en el que se reproduce, de forma permanente, esta violencia política.
Del terror del Estado y sus colaboradores paramilitares en el país latinoamericano se conoce bastante, y sus huellas, palpables, las han sufrido miles de colombianos. Sin embargo, lo que habitualmente se pasa por alto es la función específica que cumple este accionar sistemático del Estado contra los sectores más organizados de las clases populares.
Gran parte de los aprendizajes que van constituyendo la subjetividad de los sujetos se producen de manera "espontánea", mediante el significado que adquieren eventos específicos con los que se enfrentan en la vida cotidiana. Y, aunque ello no ha sido suficiente para acabar con las resistencias populares en uno de los países con mayores índices de desigualdad generaciones de colombianos han sido sometidos, y siguen siendo sometidos, a lo que se denomina "Pedagogía del terror político".
Una pedagogía que se desarrolla mediante el asesinato, la tortura y la desaparición física de los luchadores sociales, y que tiene como propósito constituir sujetos que interioricen la sumisión frente a la dominación y la injusticia.
En los crímenes políticos que tienen lugar en Colombia, y que no casualmente se han multiplicado tras la desmovilización de la guerrilla de las FARC, se pueden apreciar ejes pedagógicos muy claros, dirigidos contra la población:
¿Qué es lo que la sociedad aprende en casos de linchamientos masivos como estos?
¿Qué es lo que se aprende cuando una mujer es encontrada sin vida, desnuda, violada, víctima de la violencia machista?
¿Qué es lo que se aprende de la respuesta del Estado ante tales hechos?
Poder ofrecer una respuesta adecuada a estas preguntas -que en ocasiones puede hacerse de forma práctica pero no plenamente consciente- parece una condición necesaria para mejorar la efectividad de las tácticas y la estrategia de las organizaciones populares, en esta guerra de clases.
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