
EL CALVARIO DE JULIAN ASSANGE Y LA FARSA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
El relator especial de la ONU dice que Julian Assange presenta síntomas de tortura psicológica
El pasado jueves, 30 de mayo, Julian Assange no pudo asistir por videoconferencia a una audiencia judicial en relación a su posible extradición a Estados Unidos. Sencillamente, según su abogado, no puede mantener una conversación o dar instrucciones. Su estado de salud, en deterioro antes de su expulsión de la embajada, ya da señales de alarma.
Por EVA LAGUNERO PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En 2016, el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria, dependiente de la ONU publicó un informe en el que aseguraba que las condiciones de confinamiento de Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres, podían perfectamente encajar en la categoría de detención arbitraria. Ahora bien, en una prueba más de la irrelevancia de los informes de la ONU, el régimen británico, uno de los más autoritarios del mundo y que más sufrimiento ha causado a lo largo de su historia imperialista, descalificó las conclusiones del Grupo de Trabajo a través de sus altavoces mediáticos: “No está detenido arbitrariamente” dijo The Guardian en un editorial.
Esta semana pasada, el relator especial de la ONU sobre tortura, profesor Nils Melzer, tras su visita del 9 de mayo a Julian Assange en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh -más conocida como el Guantánamo británico- dijo que el periodista había sido sometido a un tratamiento punitivo cruel, inhumano y degradante, como parte de una “incesante campaña de acoso público, intimidación y difamación (…) no sólo en Estados Unidos, sino también en Reino Unido, Suecia y más recientemente Ecuador”. Estos gobiernos, ha dicho el relator, “ya sea por complacencia en el mejor de los casos o por complicidad en el peor (…) han creado una atmósfera de impunidad para vilipendiar y abusar a placer de la persona de Assange”, e incluso para pedir públicamente su asesinato, como hizo Hillary Clinton. La mayor preocupación del profesor Melzer es que, si extraditan a Assange a los Estados Unidos, hay mucha probabilidad de que no tenga un juicio justo, se le condene a cadena perpetua -si no a muerte-, se violen sus derechos humanos y sea sometido a tortura.
Aunque las condiciones actuales en la prisión de Belmarsh no llegan al aislamiento, no dejan de ser severas y preocupantes. El equipo de abogados de Assange tiene muy limitadas sus visitas y restringido el acceso a los archivos del caso, necesarios para preparar adecuadamente su defensa legal. Los médicos que acompañaron a Melzer en la visita declararon que la salud de Assange está “gravemente afectada por el ambiente hostil y arbitrario al que ha sido expuesto durante muchos años”. Han detectado enfermedades físicas junto a “típicos síntomas de la exposición prolongada a tortura psicológica: altos niveles de estrés, ansiedad crónica e intenso trauma psicológico”.
Sin embargo, como cabía esperar, las autoridades británicas han vuelto a descalificar los informes de Melzer. El secretario de asuntos exteriores, Jeremy Hunt, salió de nuevo con la conocida cantinela de que Assange siempre tuvo “libertad para elegir, sin traba alguna” entrar y salir de la embajada, a lo que Melzer respondió que Assange era “tan libre para salir como libre para saltar es quien está en una lancha en medio de un estanque de tiburones”. En su opinión, “los tribunales del Reino Unido no han mostrado la imparcialidad y objetividad que las leyes exigen”, mientras Hunt le dice que “debería dejar a los tribunales británicos hacer su trabajo sin su interferencia o acusaciones incendiarias”.
Melzer, que ha trabajado durante veinte años con víctimas de guerra, violencia y persecución política, ha declarado que “nunca ha visto que un grupo de estados democráticos se apandillen para aislar, demonizar y abusar deliberadamente de un solo individuo durante tanto tiempo y con tan poca consideración por su dignidad humana y respeto a la ley”. Claro que se trata de un individuo que, junto a otros, ha dado a conocer al público los graves delitos cometidos por esos mismos “Estados democráticos”.
Para muestra, un botón. Fueron las fuerzas estadounidenses -como reveló Chelsea Manning- las que ordenaron no investigar cómo sus militares aliados en Iraq azotaban a los prisioneros con pesados cables, los colgaban de ganchos en el techo, les horadaban las piernas con taladradoras eléctricas y abusaban sexualmente de ellos. De los 190.000 muertos en Iraq y Afganistán, de acuerdo a la estimación secreta realizada por Estados Unidos (groseramente subestimada), 66,081 fueron oficialmente clasificados como no combatientes. Como ha expresado el galardonado periodista Robert Fisk:
“Los responsables de estas atrocidades deberían ser juzgados, extraditados de dondequiera se hallen y encarcelados por sus crímenes de lesa humanidad. Pero no, vamos a penalizar a los que filtraron las atrocidades (…) De lo que se trata no es de que estos hayan violado la ley, sino de la vergüenza y el temor de nuestros servicios de “seguridad” a ser llamados a responder por lo que hicieron”.
En efecto, se persigue a Assange, mientras reputados criminales de guerra, no juzgados ni extraditados, como Tony Blair en Gran Bretaña, George W. Bush en Estados Unidos, junto a Henry Kissinger, Elliott Abrams -nombrado por el régimen de Trump para los asuntos de Venezuela- y tantos otros, viven plácidamente en sus mansiones. A estos no hay que juzgarlos y penalizarlos, sino a quienes exponen sus crímenes.
Inclusive las agencias que han demostrado en varios aspectos trabajar en favor de los intereses de Estados Unidos y sus aliados, como el Observatorio de Derechos humanos y Amnistía Internacional, opinan que la persecución de Assange es básicamente un ataque a la libertad de de prensa. Dinah PoKempner, del consejo general del Observatorio ha dicho:
“Julian Assange no ha trabajado para el gobierno estadounidense y, por tanto, no tiene el deber de confidencialidad. Tampoco forzó la entrada a los sistemas informáticos, ni pagó por obtener secretos como un espía. Aceptó información clasificada de fuentes gubernamentales, la compartió con algunos medios de comunicación y la dio a conocer al público -exactamente lo que caracteriza a la libertad de prensa”.
En efecto, el procesamiento de Assange por parte del régimen de Trump ha sido condenado por muchos individuos y organizaciones. Mientras tanto, el periodista continúa en el ala hospitalaria de la prisión de máxima seguridad de Belmarsh.
Fuentes:
https://www.globalresearch.ca/findings-torture-un-rapporteur-julian-assange/5679205
Por EVA LAGUNERO PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En 2016, el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria, dependiente de la ONU publicó un informe en el que aseguraba que las condiciones de confinamiento de Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres, podían perfectamente encajar en la categoría de detención arbitraria. Ahora bien, en una prueba más de la irrelevancia de los informes de la ONU, el régimen británico, uno de los más autoritarios del mundo y que más sufrimiento ha causado a lo largo de su historia imperialista, descalificó las conclusiones del Grupo de Trabajo a través de sus altavoces mediáticos: “No está detenido arbitrariamente” dijo The Guardian en un editorial.
Esta semana pasada, el relator especial de la ONU sobre tortura, profesor Nils Melzer, tras su visita del 9 de mayo a Julian Assange en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh -más conocida como el Guantánamo británico- dijo que el periodista había sido sometido a un tratamiento punitivo cruel, inhumano y degradante, como parte de una “incesante campaña de acoso público, intimidación y difamación (…) no sólo en Estados Unidos, sino también en Reino Unido, Suecia y más recientemente Ecuador”. Estos gobiernos, ha dicho el relator, “ya sea por complacencia en el mejor de los casos o por complicidad en el peor (…) han creado una atmósfera de impunidad para vilipendiar y abusar a placer de la persona de Assange”, e incluso para pedir públicamente su asesinato, como hizo Hillary Clinton. La mayor preocupación del profesor Melzer es que, si extraditan a Assange a los Estados Unidos, hay mucha probabilidad de que no tenga un juicio justo, se le condene a cadena perpetua -si no a muerte-, se violen sus derechos humanos y sea sometido a tortura.
Aunque las condiciones actuales en la prisión de Belmarsh no llegan al aislamiento, no dejan de ser severas y preocupantes. El equipo de abogados de Assange tiene muy limitadas sus visitas y restringido el acceso a los archivos del caso, necesarios para preparar adecuadamente su defensa legal. Los médicos que acompañaron a Melzer en la visita declararon que la salud de Assange está “gravemente afectada por el ambiente hostil y arbitrario al que ha sido expuesto durante muchos años”. Han detectado enfermedades físicas junto a “típicos síntomas de la exposición prolongada a tortura psicológica: altos niveles de estrés, ansiedad crónica e intenso trauma psicológico”.
Sin embargo, como cabía esperar, las autoridades británicas han vuelto a descalificar los informes de Melzer. El secretario de asuntos exteriores, Jeremy Hunt, salió de nuevo con la conocida cantinela de que Assange siempre tuvo “libertad para elegir, sin traba alguna” entrar y salir de la embajada, a lo que Melzer respondió que Assange era “tan libre para salir como libre para saltar es quien está en una lancha en medio de un estanque de tiburones”. En su opinión, “los tribunales del Reino Unido no han mostrado la imparcialidad y objetividad que las leyes exigen”, mientras Hunt le dice que “debería dejar a los tribunales británicos hacer su trabajo sin su interferencia o acusaciones incendiarias”.
Melzer, que ha trabajado durante veinte años con víctimas de guerra, violencia y persecución política, ha declarado que “nunca ha visto que un grupo de estados democráticos se apandillen para aislar, demonizar y abusar deliberadamente de un solo individuo durante tanto tiempo y con tan poca consideración por su dignidad humana y respeto a la ley”. Claro que se trata de un individuo que, junto a otros, ha dado a conocer al público los graves delitos cometidos por esos mismos “Estados democráticos”.
Para muestra, un botón. Fueron las fuerzas estadounidenses -como reveló Chelsea Manning- las que ordenaron no investigar cómo sus militares aliados en Iraq azotaban a los prisioneros con pesados cables, los colgaban de ganchos en el techo, les horadaban las piernas con taladradoras eléctricas y abusaban sexualmente de ellos. De los 190.000 muertos en Iraq y Afganistán, de acuerdo a la estimación secreta realizada por Estados Unidos (groseramente subestimada), 66,081 fueron oficialmente clasificados como no combatientes. Como ha expresado el galardonado periodista Robert Fisk:
“Los responsables de estas atrocidades deberían ser juzgados, extraditados de dondequiera se hallen y encarcelados por sus crímenes de lesa humanidad. Pero no, vamos a penalizar a los que filtraron las atrocidades (…) De lo que se trata no es de que estos hayan violado la ley, sino de la vergüenza y el temor de nuestros servicios de “seguridad” a ser llamados a responder por lo que hicieron”.
En efecto, se persigue a Assange, mientras reputados criminales de guerra, no juzgados ni extraditados, como Tony Blair en Gran Bretaña, George W. Bush en Estados Unidos, junto a Henry Kissinger, Elliott Abrams -nombrado por el régimen de Trump para los asuntos de Venezuela- y tantos otros, viven plácidamente en sus mansiones. A estos no hay que juzgarlos y penalizarlos, sino a quienes exponen sus crímenes.
Inclusive las agencias que han demostrado en varios aspectos trabajar en favor de los intereses de Estados Unidos y sus aliados, como el Observatorio de Derechos humanos y Amnistía Internacional, opinan que la persecución de Assange es básicamente un ataque a la libertad de de prensa. Dinah PoKempner, del consejo general del Observatorio ha dicho:
“Julian Assange no ha trabajado para el gobierno estadounidense y, por tanto, no tiene el deber de confidencialidad. Tampoco forzó la entrada a los sistemas informáticos, ni pagó por obtener secretos como un espía. Aceptó información clasificada de fuentes gubernamentales, la compartió con algunos medios de comunicación y la dio a conocer al público -exactamente lo que caracteriza a la libertad de prensa”.
En efecto, el procesamiento de Assange por parte del régimen de Trump ha sido condenado por muchos individuos y organizaciones. Mientras tanto, el periodista continúa en el ala hospitalaria de la prisión de máxima seguridad de Belmarsh.
Fuentes:
https://www.globalresearch.ca/findings-torture-un-rapporteur-julian-assange/5679205
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