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Lunes, 01 de Abril de 2019 Tiempo de lectura:
"La sombra del impeachment se aleja y Trump gana argumentos para volver a entusiasmar a sus bases en las elecciones de 2020"

LA FAMOSA "TRAMA RUSA" CONTRA CLINTON NO EXISTIÓ, SEGÚN EL INFORME MUELLER

El informe encargado por el Departamento de Justicia de los EE.UU. desmonta la campaña de los grandes medios

Durante la pasada semana, han sido varias las noticias aparecidas en los medios españoles e internacionales sobre el llamado Informe Mueller, resultado de una investigación sobre la presunta connivencia de los asesores de campaña de Donald Trump y el gobierno de Rusia para interferir en las elecciones de noviembre de 2016, que dieron la victoria al magnate republicano. El fiscal general, William Barr, ha presentado al Congreso estadounidense una sinopsis de dicho informe (...).

 

  Por TITA BARAHONA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

    Durante la pasada semana, han sido varias las noticias aparecidas en los medios españoles e internacionales sobre el llamado Informe Mueller, resultado de una investigación sobre la presunta connivencia de los asesores de campaña de Donald Trump y el gobierno de Rusia para interferir en las elecciones de noviembre de 2016, que dieron la victoria al magnate republicano. El fiscal general, William Barr, ha presentado al Congreso estadounidense una sinopsis de dicho informe, encargado por el Departamento de Justicia de los EE.UU., cuyo texto íntegro será publicado en las próximas semanas. La principal conclusión es que no hay evidencia de dicha connivencia, lo cual ha levantado una oleada de reacciones a diestra y siniestra del espectro político-mediático estadounidense.

 

 


"La inesperada derrota de Hillary Clinton ante un contrincante que parecía fácil de batir fue explicada por el establishment del Partido Demócrata alegando la injerencia de Rusia para favorecer la victoria de Trump"

 

 

 

   Recordemos que la inesperada derrota de Hillary Clinton ante un contrincante que parecía fácil de batir fue explicada por el establishment del Partido Demócrata alegando la injerencia de Rusia para favorecer la victoria de Trump, mediante la propagación de noticias falsas en las redes y el “hackeo” de las máquinas electrónicas de votación. Nada de buscar explicaciones en la actuación demócrata durante los dos mandatos consecutivos de Barack Obama, ni en los errores cometidos por la propia Clinton y su equipo durante la campaña electoral. La autocrítica está fuera de discusión.

 

 

   Como si Estados Unidos no hubiese nunca interferido en las elecciones de terceros países y puesto y quitado gobiernos a placer, demócratas y republicanos opuestos a Trump airearon su indignación contra la “trama rusa”, que dieron por hecho incuestionable. En mayo de 2017 se ponía en marcha la investigación sobre dicha trama -lo que allí se llamó RussiaGate- a cuya dirección se puso al que fuera director del FBI entre 2001 y 2013, Robert Mueller. Este, que, según el reciente editorial de El País,goza de una reputación profesional indiscutible”, es el mismo que, poco antes de la invasión de Iraq, mintió al mundo entero asegurando que Sadam Husein estaba fabricando “armas de destrucción masiva” (1).

 

 

   Mientras la comisión Mueller emprendía su trabajo, los medios corporativos afines al Partido Demócrata, como las cadenas de TV por cable CNN y MSNBC, iniciaban una campaña propagandística llenando sus espacios con acusaciones de que Trump era una marioneta de Putin y su política la dictaba el Kremlin. La teoría conspirativa del Russia-Gate se aprovechó asimismo para emprender una purga de medios independientes críticos con la política exterior de EEUU, que fueron acusados de ser “una granja trolls rusos”. El Washington Post llegó incluso a publicar una lista negra de 200 de estos medios (2). Y, no contento con ello, también difundió la “fake news” de que Rusia había atacado la red eléctrica de los EEUU desde el Estado de Vermont, entre otras (3).

 

 

"Como si Estados Unidos no hubiese nunca interferido en las elecciones de terceros países y puesto y quitado gobiernos a placer, demócratas y republicanos opuestos a Trump airearon su indignación contra la “trama rusa”, que dieron por hecho incuestionable"

 

 

    Alumna aventajada de la diseminación de esta rusofobia ha sido la periodista Rachel Maddow, estrella de la cadena MSNBC, cuyo programa (The Rachel Maddow Show) gozaba de una elevada cuota de audiencia. Esta señora es una de esas liberals (versión yanqui de lo que aquí se llama “progresistas”), altamente cualificada, insignia de la identity politics tan cara al Partido Demócrata por ser mujer y declaradamente lesbiana. Ni un minuto, durante estos más de dos años, dejó de ver conexiones de Trump con Moscú asomando en cada esquina, activando con ello una nueva edición de la Guerra Fría (4) Claro que los servicios prestados han tenido su buena recompensa: siete millones de dólares anuales, que a la Maddow le dan de sobra para mantener el lujoso apartamento de Manhattan donde reside con su esposa.

 

 

   Los dirigentes del Partido Demócrata hicieron creer a sus bases que Mueller probaría por fin la traición de Trump, lo que proporcionaría fundamento legal para derrocarle mediante un impeachment. Una esperanza alimentada durante más de dos años, que ahora se ha disuelto como un azucarillo. Sin embargo, como afirma el editor de Black Agenda Report:

 

 

   “El principal objetivo no era derrocar a Trump (…) sino controlarle y mantener candente la histeria de guerra. En este sentido, el Russia-Gate ha sido un éxito. Bajo Trump, las relaciones con Rusia y China se han redirigido hacia una situación de casi-guerra permanente, y Washington ha reforzado las sanciones económicas contra Venezuela e Irán a niveles que son casi indistinguibles de un ataque militar (5).

 

        Una opinión compartida por otros analistas, como Michel Chossudovsky: “Necesitaban el RussiaGate para sustentar los contratos multimillonarios en favor del complejo industrial militar(6).

 

      De hecho, los demócratas se han convertido en el ala más agresiva del Partido de la Guerra (el duopolio demócrata-republicano), como si, para los efectos de la política exterior, Clinton no hubiese realmente perdido las elecciones. Recordemos que los diputados demócratas apoyaron por abrumadora mayoría los aumentos del gasto militar realizados por Trump (7).

 

 

    Pero no sólo eso. La campaña de odio implícita en la “trama rusa” ha servido asimismo como cebo para desviar la atención del público de los verdaderos problemas que afectan a la mayoría de la población trabajadora estadounidense, que no son pocos ni leves; del trato inhumano que reciben los refugiados centroamericanos que se apiñan en sus fronteras, y de los desastres causados por sus ataques militares directos o indirectos en otras partes del mundo.

 

 

    Las “noticias falsas” difundidas por los medios corporativos a todo el orbe han quedado desenmascaradas con las conclusiones del Informe Mueller. Pero, como suele ser habitual, el sostenella pero no enmendalla es la postura que están adoptando los demócratas y la mayoría de republicanos, que siguen insistiendo en que hubo confabulación, y ponen el énfasis en los indicios señalados en el Informe para poder imputar al director de campaña de Trump, Paul Manafort, junto a otros asesores y una veintena de ciudadanos rusos (que no serán extraditados). Esto es precisamente lo que resalta también el medio de George Soros en España, eldiario.es (8).

 

 

"Lo único que las elecciones de 2016 pusieron en juego fue la rivalidad entre dos facciones de la clase dominante estadounidense"

 

 

 

   La conspiranoia rusofóbica continúa a pesar de que una encuesta realizada por Gallup demuestra que menos del uno por ciento de estadounidenses considera que las relaciones con Moscú son el mayor problema que encara el país, y que el descrédito de los medios corporativos crece día a día entre las audiencias. De hecho, el Rachel Maddow Show ha perdido más del 20 por ciento de su cuota en los últimos días (aunque había gente que lo seguía ya por pura diversión) (9).

 

 

   Muchos observadores coinciden en que el Informe Mueller, que Trump calificó de “caza de brujas”,  le ha facilitado al presidente argumentos suficientes para entusiasmar a sus bases de cara a las elecciones de 2020. En efecto, a Trump no le podían haber dado un tema de campaña más jugoso y un modo más fácil de alegar que las “elites” no respetan las opciones democráticas de los votantes. Por supuesto, ni Vladimir Putin es una hermanita de la caridad, ni Trump va a dejar de gobernar para salvaguardar los intereses de la clase capitalista norteamericana, los del Estado de Israel y de la OTAN; pero el Partido Demócrata, con su falsa izquierda enmarcada en la “resistance”, ha demostrado estar del mismo lado, con alguna aislada y honrosa excepción. Lo que las elecciones de 2016 pusieron en juego fue la rivalidad entre dos facciones de la clase dominante estadounidense por controlar al nuevo inquilino de la Casa Blanca.

 

 

Notas y referencias bibliográficas:

 

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