Nada que objetar - escribe Carlos Tena - al hecho de que la actriz Meryl Streep aprovechara el acto de la concesión de un premio a su carrera cinematográfica, para cargar contra algunas frases despectivas sobre inmigrantes y gestos presuntamente ofensivos hacia un periodista discapacitado (...).
MERYL TREEP CON HILARRY CLINTON
Por CARLOS TENA (*) .-
Nada que objetar al hecho de que la actriz Meryl Streep aprovechara el acto de la concesión de un premio a su carrera cinematográfica, para cargar contra algunas frases despectivas sobre inmigrantes y gestos presuntamente ofensivos hacia un periodista discapacitado, pronunciadas y exhibidas por el presidente electo, Donald Trump, en distintos momentos de su campaña electoral.
Lo que me choca es que una amiga fiel e íntima de Hillary Clinton, como la protagonista de “La Dama de Hierro” (en el papel de Margaret Thatcher), no dedicara ni una sola de las frases de su minidiscurso a criticar y condenar las matanzas que presidentes como George W. Bush y Barack Obama ordenaron perpetrar en Irak, Afganistán, Libia y Siria (por citar sólo algunas de las naciones masacradas por la maquinaria militar estadounidense y de la OTAN), cuya gravedad resulta monumental al lado de las salidas de tono del millonario electo como presidente de los EEUU de Norteamérica.
Es algo inherente a las estrellas que sonríen en un mundo de joyas, vestidos lujosos, escenarios, cachupinadas, limousines y buen vivir, cuando tratan de parecer “humanas y comprometidas” con los derechos humanos.
La sensibilidad que quiso demostrar Streep topa frontalmente con su silencio ante el drama de las invasiones, guerras, injerencias y protección del terrorismo, ordenadas por mandatarios de su patria.
Darle un palo a Trump es algo tan habitual como orinar por la mañana. Merecido se lo tiene. Pero no atizar a quienes provocaron las diásporas de inmigrantes y refugiados que asolan el mundo y que han bombardeado ciudades, dejando miles de discapacitados y muertos, demuestra una doble moral y una cobardía palmarias.
Meryl quiso darle gusto a su contrita comadre, Hillary Clinton, cuyas carcajadas ante el linchamiento y muerte del coronel Gadaffi aún resuenan en el aire.
Pero aquellas risotadas no merecieron el desdén de Streep. Ella es una actriz consumada.