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Martes, 30 de Abril de 2019 Tiempo de lectura:

EL GOBIERNO ESPAÑOL CALLÓ LA VERDAD SOBRE LA AUTORÍA DEL ATENTADO CONTRA CARRERO BLANCO

POR EL CORONEL MARTÍNEZ INGLÉS PARA CANARIAS SEMANAL

 

 

 

EL GOBIERNO ESPAÑOL CALLÓ LA VERDAD

 

      

        En sendos informes de Inteligencia remitidos a los Gobiernos de Arias Navarro y Adolfo Suárez en septiembre de 1974 y octubre de 1976, respectivamente, el alto mando del Ejército español, tras el preciso y bien estudiado dictamen de sus expertos, desestimó totalmente el autoproclamado protagonismo de ETA en el magnicidio, haciendo recaer la responsabilidad del mismo en la CIA (Agencia Central de Inteligencia) norteamericana, dadas las circunstancias en las que tuvo lugar (el punto cero de la explosión se situó a escasos 100 metros de la Embajada de ese país), y el alto nivel de operatividad y capacidades técnicas requeridas para llevarlo a cabo con éxito.


Ejecución del magnicidio

 

     Indicios racionales sobre su autoría basados en informaciones y análisis de expertos militares y técnicos en Inteligencia pertenecientes a España y a varios países europeos y americanos.

 


        El 20 de diciembre de 1973, a la nueve horas y veintisiete minutos exactos de la mañana, una tremenda explosión sacude el centro de la capital de España, con epicentro en la calle Claudio Coello a la altura del número 104, produciendo un enorme socavón y un caos ambiental que provoca el estupor, el miedo y la ansiedad en las escasas personas que en esos momentos transitan por esa céntrica vía, muy cercana a la Embajada de EE.UU. en Madrid.


         El impacto que dicha aterradora explosión causa en el país, cuando a los pocos minutos de producirse se abre paso a nivel social, político y de medios de comunicación la alienante derivada de que la misma (atribuida en principio a una gran explosión de gas) ha afectado de lleno nada menos que al presidente del Gobierno, almirante Carrero Blanco, que ha fallecido en el acto, es brutal. Aún acostumbrados ya en cierta medida los españoles a los permanentes actos terroristas perpetrados desde años atrás por la banda terrorista ETA, la dimensión y las consecuencias de la inesperada y trágica desaparición del hombre que solo meses atrás había conseguido reemplazar en la presidencia del Consejo de ministros al eterno caudillo de España, desatan los nervios y la incertidumbre en millones de pacíficos ciudadanos.

 


       La perplejidad y el desasosiego alcanzan tal magnitud que llegarán hasta la mismísima persona de Franco que, según su entorno más íntimo, recibirá la preocupante noticia babeando por lo bajini el popular refrán español  “No hay mal que por bien no venga”. Estrafalaria sentencia donde las haya en unos momentos tan dramáticos para España pero que pudo obedecer, según ha podido colegir el historiador que suscribe de sus investigaciones, al hecho de que para el alicaído y ya enfermo caudillo español tal desgracia histórica podía poner fin a los últimos y frecuentes encontronazos que había sufrido en los últimos meses con su sempiterno consejero/ministro de la Presidencia/vicepresidente, arropado ya sin ningún rubor por una pléyade de altos mandos militares, desde antes incluso de que le entregara la presidencia del Gobierno. Desavenencias por motivos políticos, obviamente, porque el almirante, mucho más a la derecha que el propio Franco, aunque había aceptado (e incluso propiciado) en principio la decisión de su jefe de reinstaurar la monarquía en España, nunca estuvo de acuerdo en abrir el Régimen a ningún tipo de democracia, por muy formal y capitidisminuida que fuera, apostando decididamente y con todas sus fuerzas por un régimen de tipo “primorriverista” en el que él aspiraba a ser el nuevo dictador, con un rey marioneta en la jefatura del Estado.

 

      Y aquí debo decir al lector/a español, aunque evidentemente corro cierto peligro de que se me asombre en demasía, que la idea de “democratizar” el Régimen a la muerte del dictador jamás salió, como la inmensa mayoría de ciudadanos en este país cree a pies juntillas, de la “mente preclara” del rey Juan Carlos sino del propio Franco, y desde bastantes años antes, ya que sabedor de que tras su desaparición y tal como había quedado el mapa de Europa tras la II GM no le quedaba a este país otra opción que integrarse en el nuevo occidente democrático (él ya había dado un importante paso en 1953 con su pacto con los yanquis), en los primeros años sesenta nombró a Torcuato Fernández Miranda profesor principal y mentor del entonces “teniente Juanito”, con la secreta misión de prepararle para la difícil transición a una, eso sí, discapacitada y formal democracia (con sus genes franquistas intactos, faltaría más) que pudiera ser aceptada sin taparse la nariz por los países de nuestro entorno.

 

      Pero sigamos con el brutal y sofisticado atentado del 20 de diciembre de 1973 pues lo primero que quiero hacer llegar al lector, para más tarde desmontar una a una todas las falacias, fabulaciones y montajes (libros, películas, declaraciones espurias…) que sobre el mismo se han tejido en este país a lo largo de los años y que el Gobierno español de turno, con informaciones serias y responsables de sus servicios secretos y de los técnicos militares nunca se ha molestado en desmentir, son todas y cada una de las revelaciones, análisis e informaciones que sobre el mismo he logrado reunir después de lustros dedicado a la investigación y a cumplir con todo decoro y responsabilidad con mi profesión militar.

 


      Cuando se produce el fatal magnicidio, a las 09,27 horas del 20 de diciembre de 1973, me encuentro reunido en una sala de la Capitanía General de la IX Región Militar con sede en Granada, como capitán de Estado Mayor responsable de Inteligencia de la Brigada DOT (Defensa Operativa del Territorio) nº 9, con un grupo de jefes y oficiales del área de Información de las distintas Unidades de la Región y varios jefes y oficiales procedentes de la Sección de Información del Estado Mayor Central en Madrid. Se trata, obviamente, de una reunión programada y preparada de antemano con vistas a pasar revista al estado de los canales informativos de la Región.

 

       Pasan unos segundos de la diez de la mañana cuando una llamada urgente desde el palacio de Buenavista de la capital de España, sede del Estado Mayor Central del Ejército, a través de un teléfono con “secráfono” incorporado, transmite al jefe de la delegación madrileña (un teniente coronel de Estado Mayor) la urgentísima noticia de que el presidente del Gobierno ha muerto tras una fortísima explosión que ha destrozado su coche conminando al mismo para que traslade al capitán general la “recomendación” de que ponga en una primera alerta al conjunto de la guarnición regional.


      Tras una media hora de receso como consecuencia de la trágica noticia, y ya con la ausencia del jefe del grupo de oficiales del EMC, prosigue la citada reunión en Capitanía que ya olvida su primigenio orden del día y se centra exclusivamente, como no podía ser de otra manera, en realizar un primer análisis (casi todos los asistentes somos oficiales diplomados de Estado Mayor con destinos en áreas de Información y los que no lo son están allí por ser especialistas en diversas disciplinas relacionadas con esa tarea) del todavía inconcreto acto que ha llevado a la tumba en cuestión de segundos nada menos que al presidente del Gobierno español.


       Lo primero que nos sorprende a todos los allí reunidos, con absoluta unanimidad, es que todavía sobre 10,45 horas de la mañana algunas informaciones que circulan por la capital, entre ellas la de la Embajada de EE.UU. en Madrid y procedentes no del embajador norteamericano sino de una nota hecha pública por la oficina de la CIA en esa Legación, sigan hablando de una explosión de gas como causa del deceso del almirante Carrero Blanco. Opción que todos los expertos allí congregados descartamos de plano y por lo que respecta a la inoportuna y no solicitada declaración de los espías yanquis desplegados en Madrid, que en los minutos siguientes se complementará con otra segunda nota en la que ya cuelgan la autoría del acto terrorista a ETA, si hacemos caso a la conocida máxima “Excusatio non petita, acusatio manifesta”, el mero hecho de que la famosa agencia de Inteligencia se apunte (difundiéndola a los medios de información españoles, americanos e, incluso, al Gobierno de EE.UU) a la infantil y ridícula teoría de la fortuita explosión de gas y, minutos después, abrace la nueva teoría de que ha sido la organización terrorista vasca la culpable del magnicidio sin esperar siquiera a que los expertos españoles de la policía se pronuncien sobre el tema, aumenta exponencialmente el nivel de las ya importantes sospechas personales de todos y cada uno de los allí presentes sobre la responsabilidad última que sobre el trágico hecho que nos abruma en aquellos desgraciados momentos pueda tener la todopoderosa agencia norteamericana.

 

       La noticia que recibimos pasadas las once de la mañana, por los reservados canales de la Inteligencia castrense, de que diferentes medios de comunicación de la capital de España apuntan a ETA como causante del ya comprobado atentado terrorista nos causa cierta perplejidad. Y es que no nos podemos creer de ninguna de las maneras (los jefes y oficiales allí reunidos, repito, somos profesionales de la información reservada y expertos en multitud de disciplinas relacionadas con la misma) que una acción, tan sofisticada y compleja como sin duda ha sido la que ha puesto fin a la vida del presidente del Gobierno, en una calle del centro de Madrid y a cien metros de la Embajada norteamericana, haya sido realizada por la banda terrorista vasca. Una organización, obviamente, dispuesta a matar y con amplios apoyos sociales y políticos en el país vasco e, incluso, en el resto de España, pero que carece de la infraestructura, la tecnología, la experiencia, el poder de planificación y la capacidad de enmascaramiento necesarios para llevar adelante con total éxito una operación de tan altísimo nivel, de auténtica “guerra de minas”, un golpe de mano tan espectacular contra la más alta autoridad del Ejecutivo español, una acción singular que muy pocas organizaciones subversivas en todo el mundo (por no decir ninguna) serían capaces de implementar.

 

      En el mes de febrero de 1974, dos meses después de la acción asesina que estamos recordando y analizando, y ante el revuelo que la misma ha suscitado a lo largo de todo ese tiempo en las salas de banderas de los diversos cuarteles de la guarnición regional y, en particular, entre los jefes y oficiales expertos en Información e Inteligencia, el capitán general de la IX Región Militar (Granada), en la que presto mis servicios como jefe de Operaciones e Inteligencia de la Novena Brigada DOT (Defensa Operativa del territorio), ordena que una Comisión de especialistas promueva y redacte un Informe que aclare, a nivel regional y con probable proyección nacional, todos los extremos y circunstancias en los que se ha desarrollado el tremendo magnicidio acaecido en Madrid el 20 de diciembre del año anterior.

 


        La citada Comisión se forma, con carácter urgente, reservado y con un crédito de tiempo no superior a los dos meses, sobre la base de una docena de jefes y oficiales destinados en el Estado Mayor de la Capitanía General granadina, en la Novena Brigada de la que yo mismo ostento la delegación (la mayoría de ellos diplomados de EM) y, también, con representantes de diversas Unidades Operativas de la Región, en especial del Regimiento de Ingenieros especializados en explosivos, guerra de minas, zapadores de asalto… etc, etc, así como con otros de Infantería y Artillería expertos en balística y en el tiro de armas colectivas por el segundo sector (morteros y obuses).

 

 

        El exhaustivo Informe (más de cien páginas), después de maratonianas sesiones de trabajo y con viaje incluido a la escena del crimen pudo por fin ver la luz a finales del mes de mayo de 1974, siendo alabado en una reunión informal de su Estado Mayor por el propio capitán general en persona y después enviado por el canal confidencial de Capitanía al Estado Mayor Central en Madrid, ya que a oídos de la máxima autoridad castrense regional había llegado la noticia de que en el ministerio del Ejército se trabajaba en otro Informe (al parecer solicitado por el nuevo presidente del Gobierno, Arias Navarro) que permitiera aclarar definitivamente los oscuros parámetros por los que se conformó y ejecutó el asesinato del presidente Carrero Blanco. Del que, conviene recordar, en un escueto comunicado difundido en Francia por radio París a las once de la noche del día de autos (al que un amplio abanico de políticos del país vasco a la cabeza de los cuales se situó el jefe del Gobierno vasco en el exilio Jesús María de Leizaola no le dio ninguna credibilidad) seguido por una rocambolesca rueda de prensa de ETA a los pocos días del atentado, la organización terrorista se había hecho máxima y única responsable, aprovechando la ocasión para darse un sospechoso autobombo de poder y eficacia en su lucha contra el Régimen franquista.

 

      Algunas de las conclusiones del citado Informe, acompañado por decenas y decenas de páginas redactadas por auténticos especialistas en la materia, no podían ser más tajantes e irrebatibles:


     “El atentado fue obra de expertos (para nada aficionados) en explosivos, en guerra de minas, en balística (el lanzamiento en vertical de un automóvil de 1.800 kilos de peso no hubiera sido fácil planificar y ejecutar ni siquiera para oficiales del Ejército con experiencia en el tiro de obuses de artillería o morteros de Infantería) y en sofisticados sistemas de enmascaramiento y decepción (la Embajada de EE.UU. estaba situada a escasos cien metros del “punto cero” de la explosión). Y la citada acción no pudo ser en absoluto ejecutada por un comando de solo tres activistas de muy dudosa preparación técnica sino por un núcleo operativo muy especializado, en ningún caso inferior a diez/doce personas, con un sustancial apoyo de expertos en todas esas materias relacionadas y, también, en localización y seguimiento de objetivos”.

 

En concreto señalaba la Comisión castrense de Investigación:


“El lanzamiento en vertical del automóvil del almirante Carrero Blanco (un Dodge Dart 3.700 GT de casi dos toneladas de peso aunque sin blindaje especial) siguiendo una hipotética línea de proyección cercana a los 90 grados con un apogeo resultante de 30/40 metros que le permitió salvar un edificio de la calle Claudio Coello de Madrid a la altura del número 104 cayendo en la azotea de la Casa Profesa anexa a la iglesia de San Francisco de Borja de Madrid (donde, por cierto, acababa de oír misa el presidente del Gobierno fallecido) con su dificultad intrínseca rayana en lo imposible no fue obra, evidentemente, de la casualidad ni de un daño colateral sobrevenido por culpa de una desmesurada carga explosiva sino el resultado medido y previsto en un proceso planificador coordinado de un grupo de expertos en explosivos, en balística y en el lanzamiento castrense de proyectiles en órbitas predeterminadas, dotados de medios singulares de control del objetivo y del momento preciso para detonar la carga de “alto explosivo” que produjera el resultado apetecido. Para nada la sorprendente acción (difícil de creer en un primer momento incluso por oficiales de las FAS con amplísima experiencia) pudo ser ejecutada, y mucho menos planificada y enmascarada, por solo tres activistas etarras legos en todas las materias que con anterioridad se han señalado, dotados de herramientas artesanales y con “una orden de fuego” tan ridícula e increíble como la proveniente de uno de ellos subido a una escalera y A LA ESTIMA”.

 

Y continuaba el Informe en otro de sus puntos clave:

 

El “núcleo operativo” de alto nivel que realmente planificó, estudió, enmascaró, aisló el escenario y finalmente ejecutó el asesinato, lo hizo apoyándose en elementos muy sofisticados de control y seguimiento operativo del objetivo. Con total seguridad sistemas y medios de carácter espacial (satélites espía) que apuntan a una muy clara y definida responsabilidad de organismos allende nuestras fronteras, aunque esta Comisión, en el momento presente, no puede caer apriorísticamente en valoraciones o juicios políticos que, obviamente, se saldrían fuera de la estricta misión recibida. Sin que ello quiera decir que desconoce o minusvalora las informaciones reservadas solicitadas a distintos servicios de Inteligencia del Estado español (Servicio Central de Documentación SECED, 3ª Sección del Servicio de Información del Alto Estado Mayor SIAEM y Servicio de Información de la Presidencia del Gobierno) que con manifiesta unanimidad señalan una muy clara responsabilidad e, incluso, la autoría del mismo por parte de la CIA (Agencia de Inteligencia norteamericana).


       Esta agencia yanqui, con un muy profuso historial de acciones de dudosa legalidad internacional, habría estudiado minuciosamente el automóvil Dodge Dart que usaba a diario el presidente Carrero Blanco, de diseño estadounidense y fabricado en España, determinando con una exactitud de centímetros el punto exacto donde debía incidir la carga de alto explosivo necesaria no solo para provocar la hipotética destrucción del mismo sino para lanzarlo al aire una cantidad de metros tal que asegurara la muerte por posterior impacto contra el suelo de su alto ocupante, el presidente del Gobierno español.

 

     La carga explosiva debía incidir, sin error posible, bajo el centro de gravedad del coche presidencial. Si lo hacía en un punto sensiblemente separado de ese centro de gravedad hacia el capó delantero, el automóvil giraría sobre sí mismo en un ángulo sensiblemente igual a 180 grados hacia la popa, como una campana, quedando sumido en el cráter causado por la explosión, con las ruedas hacia arriba, pero no saldría proyectado verticalmente hacia el espacio exterior; lo cual no garantizaría al cien por cien la destrucción del objetivo. Si, por el contrario, la carga incidía en un punto bajo el automóvil entre el maletero y su centro de gravedad, el coche daría otra vuelta de campana pero esta vez hacia el parabrisas delantero quedando asimismo inmerso en el socavón subsiguiente pero sin convertirse de ninguna de las maneras en un proyectil de dos toneladas de peso; sin asegurar igualmente la desaparición física del jefe del Gobierno español.

 

       La ejecución de la acción programada, como todos los españoles sabemos en estos momentos, fue perfecta. Tanto que sin duda quedará grabada y estudiada en el futuro por todos los servicios de Inteligencia y contraterrorismo del mundo. El coche del presidente Carrero fue proyectado hacia las nubes en el punto exacto de su centro de gravedad por una carga de alto explosivo cuando “lo ordenó un satélite artificial desde el espacio exterior”, previsiblemente geo estacionado temporalmente sobre el cielo de Madrid.

 

 

      Desde el punto de vista operativo, analizado con todo detalle por los jefes y oficiales de Ingenieros expertos en explosivos, guerra de minas y operaciones de zapadores de asalto integrados en la presente Comisión, el perfecto resultado de una acción tan compleja y la dificultad intrínseca de operar la carga desde un asentamiento sensiblemente separado del “punto cero” e, incluso, el hecho mismo de localizar desde la distancia el citado punto y elegir, además, el segundo preciso en el que debía entrar en ignición el explosivo… no resulta aceptable para la presente Comisión cualquier otra hipótesis distinta y, desde luego, descartable totalmente la muy simplista de dirigir la perfecta culminación de la acción a la estima y desde un entorno alejado y con visibilidad casi nula sobre el escenario de la tragedia”.

 


 En otro importante apartado señalaba el Informe:

 “El hecho de conseguir la proyección vertical del coche presidencial con un ángulo de salida cercano a los noventa grados no pudo ser, por otra parte, tarea fácil para el comando ejecutante. Es, salvando las distancias y, por supuesto, los objetivos, como si una Unidad de Infantería quisiera lanzar un proyectil de mortero de 81 ó 120 milímetros haciendo un agujero en el suelo, metiendo en él una carga de proyección a la estima y dándole fuego sin estar el proyectil introducido en el tubo del arma correspondiente, pretendiendo contra todas las normas reglamentarias y de balística que el citado proyectil iniciara su trayectoria por el segundo sector de tiro (superior a los 45 grados) en busca de su objetivo".

 

      Algo ridículo para cualquier profesional. Pues bien, vistos los resultados de la atípica acción terrorista sobre el coche del presidente Carrero Blanco, los técnicos (presuntamente norteamericanos) que la planificaron y ejecutaron (enmascarados y protegidos política y socialmente por la pantalla auto reivindicativa etarra) tuvieron que construir ese “tubo de mortero” inexistente en el túnel excavado bajo la calle Claudio Coello de Madrid, muy cercano como sabemos a su Embajada. Para ello, a juicio de los técnicos en explosivos presentes en la Comisión, tuvieron que organizar un hornillo de alta consistencia y estructura similar a aquellos viejos cañones de la antigüedad, orientado hacia arriba, introduciendo en él la carga explosiva de manera que al detonarla (y no, desde luego, con el artificiero responsable subido a lo alto de una escalera de electricista sino cómodamente instalado, presuntamente, en la bien dotada sala de operaciones de la CIA en la Embajada yanqui en Madrid) el chorro de fuego y la onda expansiva subsiguientes traspasaran el asfalto unidireccionalmente impactando sobre el centro de gravedad del Dogde Dart presidencial”.

 

 

Y concluía el Informe de una forma tajante y resolutiva

   
        “La acción terrorista sufrida por el presidente del Gobierno español, D. Luis Carrero Blanco, a las nueve horas y veintisiete minutos del 20 de diciembre de 1973, en la calle Claudio Coello de Madrid, que le costó la vida a él y a los dos funcionarios del Estado que le acompañaban, no fue, no pudo ser obra de tres activistas de la organización terrorista ETA con prácticamente nula preparación técnica en las materias absolutamente necesarias para poder llevarla a cabo con total éxito, como ha afirmado en diferentes medios de comunicación internacionales la citada banda. Con completa unanimidad, los jefes y oficiales que han trabajado día y noche en la ardua tarea de analizar, estudiar y gestionar la amplísima documentación necesaria para poder tomar la presente decisión corporativa, se han pronunciado al respecto sin ningún género de dudas o reservas. Asimismo, todos y cada uno de los profesionales que han formado parte de este singular equipo de trabajo ordenado por el Excmo. Sr. Capitán General de la IX Región Militar, finalizados sus trabajos y una vez en su poder las informaciones facilitadas por los más altos organismos de Inteligencia de los tres Ejércitos españoles y del Estado, se muestran seguros con idéntica unanimidad de que el monstruoso magnicidio cometido en la persona del jefe del Gobierno español fue obra de la CIA (Agencia Central de Inteligencia norteamericana) un poderoso y bien dotado órgano operativo de Inteligencia, a las órdenes directas del Secretario de Estado de ese país, Henry Kissinger, que en los últimos tiempos ha dado sobradas muestras de interferir violenta y criminalmente en diversos países de Europa y América en beneficio de sus intereses de gran potencia mundial”

 

 

Y hasta aquí, amigo lector/a, lo más importante, impactante y llamativo del Informe de expertos militares sobre la muerte del almirante y presidente del Gobierno español, D. Luis Carrero Blanco

Madrid 26 de abril de 2019

(*) Amadeo Martínez Inglés es Coronel,  escritor e historiador

Fragmento del capítulo cuarto “El asesinato de Carrero Blanco” (40 páginas) del libro “El golpe de Estado que tumbó al rey” de próxima publicación.

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  • Luis

    Luis | Sábado, 10 de Agosto de 2019 a las 11:03:02 horas

    No se si te conté que yo de niño vivía en el mismo inmueble en donde alquilaron un piso los asesinos de Carrero Blanco. En la calle Mirlo de Madrid. Antes de ayer estuve hablando con el César, el portero actual de la finca pues mi madre vive aún ahí. Me dice que el portero anterior le contó que 2 días antes del asesinato de Carrero estaban las escaleras tomadas por "Geos" pero el que estaba al mando de repente dijo "Vámonos, que la operación continúa!" y se fueron todos! Ambos portero están convencidos de que estaban todos compinchados!
    Dos días antes ya sabían donde vivían los etarras y los dejaron continuar!
    Todo salío a colación porque estaban rodando allí mismo otra película sobre el tema...

    Curioso... dos días antes del asesinato Kissinger se había reunido con Carrero en Madrid, y la embajada norteamericana a 100 metros del lugar del atentado....
    Ricardo de la Cierva, comentaba que, sobrecogedoramente, el despacho de Carrero tenía una antesala en la que figuraban los retratos de Prim, Cánovas del Castillo, Canalejas y Dato, cuatro Presidentes de Gobierno asesinados por la masonería.
    Franco lo pormero que dijo al enterarse de la noticia fue "¡han sido los masones!"

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